¿VIVIÓ JESÚS REALMENTE?

Marshall J. Gauvin
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Las investigaciones científicas sobre los orígenes del cristianismo comienzan hoy con la pregunta: "¿Vivió Jesús realmente?" ¿Hubo un hombre llamado Jesús, llamado el Cristo, que vivió en Palestina hace diecinueve siglos, y de cuya vida y de cuyas enseñanzas tenemos un correcto relato en el Nuevo Testamento? La idea ortodoxa de que Cristo es el hijo de Dios - Dios mismo en forma humana - que fue el creador de los incontables millones de resplandecientes soles y mundos que giran desparramados por la infinita expansión del universo; que las fuerzas de la naturaleza son siervas de su voluntad y cambian de curso según la voluntad de él - ha sido abandonada por todos los pensadores independientes del mundo; por cada pensador que confía en la razón y la experiencia, no meramente en la fe; por cada hombre de ciencia que pone la naturaleza por encima del desafío de los antiguos relatos religiosos.

No sólo ha sido abandonada la divinidad de Cristo, sino que su existencia como hombre está siendo seriamente cuestionada más y más. Algunos de los eruditos más capacitados del mundo niegan en absoluto que Jesús viviera alguna vez. Una literatura dominante que trata de la búsqueda, intensa en su seriedad y profundidad, y completa en su investigación, está creciendo en todos los países y difundiendo la convicción de que Cristo es un mito. La cuestión es de tremenda importancia. Para el librepensador, así como para el cristiano, el significado es de lo más grave. La religión cristiana ha sido y es una poderosa realidad en el mundo. Para bien o para mal, durante muchos siglos, ha absorbido las mejores energías de la humanidad. Ha frenado la marcha de la civilización y convertido en mártires a algunos de los hombres y mujeres más nobles de la raza humana; y es actualmente el mayor enemigo del conocimiento, la libertad, el mejoramiento social e industrial, y la genuina hermandad de la humanidad. Las fuerzas progresistas del mundo están en guerra contra esta superstición asiática, y esta guerra continuará hasta que el triunfo de la verdad y la libertad sea completo. La pregunta: "¿Existió Cristo realmente?" apunta a la raíz misma del conflicto entre la razón y la fe; y de su determinación depende, hasta cierto punto, la decisión en cuanto a si será la religión o la humanidad la que gobierne el mundo.

Si Cristo vivió o no vivió, no tiene nada que ver en absoluto con lo que las iglesias enseñan, o con lo que nosotros creemos. Es enteramente una cuestión de evidencia. Es una cuestión de ciencia. La pregunta es: ¿Qué dice la historia? Y esa cuestión debe ser dilucidada en el tribunal de la crítica histórica. Si el mundo pensante ha de atenerse a la posición de que Cristo fue un personaje real, debe haber suficiente evidencia para garantizar esa creencia. Si no se puede hallar ninguna evidencia de su existencia; si la historia devuelve el veredicto de que su nombre no está inscrito en el rollo de ella; si se descubre que su relato fue creado por medio del arte y el ingenio, como los relatos de héroes ficticios, Cristo tendrá que ocupar su lugar junto con la hueste de otros semidioses, cuyas imaginarias vidas y obras componen la mitología del mundo.

¿Cuál es, pues, la evidencia de que Jesucristo vivió en este mundo como hombre? Las autoridades de las cuales se depende para probar la realidad de Cristo son los cuatro evangelios del Nuevo Testamento - Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Estos evangelios, y sólo ellos, cuentan la historia de su vida. Ahora bien, nosotros no sabemos absolutamente nada de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, aparte de lo que se dice de ellos en los evangelios. Además, los evangelios mismos no afirman haber sido escritos por estos hombres. No se les llama "El evangelio de Mateo" o "El evangelio de Marcos", sino el "El evangelio según Mateo", "El evangelio según Marcos", "El evangelio según Lucas" y "El evangelio según Juan". Ningún ser humano sabe cuándo fueron escritos, ni dónde. Los eruditos bíblicos han establecido el hecho de que el evangelio de Marcos es el más antiguo de los cuatro. Las principales razones para esta conclusión son que este evangelio es más corto, más sencillo, y más natural que cualquiera de los otros tres. Se ha demostrado que los evangelios de Mateo y Lucas fueron ampliados del evangelio de Marcos. El evangelio de Marcos no sabe nada del nacimiento virginal, del Sermón del Monte, del Padrenuestro, ni de otros hechos importantes de la supuesta vida de Cristo. Estos rasgos fueron añadidos por Mateo y Lucas.

Pero el evangelio de Marcos, tal como lo tenemos, no es el Marcos original. De la misma manera que los escritores de Mateo y Lucas copiaron y expandieron el evangelio de Marcos, Marcos copió y expandió un documento anterior llamado "el Marcos original". Esta fuente original pereció en la época temprana de la Iglesia. Qué era, quién lo escribió, dónde fue escrito, nadie lo sabe. Los eruditos cristianos admiten que el evangelio de Juan es un documento no histórico. Reconocen que no es una biografía de Cristo, sino una interpretación de él; que nos ofrece una imagen idealizada y espiritualizada de lo que se supone que Cristo debe haber sido; y que se compone mayormente de especulaciones de filosofía griega. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, llamados "evangelios sinópticos", por una parte, y el evangelio de Juan, por la otra, están en extremos opuestos del pensamiento. Tan completa es la diferencia entre las enseñanzas de los tres primeros evangelios y las del cuarto que cada uno de los críticos admite que, si Jesús enseñara como lo relatan los Sinópticos, es imposible que hubiera enseñado como lo declara Juan. Ciertamente, en los tres primeros evangelios y en el cuarto, encontramos a dos Cristos enteramente diferentes. ¿Dije dos? Deberían ser tres; porque, de acuerdo con Marcos, Cristo era un hombre; de acuerdo con Mateo y Lucas, era un semidiós, mientras que Juan insiste en que era Dios mismo.

No hay ni el más pequeño fragmento de evidencia confiable que demuestre que alguno de los evangelios existía, en su forma actual, antes de un siglo después de cuando se supone que Cristo murió. Los eruditos cristianos, no teniendo ningún medio confiable por medio del cual fijar la fecha de su composición, les asignan fechas tan tempranas como lo permitan sus cálculos; pero las fechas  a las cuales llegaron de esta manera están bien alejadas de la época de Cristo o sus apóstoles. Se nos dice que Marcos se escribió algún tiempo después del año 70, Lucas por el año 110, Mateo por el 130, y Juan no antes del 140 AD. Permítanme subrayarles que estas fechas son conjeturales y que se han fijado lo más tempranamente posible. La primera mención histórica de los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas fue hecha por el padre cristiano Ireneo, por el año 190 AD. La única mención anterior de cualquiera de los evangelios fue hecha por Teófilo de Antioquia, que mencionó el evangelio de Juan en 180 AD.

No hay absolutamente nada que demuestre que estos evangelios - las únicas fuentes de autoridad en cuanto a la existencia de Cristo - fueron escritos antes de 150 años después de los acontecimientos que pretenden describir. Walter R. Cassels, el erudito autor de "Supernatural Religion", una de las obras más importantes que jamás se escribieran sobre los orígenes del cristianismo, dice: "Después de haber agotado la literatura y los testimonios pertinentes a este punto, no hemos encontrado ni un solo rastro claro de ninguno de esos evangelios durante el primer siglo y medio después de la muerte de Cristo". ¿Cómo pueden evangelios que no fueron escritos sino ciento cincuenta años después de cuando se supone que Cristo murió, y que no reposan en ningún testimonio confiable, tener el más ligero valor como evidencia de que él realmente vivió? La historia debe fundarse en documentos legítimos o pruebas vivientes. Si un hombre de la actualidad intentara escribir la vida de un supuesto personaje de hace cincuenta años, sin ningún documento histórico en el cual basar su narración, su obra no sería una historia, sino un romance. No se podría confiar ni en una sola afirmación de ella.

Se supone que Cristo debe haber sido judío, y que sus discípulos deben haber sido pescadores judíos. Por lo tanto, su lenguaje  y el de sus seguidores debe haber sido arameo, el lenguaje de Palestina en esa época. Pero los evangelios están escritos en griego - cada uno de ellos. Tampoco fueron traducidos de ningún otro idioma. Cada uno de los principales eruditos cristianos, desde Erasmo, hace cuatrocientos años, ha sostenido que, originalmente, los evangelios fueron escritos en griego. Esto demuestra que no fueron escritos por los discípulos de Cristo ni por ninguno de los primeros cristianos. Evangelios extranjeros, escritos por hombres desconocidos, en una lengua extranjera, varias generaciones después de la muerte de los que se supone conocían los hechos - tal es la evidencia que se tiene para demostrar que Jesús vivió.

Pero, aunque los evangelios fueron escritos varias generaciones demasiado tarde para ser de autoridad, los documentos originales, como estaban, no fueron preservados. Los evangelios que se escribieron en el siglo segundo ya no existen. Se perdieron o fueron destruidos. Se supone que los evangelios más antiguos que tenemos son copias de copias que se hicieron de aquellos evangelios. No sabemos quién hizo esas copias; no sabemos cuándo se hicieron; no sabemos si se hicieron honestamente. Entre los primeros evangelios y los más antiguos manuscritos existentes del Nuevo Testamento, hay un espacio en blanco de trescientos años. Por lo tanto, es imposible decir lo que contenían los evangelios originales.

Había muchos evangelios en circulación en los primeros siglos, y un gran número de ellos eran falsificaciones. Entre ellas estaban el "Evangelio de Pablo", el "Evangelio de Bartolomé", el "Evangelio de Judas Iscariote", el "Evangelio de los Egipcios", el "Evangelio de los Recuerdos de Pedro", los "Oráculos o Dichos de Cristo", y montones de otras producciones piadosas, una colección de las cuales todavía puede leerse en "El Nuevo Testamento Apócrifo". Oscuros hombres escribían evangelios y luego les adjuntaban los nombres de prominentes personajes cristianos para darles la apariencia de importancia. Se falsificaban obras dándoles nombres de los apóstoles y hasta el nombre de Cristo. Los más grandes maestros cristianos enseñaban que era una virtud engañar y mentir para gloria de la fe. El deán Milman, el historiador cristiano estándar, dice: "El fraude piadoso era admitido y reconocido". El Rev. Dr. Giles escribe: "No puede haber ninguna duda de que un gran número de libros se escribía sin ningún otro propósito que el de engañar". El profesor Robertson Smith dice: "Había una enorme masa flotante de literatura espúrea creada para amoldarse a los puntos de vista de los partidos". La iglesia primitiva estaba inundada de escritos religiosos espúreos. De esta masa de literatura, nuestros evangelios fueron seleccionados por sacerdotes y denominados palabra inspirada de Dios. ¿Fueron estos evangelios falsificados también? No hay ninguna certeza de que no lo hayan sido. Pero permítanme preguntar: Si Cristo era un personaje histórico, ¿por qué era necesario falsificar documentos para demostrar su existencia? ¿Pensó alguien jamás en falsificar documentos para demostrar la existencia de cualquier persona de la cual se sabía realmente que había vivido? Las falsificaciones de los primeros cristianos son un tremendo testimonio de la debilidad de la causa cristiana.

Espurio o genuino, veamos lo que pueden decirnos los evangelios sobre la vida de Jesús. Mateo y Lucas nos presentan la historia de su genealogía. ¿Cómo concuerdan? Mateo dice que hubo cuarentiuna generaciones desde Abraham hasta Jesús. Lucas dice que hubo cincuentiséis. ¡Pero ambos pretenden dar la genealogía de José, y ambos cuentan las generaciones! Y esto no es todo. Los evangelistas discrepan en todos los nombres, menos dos, entre David y Cristo. Estas inútiles genealogías muestran cuánto sabían los escritores del Nuevo Testamento sobre los antepasados de su héroe.

Si Jesús vivió, debe haber nacido. ¿Cuándo nació? Mateo dice que nació cuando Herodes era rey de Judea. Lucas dice que nació cuando Cirenio era gobernador de Siria. No podría haber nacido durante la administración de estos dos gobernantes, porque Herodes murió en el año 4 AC., y Cirenio, que en la historia romana es Quirino, no se convirtió en gobernador de Siria sino diez años más tarde. Herodes y Quirino están separados por el reinado entero de Arquelao, hijo de Herodes. Por lo tanto, entre Mateo y  Lucas hay una contradicción de por lo menos diez años en cuanto al tiempo del nacimiento de Cristo. El hecho es que los primeros cristianos no tenían absolutamente ningún conocimiento de cuándo nació Cristo. La Encyclopaedia Britannica dice: "Los cristianos cuentan ciento treinta y tres opiniones contrarias de diferentes autoridades en lo concerniente al año en que el Mesías apareció en la tierra". Piense en eso - ciento treinta y tres años diferentes, de cada uno de los cuales se dice que es el año en que Cristo llegó al mundo. ¡Qué magnífica certeza!

Hacia finales del siglo dieciocho, Antonmaria Lupi, un erudito judío, escribió una obra para demostrar que el nacimiento de Cristo ha sido atribuido a cada uno de los meses del año, en uno u otro momento.

¿Dónde nació Cristo? Según los evangelios, era llamado habitualmente Jesús de Nazaret. Los autores del Nuevo Testamento han tratado de dar la impresión de que Nazaret de Galilea era su patria chica. Los evangelios sinópticos hacen ver que treinta años de su vida transcurrieron allí. A pesar de esto, Mateo declara que nació en Belén como cumplimiento de una profecía en el libro de Miqueas. Pero la profecía de Miqueas no tiene absolutamente nada que ver con Jesús: profetiza la venida de un líder militar, no de un maestro divino. La aplicación de esta profecía a Cristo por parte de Mateo fortalece la sospecha de que su evangelio no es historia, sino romance. Lucas dice que su nacimiento ocurrió en Belén, a donde su madre había ido con su esposo para ser censados de acuerdo con la disposición de César Augusto. Del censo general mencionado por Lucas, nada se sabe en la historia romana. Pero supongamos que el tal censo se tomó. La costumbre romana, cuando se tomaba un censo, era que cada hombre debía informar su lugar de residencia. Sólo el cabeza de familia informaba. En ningún caso se requería que su esposa, ni ningún dependiente, estuviera con él. En vista de esta costumbre establecida, Lucas declara que José dejó su casa en Nazaret y cruzó dos provincias para ir a Belén para ser censado; y no sólo esto, sino que debía estar acompañado por su esposa, María, que estaba a punto de ser madre. Esto seguramente no es historia, sino fábula. La historia de que Cristo nació en Belén era una parte necesaria del programa que lo convirtió en Mesías y descendiente del rey David. El Mesías debía nacer en Belén, la ciudad de David; y por lo que Renan llama un rodeo, se hizo que su nacimiento tuviera lugar allí. La historia de su nacimiento en la ciudad real es claramente ficticia.

Su hogar era Nazaret. Era llamado "Jesús de Nazaret"; y se dice que allí vivió hasta los años finales de su vida. Ahora viene la pregunta: ¿Había una ciudad de Nazaret en esa época? La Enciclopedia Bíblica, una obra escrita por teólogos, la más importante obra de referencia de habla inglesa, dice: "No podemos aventurarnos a afirmar positivamente que hubo una ciudad de Nazaret en tiempo de Jesús". ¡No hay ninguna certeza de que hubo una ciudad de Nazaret! ¡No sólo son imaginarios los supuestos hechos de la vida de Cristo, sino que, hasta donde sabemos,  la ciudad de su nacimiento, juventud y adultez existió sólo en el mapa de la mitología! ¡Qué asombrosa evidencia para demostrar la realidad de un hombre divino! ¡Absoluta ignorancia en cuanto a sus ancestros; no se sabe nada en absoluto del tiempo de su nacimiento, y hasta la existencia de la ciudad en que se dice que nació es un asunto de grave cuestionamiento!

Después de su nacimiento, Jesús se desvanece de la existencia, por decirlo así, y con la excepción de un solo incidente registrado en Lucas, no oímos decir absolutamente nada de él sino hasta que alcanza la edad de treinta años. El relato de que fue hallado debatiendo con los doctores en el templo de Jerusalén cuando sólo tenía doce años de edad sólo es contado por Lucas. Los otros evangelios son completamente ignorantes de esta discusión; exceptuando este solo incidente, los cuatro evangelios mantienen un silencio ininterrumpido con respecto a treinta años de la vida de su héroe. ¿Qué significa este silencio? Si los escritores de los evangelios conocían los hechos de la vida de Cristo, ¿por qué no dicen absolutamente nada de treinta años de esa vida? ¿Qué personaje histórico puede ser nombrado cuya vida durante treinta años es un absoluto espacio en blanco para el mundo? Si Cristo era la encarnación de Dios, si fue el más grande maestro que el mundo ha conocido, si vino a salvar a la humanidad del dolor sempiterno - ¿no hubo nada que valiera la pena recordar durante los primeros treinta años de su existencia entre los hombres? El hecho es que los evangelistas no se enteraron de la vida de Jesús antes de su ministerio; y se abstuvieron de inventar una niñez, una adolescencia y una temprana adultez para él porque no era necesario para sus propósitos.

Sin embargo, Lucas se desvió de la regla del silencio el tiempo suficiente para describir el incidente del templo. Se ha demostrado que la historia del debate con los doctores es un mito por todas las circunstancias que la rodean. La afirmación de que su madre y su padre salieron de Jerusalén creyendo que estaba con ellos; que anduvieron todo un día de viaje antes de descubrir que no estaba en su compañía, y que, después de buscar por tres días, lo hallaron en el templo haciendo y contestando preguntas de los eruditos doctores abarca una serie de improbabilidades. Añádase a esto el hecho de que el incidente está sólo en Lucas, rodeado por un período de silencio que abarca treinta años; añádase además que ninguno de los otros escritores han dicho ni una sola palabra sobre el niño Jesús debatiendo con los eruditos de su nación; y añádase nuevamente la improbabilidad de que un niño apareciera ante hombres de rostros graves en el papel de campeón intelectual, y el fabuloso personaje de la historia se vuelve perfectamente claro.

Los evangelios no saben nada de treinta años de la vida de Cristo. ¿Qué saben ellos de los últimos años de esa vida? ¿Por cuánto tiempo continuó el ministerio, la carrera pública, de Cristo? De acuerdo con Mateo, Marcos y Lucas, la vida pública de Cristo duró aproximadamente un año. Si hemos de creerle al evangelio de Juan, el ministerio de Cristo duró como tres años. Los sinópticos enseñan que la obra pública de Cristo se limitó casi enteramente a Galilea, y que fue a Jerusalén sólo una vez, no mucho tiempo antes de su muerte. Juan está desesperadamente en desacuerdo con los otros evangelistas en cuanto al escenario de las actividades de Cristo. Juan sostiene que la mayor parte de la vida pública de Cristo transcurrió en Judea, y que estuvo en Jerusalén muchas veces. Ahora bien, entre Galilea y Jerusalén estaba la provincia de Samaria. Si el ministerio de Cristo, menos las últimas pocas semanas, transcurrió en su nativa provincia de Galilea, es seguro que la mayor parte de ese ministerio no transcurrió en Judea, que estaba a una distancia de dos provincias.

Juan nos dice que el incidente en que Cristo expulsó del templo a los cambistas ocurrió al principio del ministerio de Cristo; y nada se dice de ninguna consecuencia seria que surgiera de ese incidente. Pero Mateo, Marcos y Lucas declaran que la purificación del templo tuvo lugar al final de su carrera, y que este acto atrajo sobre él la ira de los sacerdotes, que buscaban destruirlo. A causa de estos hechos, la Enciclopedia Bíblica nos asegura que el orden de los acontecimientos en la vida de Cristo, como lo presentan los evangelistas, es contradictorio e indigno de confianza; que el marco cronológico de los evangelios no tiene ningún valor, y que los hechos "demuestran demasiado claramente con qué desinterés por la precisión histórica escribieron los evangelistas". En otras palabras, Mateo, Marcos, Lucas y Juan escribieron, no lo que sabían, sino lo que imaginaron.

Se dice que Cristo estuvo muchas veces en Jerusalén. Se decía que predicaba diariamente en el templo. Era seguido por sus doce discípulos y por multitudes de entusiastas hombres y mujeres. Por una parte, la gente exclamaba hosannas en su honor, y por otra, los sacerdotes entablaban discusiones con él y procuraban quitarle la vida. Todo esto demuestra que debe haber sido bien conocido por las autoridades. En realidad, debe haber sido uno de los hombres más conocidos en Jerusalén. ¿Por qué, pues, era necesario que los sacerdotes sobornaran a uno de sus discípulos para que lo traicionara? Sólo un hombre oscuro, cuya identidad fuese incierta, o un hombre que se ocultase, necesitaría ser traicionado. Un hombre que aparecía diariamente en las calles, que predicaba diariamente en el templo, un hombre que constantemente estaba ante los ojos del público, podría haber sido arrestado en cualquier momento. Los sacerdotes no habrían sobornado a un hombre para que traicionase a un maestro a quien todo el mundo conocía. Si los relatos de la traición de Cristo son verdaderos, todas las afirmaciones sobre sus apariciones en público en Jerusalén tienen que ser falsas.

Nada podría ser más improbable que la historia de la crucifixión de Cristo. La civilización de Roma era la más elevada en el mundo. Los romanos eran los mejores abogados que el mundo haya conocido jamás. Sus tribunales eran modelos de orden y equidad. Un hombre no era condenado sin juicio; no era entregado al verdugo antes de ser hallado culpable. ¡Y sin embargo, se nos pide que creamos que un hombre inocente fue llevado ante un tribunal romano, donde Poncio Pilatos era juez; que, no habiendo ninguna acusación de delito contra él, el juez declaró que lo había hallado inocente; que la plebe gritaba "¡Crucifícale, crucifícale!" y que, para aplacar al populacho, Pilatos ordenó que el hombre que  no había cometido ningún delito y que había sido hallado inocente, fuera azotado y luego entregado a los verdugos para ser crucificado! Es impensable que el oficial de un tribunal romano, en los días de Tiberio César, habiendo hallado a un hombre inocente y habiendo hecho esfuerzos para salvarle la vida, lo torturara por su propia iniciativa, y luego lo entregara a una multitud que aullaba, para finalmente ser clavado en una cruz. ¿Un tribunal romano hallaba a un hombre inocente y luego lo crucificaba? ¿Es esa una imagen de la civilizada Roma? ¿Es esa la Roma a la cual el mundo debe sus leyes? Al leer la historia de la crucifixión, ¿estamos leyendo historia o ficción religiosa? Seguramente no es historia.

En la teoría de que Cristo fue crucificado, ¿cómo explicaremos el hecho de que, durante los primeros ocho siglos de la evolución del cristianismo, el arte cristiano representaba a un cordero, no a un hombre, como sufriente en la cruz para la salvación del mundo? Ni las pinturas en las catacumbas ni las escrituras en las tumbas cristianas representan a una figura humana en la cruz. Por todas partes, aparece un cordero como símbolo cristiano  - un cordero llevando una cruz, un cordero al pie de una cruz, un cordero en una cruz. Algunas figuras mostraban al cordero con cabeza, hombros y brazos humanos, sosteniendo una cruz en las manos - el cordero de Dios en proceso de asumir la forma humana - el mito de la crucifixión convirtiéndose en realidad. A finales del siglo octavo, el papa Adriano I, confirmando el decreto del sexto Sínodo de Constantinopla, ordenó que, de allí en adelante, la figura de un hombre debía tomar el lugar de un cordero en la cruz. Le tomó al cristianismo ochocientos años desarrollar el símbolo de su Salvador sufriente. Durante ochocientos años, el Cristo en la cruz fue un cordero. Pero, si Cristo fue realmente crucificado, ¿por qué su lugar en la cruz fue usurpado por un cordero durante tanto tiempo? A la luz de la historia y la razón, y en vista de un cordero en la cruz, ¿por qué debemos creer en la crucifixión?

Y preguntémosnos: Si Cristo hacía los milagros que describe el Nuevo Testamento, si daba vista a los ojos de los ciegos, si su toque mágico traía vigor juvenil al esqueleto paralítico, si a sus órdenes los muertos putrefactos regresaban a la vida y amaban nuevamente - ¿por qué querría crucificarlo la gente? ¿No es asombroso que un pueblo civilizado - porque los judíos de esa época eran civilizados - estaba tan lleno de odio asesino hacia un hombre amable que iba haciendo el bien, que predicaba el perdón, sanaba leprosos y resucitaba muertos - que el pueblo no pudiera aplacarse sino hasta que hubiesen crucificado el más noble benefactor de la humanidad? Nuevamente preguntamos - ¿Es esto historia o ficción?

Desde el punto de vista de los supuestos hechos, el relato de la crucifixión de Cristo es tan imposible como la resurrección de Lázaro desde el punto de vista de la naturaleza. La simple verdad es que los cuatro evangelios son históricamente inútiles. Abundan en contradicciones, en lo irrazonable, lo milagroso y lo monstruoso. No hay en ellos ni una sola cosa en la cual se pueda confiar como verdadera, mientras que hay mucho en ellos que sabemos de cierto que es falso.

Los relatos del nacimiento virginal de Cristo, el relato de la alimentación de cinco mil personas con cinco panes y dos peces, el del sanamiento del leproso, el del caminar sobre el agua, resucitar muertos, y de su propia resurrección después de que su vida había sido destruida son tan falsos como cualesquiera historias que jamás se hayan contado en este mundo. El elemento milagroso en los evangelios es prueba de que fueron escritos por hombres que no sabían cómo escribir historia, o que no eran exigentes en cuanto a la verdad de lo que escribían. Los milagros de los evangelios fueron inventados por credulidad o astucia, y si los milagros fueron inventados, ¿cómo podemos saber que la historia completa de Cristo no fue tejida de la deformación y perversión de la imaginación? El Dr. Paul W. Schmiedel, profesor de exégesis del Nuevo Testamento en Zurich, Suiza, uno de los más distinguidos teólogos de Europa, nos dice en la Enciclopedia Bíblica, que sólo hay nueve pasajes en los evangelios en los cuales podemos confiar en relación con los dichos de Jesús; y el profesor Arthur Drews, de Alemania, el mayor exponente de la doctrina de que Cristo es un mito, analiza estos pasajes y muestra que no hay nada en ellos que no haya podido ser inventado fácilmente. Que estos pasajes son tan antihistóricos como el resto es también el argumento de John M. Robertson, el eminente erudito inglés, que sostiene que Jesús nunca vivió.

Permítaseme hacer una alarmante revelación. Permítanme decirles que el Nuevo Testamento mismo contiene la prueba más fuerte posible de que el Cristo de los evangelios no fue un personaje real. El testimonio de las epístolas de Pablo demuestra que la historia de la vida de Jesús es un invento. Por supuesto, no hay ninguna certeza de que Pablo haya vivido realmente. Permítaseme citar un pasaje de la Enciclopedia Bíblica relacionado con Pablo: "Es verdad que la imagen de Pablo trazada en tiempos posteriores difiere del original completamente en más o en menos detalles. La leyenda se ha convertido en el amo de su persona. La simple verdad ha sido mezclada con la invención; Pablo se ha convertido en el héroe de un grupo de admiradores de los cristianos más desarrollados". Así, pues, la autoridad cristiana admite que la invención ha hecho su trabajo al fabricar, al menos en parte, la vida de Pablo. A la verdad, los más capacitados eruditos cristianos rechazan como espurias todas menos cuatro de las epístolas paulinas. Algunos sostienen que Pablo no fue el autor de ninguna de ellas. La existencia misma de Pablo es cuestionable.

Pero, para el propósito de mi argumento, admitiré que Pablo vivió realmente; que era un apóstol celoso; y que todas las epístolas salieron de su pluma. Hay trece de estas epístolas. Algunas son largas y se reconoce que son los más antiguos escritos cristianos. Fueron escritas antes de los evangelios. Si Pablo realmente las escribió, fueron escritas por un hombre que vivía en Jerusalén cuando se suponía que Cristo estaba enseñando allí. Ahora bien, si los hechos de la vida de Cristo eran conocidos en el siglo primero del cristianismo, Pablo es uno de los que deben haberlos conocido plenamente. Pero Pablo admite que él nunca vio a Jesús; y sus epístolas prueban que no sabía nada de la vida de él, sus obras o sus enseñanzas.

En todas las epístolas de Pablo, no hay ni una sola palabra acerca del nacimiento virginal de Cristo. El apóstol es absolutamente ignorante de la manera maravillosa en que se dice que Jesús llegó al mundo. Para este silencio, sólo puede haber una explicación honesta - la historia del nacimiento virginal todavía no se había inventado cuando Pablo escribió. Una gran porción de los evangelios está dedicada a relatos de los milagros que se dice que Cristo efectuó. Pero usted buscará en vano en todas las trece epístolas de Pablo el más ligero indicio de que Cristo hizo milagros alguna vez. ¿Es concebible que Pablo estuviera familiarizado con los milagros de Cristo - que supiera que Cristo había limpiado leprosos, echado fuera demonios que podían hablar, restaurado la vista a los ciegos y el habla a los mudos, y hasta resucitado muertos - es concebible que Pablo estuviera enterado de estas cosas maravillosas y que, sin embargo, no escribiera ni una sola línea sobre ellas? Nuevamente, la única solución es que los relatos de los milagros efectuados por Jesús todavía no se habían inventado, cuando las epístolas de Pablo no se habían escrito todavía.

Pablo, no sólo guarda silencio acerca del nacimiento virginal y los milagros de Jesús, sino que no tiene ni el más ligero conocimiento de las enseñanzas de Jesús. El Cristo de los evangelios predicó un famoso sermón en un monte; Pablo no sabe nada de eso. Cristo pronunció una oración que ahora es recitada por el mundo cristiano; Pablo nunca oyó hablar de ella. Cristo enseñaba en parábolas; para Pablo, cualquiera de ellas es desconocida. ¿No es esto asombroso? Pablo, el más grande escritor del cristianismo primitivo, el hombre que hizo más que ningún otro para establecer la religión cristiana - es decir, si hemos de confiar en las epístolas - es absolutamente ignorante de las enseñanzas de Cristo. En todas las trece epístolas, no cita ni una sola vez un solo dicho de Jesús.

Pablo era misionero. Salía a hacer conversos. Si las enseñanzas de Cristo hubieran sido conocidas por él, es impensable que no hubiese hecho uso de ellas en su propaganda. ¿Puede usted creer que un misionero cristiano iría a China y trabajara por muchos años para ganar conversos para la religión de Cristo, y nunca, ni una sola vez, mencionara el Sermón del Monte, nunca susurrara ni una sola palabra acerca del Padrenuestro, nunca contara la historia de una de las parábolas, y permaneciera tan silencioso como una tumba acerca de los preceptos de su maestro? ¿Qué han estado enseñando las iglesias durante todos los siglos cristianos si no son estas mismas cosas? ¿No están las iglesias de hoy predicando continuamente acerca del nacimiento virginal, los milagros, las parábolas, y los preceptos de Jesús? ¿Y no constituyen estas características el cristianismo? ¿Hay alguna vida de Cristo aparte de estas cosas? ¿Por qué, pues, Pablo no sabe nada de ellas? No hay sino una sola respuesta: El nacimiento virginal, la ejecución de milagros, la predicación sobre Cristo eran desconocidos para el mundo de los días de Pablo. Es decir, ¡todavía no se había inventado!

El Cristo de Pablo y el Jesús de los evangelios son dos seres enteramente diferentes. El Cristo de Pablo es poco más que una idea. No hay ninguna historia de su vida. No era seguido por multitudes. No hizo ningún milagro. No predicó nada. El Cristo que Pablo conoció fue el que vio en visión en el camino a Damasco - una aparición, un fantasma, no un ser humano vivo, que predicó y trabajó entre los hombres. El Cristo-visión, este verbo fantasmal, fue después traído a la tierra por los que escribieron los evangelios. Se le dio por padre a un Espíritu Santo y por madre a una virgen. Se le hizo predicar, que hiciera milagros asombrosos, que sufriera una muerte violenta, aunque era inocente, y que se levantara triunfante de la tumba y ascendiera al cielo nuevamente. Tal es el Cristo del Nuevo Testamento - primero un espíritu, y más tarde un hombre nacido milagrosamente, que hacía milagros, que es amo de la muerte y al cual la muerte no puede someter.

En la iglesia primitiva, un gran cuerpo de opinión negaba la realidad de la existencia física de Cristo. En su "Historia del Cristianismo", Dean Milman escribe: "Las sectas gnósticas negaban que Cristo hubiera nacido en absoluto o que hubiese muerto", y Mosheim, el más grande historiador eclesiástico de Alemania, dice: "El Cristo del cristianismo primitivo no era un ser humano, sino una "aparición", una ilusión, un personaje en milagros, no en la realidad - un mito.

Los milagros no suceden. Los relatos de milagros son falsos. Por lo tanto, los documentos en los cuales los relatos milagrosos se entrelazan con hechos supuestos no son dignos de confianza, porque los que inventaron el elemento milagroso podrían también inventado fácilmente la parte que era natural. Los hombres son comunes, los Dioses son raros; por consiguiente, es por lo menos tan fácil inventar la biografía de un hombre como la historia de un Dios. Por esta razón, la historia entera de Cristo - el elemento humano así como el divino - no tiene validez legítima alguna para ser considerada verdadera. Si los milagros son ficticios, Cristo es un mito. Dijo el deán Farrar: "Si los milagros son increíbles, el cristianismo es falso". El obispo Westcott escribió: "La esencia del cristianismo reside en un milagro; y si puede demostrarse que un milagro es imposible o increíble, toda ulterior búsqueda de detalles de su historia es superflua". No sólo son increíbles los milagros, sino que la uniformidad de la naturaleza los declara imposibles. Los milagros se han ido: el Cristo milagroso no puede permanecer.

Si Cristo vivió, si era un reformador, si llevó a cabo maravillosas obras que atrajeron la atención de las multitudes, si entró en conflicto con las autoridades y fue crucificado - ¿cómo explicaremos el hecho de que la historia ni siquiera ha registrado su nombre? La época en que se dice que vivió fue una de eruditos y pensadores. En Grecia, Roma y Palestina, había filósofos, historiadores, poetas, oradores, juristas y estadistas. Todo hecho de importancia era anotado por mentes interesadas e inquisitivas. Algunos de los más grandes escritores que la raza judía ha producido vivieron en esa época. Y, sin embargo, en todos los escritos de ese período no hay ni una sola línea, ni una sola palabra, ni una sola letra acerca de Jesús. Grandes escritores escribieron extensamente sobre incidentes de menor importancia, pero ninguno de ellos escribió ni una palabra acerca del personaje más poderoso que alguna vez apareciera en la tierra - un hombre a cuya orden los leprosos sanaban; un hombre que alimentó a cinco mil personas con un morral lleno de pan; un hombre cuya palabra desafió la tumba y dio vida a los muertos.

John E. Remsburg, en su obra erudita sobre "El Cristo", compiló una lista de cuarenta y dos escritores que vivieron y escribieron durante el tiempo o dentro del período después del tiempo de Cristo, y ninguno de ellos lo mencionó jamás.

Filón, uno de los escritores más renombrados que ha producido la raza judía, nació antes del principio de la Era Cristiana y vivió muchos años después del tiempo en que se supone que Cristo murió. Su hogar quedaba en o cerca de Jerusalén, donde se dice que Jesús predicó, fue crucificado, y resucitó de entre los muertos. Si Jesús hubiera hecho estas cosas, los escritos de Filón seguramente habrían contenido algún registro de su vida. Pero, este filósofo, que debe haber estado familiarizado con la matanza de los inocentes por parte de Herodes, y con las predicaciones, los milagros y la muerte de Jesús, si éstas hubiesen ocurrido; que escribió un relato de los judíos, que cubría este período, y comentó las mismas cosas que se dice estaban cerca del corazón de Cristo, nunca menciona el nombre del reputado Salvador del mundo, ni ninguna obra conectada con él.

En los años finales del siglo primero, Josefo, el celebrado historiador judío, escribió su famosa obra sobre "Las Antigüedades de los Judíos". En esta obra, el historiador no hace ninguna mención de Cristo, y por doscientos años después de la muerte de Josefo, el nombre de Cristo no apareció en su historia. En ese tiempo, no había prensas. Los libros se multiplicaban copiándolos. Por lo tanto, era fácil añadir o cambiar lo que un autor había escrito. A la iglesia le parecía que Josefo debía reconocer a Cristo, y al historiador difunto se le hizo que lo hiciera. En el siglo cuarto, apareció una copia de "Las Antigüedades de los Judíos", que incluía este pasaje: "Ahora bien, existió por este tiempo Jesús, un hombre sabio, si es correcto llamarlo hombre, pues fue autor de obras maravillosas; un maestro de hombres que estuvieran dispuestos a recibir la verdad con placer. Atraía a muchos, tanto judíos como gentiles. Era el Cristo; y cuando Pilatos, a sugerencia de los principales entre nosotros, lo había condenado a la cruz, los que lo amaron al principio no le abandonaron; pues se les apareció vivo nuevamente al tercer día, como los divinos profetas habían predicho estas y otras diez mil cosas maravillosas concernientes a él; y la tribu de cristianos, llamados así en honor a él, no se ha extinguido hasta el día de hoy".

Tal es la celebrada referencia a Cristo en la obra de Josefo. Una falsificación más descarada no se perpetró jamás. Por más de doscientos años, los padres cristianos que estaban familiarizados con las obras de Josefo no supieron nada de este pasaje. Si este pasaje hubiera estado en las obras de Josefo que ellos conocían, Justino Mártir, Tertuliano, Orígenes y Clemente de Alejandría habrían estado ansiosos de lanzarlo al rostro de sus oponentes judíos en sus muchas controversias. Pero no existía. De hecho, Orígenes, que conocía bien a Josefo, afirmó expresamente que Josefo no había reconocido a Cristo. Este pasaje apareció primero en los escritos del padre cristiano Eusebio, el primer historiador del cristianismo, a principios del siglo cuarto, y se cree que fue su autor. Eusebio, que no sólo abogaba por el fraude en interés de la fe, sino que también se sabe que manipuló pasajes en las obras de Josefo y varios otros autores, introduce este pasaje en su "Demostración Evangélica" (Libro III, p. 124), con estas palabras: "Ciertamente, los testimonios que he presentado concernientes a nuestro Salvador pueden ser suficientes. Sin embargo, puede que no sea inoportuno si, por encima de todo, usamos al judío Josefo como testigo adicional".

Todo demuestra la naturaleza espuria del pasaje. Está escrito en el estilo de Eusebio, no en el de Josefo. Josefo era un escritor voluminoso. Escribía extensamente acerca de hombres de poca importancia. Por consiguiente, la brevedad de esta referencia a Cristo es un fuerte argumento a favor de su falsificación. Este pasaje interrumpe la narración. No tiene nada que ver con lo que lo precede ni con lo que lo sigue; y su posición demuestra claramente que el texto del historiador ha sido separado por una mano posteriormente para hacerle espacio. Josefo era judío - sacerdote de la religión de Moisés. Este pasaje hace que Josefo reconozca la divinidad, los milagros, y la resurrección de Cristo - es decir, ¡hace que un judío ortodoxo hable como un cristiano creyente! No es posible que Josefo haya escrito estas palabras sin sentirse lógicamente compelido a abrazar el cristianismo. Todos los argumentos de la historia y la razón se unen en la prueba concluyente de que el pasaje es una desvergonzada falsificación.

Por estas razones, todos los cristianos eruditos y honestos han abandonado este pasaje por considerarlo una interpolación. El deán Milman dice: "Ha sido interpolado, junto con muchas cláusulas adicionales". El deán Farrar, escribiendo en la Encyclopedia Britannica, dice: "Ningún crítico, en su sano juicio, puede creer que Josefo escribió el pasaje entero, tal como ahora existe". El obispo Warburton lo denunció como "una grosera falsificación y también muy estúpida". La Encyclopedia de Chambers dice: "Se acepta generalmente que el famoso pasaje de Josefo es una interpolación".

En los "Anales" del historiador romano Tácito, hay otro pasaje corto que habla de "Christus" como el fundador de un partido llamado Cristianos - un cuerpo de personas" aborrecidas por sus crímenes". Estas palabras ocurren en el relato de Tácito sobre el incendio de Roma. La evidencia a favor de este pasaje no es mucho más fuerte que la evidencia a favor del pasaje de Josefo. No es citado por ningún escritor antes del siglo quince; y cuando era citado, había una sola copia de "Anales" en el mundo; y se suponía que esa copia había sido hecha en el siglo octavo - seiscientos años después de la muerte de Tácito. Los "Anales" se publicaron entre 115 y 117 A.D., casi un siglo después del tiempo de Jesús - así que el pasaje, aunque sea genuino, no probaría nada en cuanto a Jesús.

El nombre "Jesús" era tan común entre los judíos como William o George entre nosotros. En los escritos de Josefo, hallamos relatos de varios Jesús. Uno era Jesús, hijo de Safias, el fundador de una pandilla sediciosa de marineros; otro era Jesús, el capitán de los ladrones cuyos seguidores huyeron cuando oyeron hablar de su arresto; otro Jesús más era un monomaníaco que, por siete años, anduvo por Jerusalén, exclamando: "¡Ay, ay, ay de Jerusalén", que fue maltratado y golpeado muchas veces, pero no ofreció resistencia, y finalmente fue muerto con una piedra durante el sitio de Jerusalén.

La palabra "Cristo", el equivalente de la palabra hebrea "Mesías", no era un nombre personal; era un título; significaba "el ungido".

Los judíos esperaban un Mesías, un exitoso líder político, que restauraría la independencia de su nación. Josefo nos habla de muchos hombres que se hicieron pasar por Mesías, a quien seguía un grupo de gente, y fueron ejecutados por los romanos por razones políticas. Uno de estos Mesías, o Cristos, un profeta samaritano, fue ejecutado bajo Poncio Pilatos; y tan grande fue la indignación de los judíos, que Pilatos hubo de ser reclamado por el gobierno de Roma.

Estos hechos son de tremenda importancia. Mientras que el Jesucristo del cristianismo es desconocido para la historia, la época en que se dice que vivió era una en que muchos hombres llevaban el nombre de "Jesús" y muchos líderes políticos asumieron el título de "Cristo". Todos los materiales necesarios para la fabricación de la historia de Cristo existían en esa época. En todos los países antiguos, se creía que divinos Salvadores habían nacido de vírgenes, predicado una nueva religión, hecho milagros, sido crucificados como expiación por los pecados de la humanidad, resucitado de la tumba y ascendido al cielo. Todo lo que se suponía que Jesús había enseñado estaba en la literatura de la época. En la historia de Cristo, no hay ninguna idea nueva, como Joseph McCabe ha mostrado en su libro "Fuentes de la Moralidad en los Evangelios", y John M. Robertson en su libro "Cristos Paganos".

"Pero", dice el cristiano, "Cristo es un personaje tan perfecto que no podría haber sido inventado". Esto es un error. Los evangelios no presentan un personaje perfecto. El Cristo de los evangelios aparece como artificial por las numerosas contradicciones en su carácter y sus enseñanzas. Favorecía la espada, y no la favorecía; les decía a los hombres que amaran a sus enemigos, y aconsejaba odiar a sus amigos; predicaba la doctrina del perdón, y llamaba a los hombres generación de víboras; se anunciaba como juez del mundo, y declaraba que no juzgaría a nadie; enseñaba que poseía todo poder, pero no podía hacer milagros donde la gente no creía; era representado como Dios, pero no titubeó en declarar: "El Padre y yo somos uno", pero en el dolor y la oscuridad de la cruz, se le hace exclamar en su angustia: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". ¡Y cuán singular es que estas palabras, reportadas como expresión moribunda de un Cristo desilusionado, no sólo deberían ser contradichas por dos evangelistas, sino que deberían ser una cita del Salmo veintidós!

Si hay un momento en que el habla de un hombre es original, es cuando, en medio de la agonía y la desesperación, mientras su corazón se quebranta bajo la carga de la derrota y la frustración, deja escapar un grito de dolor desde lo más profundo de su alma herida, con el último aliento que le queda antes de que las frías olas de la muerte sumerjan para siempre su devastada vida. ¡Pero, en los labios del Cristo que expiraba son puestas, no las sentidas palabras de un moribundo, sino una cita de la literatura de su raza!

Un ser con estas contradicciones, estas transparentes irrealidades de su carácter, difícilmente podría haber sido real.

Y si Cristo, con todo lo que es milagroso e imposible en su naturaleza, no podría haber sido inventado, ¿qué diremos de Otelo, de Hamlet, o Romeo? ¿No viven sobre el escenario los maravillosos personajes de Shakespeare? ¿No despiertan nuestra admiración su naturalidad, su consistencia, su humana grandeza? ¿Y no es con dificultad que creemos que son hijos de la imaginación? Haciendo a un lado lo milagroso en la historia del héroe judío, ¿no es el carácter de Jean Valjean tan profundo, elevado, amplio, rico en su humanidad, tierno en su patetismo, sublime en su heroísmo, y tan conmovedoramente resignado a las crueldades del destino como el carácter de Jesús? ¿Quién ha leído la historia de ese hombre maravilloso sin emocionarse? ¿Y quién lo ha seguido en sus últimos días con los ojos secos? Y sin embargo, Jean Valjean nunca vivió y nunca murió; no era un hombre real, sino la personificación de la virtud sufriente nacida del refulgente cerebro de Víctor Hugo. ¿No ha llorado usted viendo a Sydney Carton disfrazarse y poner su cuello bajo la ensangrentada hoja de la guillotina para salvar la vida de Evremonde? Pero Sydney Carton no era un ser humano de verdad; es el heroico y sacrificado espíritu de la humanidad vestido en forma humana por el genio de Charles Dickens.

¡Sí, el carácter de Cristo pudo haber sido inventado! La literatura del mundo está llena de personajes inventados; y las vidas imaginarias de hombres y mujeres de ficción captarán por siempre el interés de la mente y mantendrán el corazón embelesado. Pero, ¿cómo explicar el cristianismo si Cristo no hubiese vivido? Permítanme hacer otra pregunta. ¿Cómo explicar el Renacimiento, la Reforma, la Revolución Francesa o el Socialismo? Ninguno de estos movimientos fue creado por un individuo. Crecieron. El cristianismo creció. La Iglesia Cristiana es más antigua que los más antiguos escritos cristianos. Cristo no produjo la iglesia. La iglesia produjo la historia de Cristo.

El Jesucristo de los evangelios no podría haber sido una persona de verdad. Es una combinación de elementos imposibles. Puede haber vivido en Palestina, hace diecinueve siglos, un hombre cuyo nombre era Jesús, que iba haciendo el bien, que era seguido por admirados discípulos, y que finalmente encontró una muerte violenta. Pero de esta persona imposible, no se escribió ni una sola línea mientras vivió, y de su vida y carácter el mundo actual no sabe absolutamente nada. Este Jesús, si es que vivió, era un hombre; y, si fue un reformador, no fue sino uno de muchos que han vivido y muerto en todas las épocas del mundo. Cuando el mundo haya aprendido que el Cristo de los evangelios es un mito, que el Cristo es falso, volverá su atención de las ficciones religiosas del pasado a los problemas vitales de la actualidad y procurará resolverlos para el mejoramiento del bienestar de los hombres y las mujeres de verdad que conocemos y a los cuales deberíamos ayudar y amar.

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