¿HAY VIDA DESPUÉS
DEL ADVENTISMO?


Reflexiones sobre un viaje personal

Jerry A. Gladson, Ph. D.

Traducido de Proclamation!
Marzo-Abril de 2001


"Permítame hacerle una pregunta personal", dijo Alice, mirándome a los ojos. Estando acostumbrado a toda clase de preguntas, muchas de ellas personales, por años de enseñar a inquisitivos estudiantes de escuela preparatoria, me sentía confiado de que podía manejar cualquier cosa que ella lanzara en mi dirección. Alice había ingresado a mi congregación recientemente después de años de buscar la iglesia apropiada para ella. Ávida lectora, había devorado de una sola sentada mi libro "Viaje de un teólogo, del adventismo del séptimo día a la corriente principal del cristianismo" (1), la historia de mi propia lucha con la iglesia adventista del séptimo día. Reuní mis pensamientos y guardé silencio, preguntándome cuál podría ser su pregunta.

"¿Ha sacado usted el adventismo completamente de su sistema?"

La pregunta me tomó completamente por sorpresa. ¡Nadie me había preguntado eso jamás! Velozmente, mi mente recorrió la década transcurrida desde que yo había abandonado la Iglesia Adventista. Me di cuenta de que su pregunta tenía que ver con recuperación, la clase de pregunta que uno podría hacerle a un alcohólico que se recupera. Yo era un adventista "en recuperación". La pregunta nacía de la profunda sospecha - hasta el temor - que alberga la mayoría de los cristianos acerca de la Iglesia Adventista. ¿Es una secta? ¿Es verdaderamente cristiana? ¿Socavará mi fe?

Recordé un incidente que ocurrió unos diez años antes, poco después de que yo fui presionado para que saliera del ministerio adventista. Mientras caminaba por un gran centro comercial de Atlanta, de repente, sin previo aviso, la ira invadió mi mente consciente como un torrente furioso e incontrolable. "¡Cómo te atreves!", dije en voz alta, como si hablara cara a cara con uno de los dirigentes de la iglesia adventista que abruptamente había puesto fin a mi vida adventista, haciendo que los transeúntes se quedaran mirándome asombrados y sin entender. Mi esposa, Laura, y yo habíamos luchado durante la mayor parte de la década de 1980, mientras yo enseñaba religión en lo que ahora es Southern Adventist University [Universidad Adventista del Sur], para encontrar la manera de funcionar dentro del autoritario sistema adventista mientras me abría camino a través de la siempre creciente marisma del dilema político y teológico adventista. No resultó. En 1987, bajo la presión de los dirigentes adventistas, abandoné mi empleo con los adventistas - después de veintidós años - y me mudé a Atlanta para ocupar un puesto en el Psychological Studies Institute [Instituto de Estudios Psicológicos].

Suponiendo ingenuamente, aun entonces, que todavía podía encontrar un lugar útil dentro del adventismo después de haber sido exiliado del sistema educativo de la denominación, pronto descubrí la completa imposibilidad de ese sueño. Ahora un paria, era un intocable, por decirlo así, alguien que sólo podía esperar vivir de las migajas que caían al piso de la mesa adventista. Finalmente, enfrenté los hechos y me di cuenta de que ya no había lugar para mí dentro del adventismo; comencé a buscar una nueva comunidad cristiana. Tuve suerte. Pronto encontré la United Church of Christ [Iglesia Unida de Cristo], una denominación cristiana ecuménica que aprecia el derecho de cada individuo a descubrir su propio camino teológico. Más tarde, también me uní a la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo), otra denominación que afirma la autonomía personal. En la actualidad, soy ministro ordenado en ambas iglesias.

Dentro de estas nuevas comunidades cristianas, inicié el largo viaje hacia la recuperación espiritual y encontrar respuesta a la pregunta: ¿Hay vida después del adventismo? Es esta pregunta lo que preocupa a muchos adventistas desilusionados y o les mantiene dentro de la iglesia adventista, si bien en los "márgenes", o les impide emigrar a otros cuerpos religiosos. Los adventistas stán programados para creer que cualquier otra comunidad religiosa de alguna manera es defectuosa, si no es que conduce a confusión por derecho propio. Ambular hacia otra comunidad de fe es aliarse con la Babilonia mística, la "morada de demonios, albergue de toda ave inmunda" (Apoc. 18:2). Los que lo hacen son condenados, a menos que se vuelvan, se retracten, y regresen. Así lo ha enseñado la iglesia históricamente, y esta creencia, en una forma u otra, ha sido absorbida por la psique de la mayoría de los adventistas. Esta creencia mantiene instintivamente dentro del adventismo a muchos que, de otro modo, buscarían un clima espiritual más saludable.

Desde 1980, sin embargo, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha experimentado un fenómeno que no había conocido nunca antes: deserciones en gran escala. No se han compilado estadísticas de este éxodo, pero algunos cálculos estiman un millón de deserciones, incluyendo a cientos de ministros y otros dirigentes denominacionales. En algunos casos, congregaciones enteras se han separado del adventismo. Antes de 1980, la iglesia podía enorgullecerse de numerosas conversiones a ella de miembros de otras fes; ahora tiene que soportar humildemente lo opuesto, al abandonarla muchos en favor del ambiente más amigable de otras comunidades religiosas.

Lo que debería ser un tiempo de profundo escudriñamiento de alma de parte de la denominación, se ha convertido más bien en complaciente indiferencia. Antes que investigar las razones de estas deserciones, el adventismo ha intentado apuntalar los harapientos jirones de su asendereado sistema doctrinal - la causa de muchas de las deserciones - y ocuparse de sus cosas como de costumbre.

¿Y qué pasa con los que se van? ¿A dónde van? ¿Encuentran vida espiritual en alguna parte fuera del adventismo? ¿Hay vida fuera del adventismo?

En mi propio caso, al cual me voy a referir como ejemplo de la búsqueda de una persona, responder a la pregunta de si había vida después del adventismo se presentó primero en la forma de sobreponerme a la ira que el adventismo había engendrado. Abandonar el adventismo, especialmente bajo presión, como me sucedió a mí, a menudo resulta en acerba ira, ira por la desilusión, lo que una persona correctamente llamó "la agonía del engaño", el descubrimiento de que la iglesia adventista no es lo que asegura ser, ni en teoría ni en la práctica. La ira por el tratamiento injusto sólo sólo agravó esta acerba lucha teológica.

Yo sabía suficiente psicología para darme cuenta de que primero debía intentar comprender mi ira. ¿Por qué estaba allí? ¿Por qué no podía yo, como cualquier cristiano ordinario, simplemente transferir mi membresía a otra denominación en vez de revisar constantemente las circunstancias que condujeron a mi fallecimiento como adventista y preguntarme por qué había ocurrido?

Mi búsqueda de respuestas me llevó al creciente cuerpo de literatura sobre abuso espiritual (2). Descubrí que las comunidades de fe podían hacer daño, así como ayudar. No todas las comunidades de fe son íntegras. Tristemente, algunas son abusadoras, hasta destructoras. En un giro de dolorosa ironía, las que son abusadoras son también a menudo adictivas. Es decir, una persona queda "enganchada" en ellas, incapaz de zafarse, de una manera muy parecida a la del adicto a una poderosa droga. En este caso, la droga es la poderosa ideología con la cual la organización religiosa informa y da forma a la comunidad formada por esa ideología. Cuando se van, sin esta ideología en su lugar, experimentan la "retirada", de la misma manera que un adicto. ¿Cae el adventismo en esta categoría?, me preguntaba.

Como persona que ha estudiado quizás más a fondo que otros el fenómeno de sistemas sociales tóxicos y las organizaciones adictivas, Anne Wilson Schaef ha reunido convenientemente los "síntomas" de tales organizaciones (3). Típicamente, funcionan con un sistema cerrado, una especie de mentalidad de "pensamiento de grupo", y tratan de limitar la exposición a nueva información, particularmente si esa nueva información pone en tela de juicio principios que la organización ha sostenido por largo tiempo. Tal postura cerrada fomenta un egoísmo en el cual todo se percibe ya como un ataque ya como una afirmación del ego.  De este sistema cerrado de funcionamiento surge la deshonestidad. Comúnmente, la organización se engaña a sí misma, engaña a la gente dentro de ella, y engaña al mundo fuera de ella. Se asume tácitamente que, sin importar el costo, hay que mantener el control de la organización y sus adherentes. A menudo, esto se hace fomentando un falso perfeccionismo, "sabiendo siempre las respuestas, siendo los primeros con la solución, y no cometiendo jamás ningún error ". Finalmente, las organizaciones abusivas, en algún momento, con frecuencia caen en el disimulo y en el consiguiente deterioro ético. Los adherentes son confrontados con una elección que no admite dudas: o te acomodas con la disfunción, o te vas. "El proceso adictivo ataca la moralidad y los profundos valores morales de uno", observa Schaef. "El sistema adictivo nos invita a comprometer nuestra moralidad personal invitándonos a participar en todos los procesos que acabamos de describir [cerrazón, egocentrismo, deshonestidad; perfeccionismo; concesiones éticas]" (4). Asombrosamente, yo reconocí todos los procesos que Schaef enumeró. Cada uno de ellos había estado viviendo realidades dentro del adventismo que yo conocía. ¿Significa esto que el adventismo es un sistema adictivo y abusivo? Nunca he podido responder a esta pregunta de manera definitiva. Tal como existe actualmente, a mi juicio, su teología interrelacionada y triunfalista y su gobierno autoritario y jerárquico predisponen al adventismo a la disfunción (5). El hecho de que está cerrado a cualquier teología fuera de la suya y su renuencia a admitir - humildemente - sus errores levantan banderas rojas, que advierten del potencial para el abuso espiritual. Ser adventista, particularmente en la década de 1980, se había convertido en fuente de profundo dolor emocional y espiritual para mí y para muchas otras personas. Para mí, se había vuelto abusivo. Para mí, la iglesia adventista se había convertido en irritante, más bien que solaz. Mi existencia dentro de ella durante los últimos diez años de mi asociación habían sido literalmente de terrible agonía personal. Tristemente, ésta es la única forma en que yo puedo describirlo. Para mí, las palabras de Schaef se volvieron proféticas. Cargados con "una sensación de agotamiento y deterioro moral", escribe ella, "ellos [los miembros de la organización] decidieron que no podían cambiar la compañía ... pero sí podían asumir responsabilidad por sus propias vidas. La mayoría abandonó la organización" (6).

Cuando comencé a darme cuenta de que la ira, enraizada en profundo dolor, aparecía inicialmente cuando uno abandonaba el adventismo, y que era aplicable aquí algo de la dinámica que se encuentra comúnmente en los sistemas espirituales abusivos, di el primer paso gigantesco hacia la recuperación. "Los dolores del retiro" permanecieron por algún tiempo, pero disminuyeron gradualmente según he ido pudiendo reconstruir mi vida. Quizás es verdad que el tiempo cura todas las heridas.

Puesto que yo me había hecho adventista a causa de su ideología, para mí fue más difícil la lucha para habérmelas con las distintivas doctrinas adventistas como el sábado, la iglesia remanente, Ellen White, la escatología adventista, y la enseñanza sobre los acontecimientos del fin del tiempo, todas las cuales tendían a definir la iglesia. Libre de las restricciones del sistema adventista, refugiado en una comunidad cristiana que los animaba a uno a pensar por sí mismo, descubrí precisamente el ambiente que necesitaba para repensar y reenmarcar mis creencias adventistas. Enseñado a no cuestionar, hasta la idea de repensar asusta al ex-adventista. Sin embargo, cuando uno cae en la cuenta de que la verdad no necesita defensa, ese cuestionamiento es íntegro y natural en el desarrollo de la fe, se vuelve más fácil mirar más de cerca lo que enseña el adventismo. Decidí tomar literalmente el consejo de Pablo con referencia a mis antecedentes adventistas: "Sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno" (1 Tes. 5:21). Me di cuenta de que tenía que enfrentar a las principales doctrinas adventistas si es que alguna vez iba a encontrar la recuperación espiritual.

Así que decidí aplicar a las enseñanzas adventistas el mismo y riguroso criterio hermenéutico que había aprendido mientras estudiaba en la Universidad Vanderbilt para obtener mi grado de doctor en filosofía en Antiguo Testamento. Se hizo evidente que, bajo este escrutinio, estas distintivas enseñanzas adventistas no se sostendrían.

Una lectura de cerca del Nuevo Testamento me mostró que los adventistas han exagerado mucho sus argumentos a favor del séptimo día sábado. Ésta es quizás la más "sagrada" de todas las doctrinas adventistas. Pero en ninguna parte no exige en ninguna parte que los cristianos observen el séptimo día sábado. En ninguna parte hace el Nuevo Testamento del sábado una señal de lealtad cristiana, como enseña el adventismo. Es verdad que algunos cristianos - quizás hasta la mayoría - observaban el sábado en el período del Nuevo Testamento, por lo menos los de antecedentes judíos. En las iglesias de Pablo, en el mundo grecorromano, parecía estar apareciendo otra costumbre. "Así que nade los juzgue a ustedes por lo que comen o beben, o con respecto a días de fiesta religiosa, de luna nueva o de reposo. Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo" (Col. 2:16-17) (8). Colosenses indica que, para estos cristianos gentiles, el sábado era meramente una opción, no un requisito. El descubrimiento de este simple hecho socavó para mí todo el énfasis que el adventismo pone en el sábado. Me di cuenta de que la enseñanza adventista iba mucho más allá del Nuevo Testamento al insistir en el sábado como obligatorio para cada cristiano (9). Como cristiano, uno es bienvenido de observar el séptimo día sábado, pero no para hacer de él una prueba de discipulado para otros cristianos (véase Rom. 14:5-6).

En cuanto a la afirmación de la Iglesia Adventista de que ella es la iglesia remanente o "verdadera", comencé a darme cuenta de que esta idea había sido adornada de tal modo por la tradición adventista con el correr de los años que literalmente había abarcado la totalidad de su teología y su organización, dándole un aura de infalibilidad. Este es el origen de la premisa oculta de que el adventismo ha cometido pocos errores teológicos u organizativos, si es que ha cometido alguno. Debido a que la iglesia adventista asume que ella es la iglesia verdadera, ¿cómo podría estar mal informado en teología o en estructura? Volví a examinar una vez más la base de la afirmación del adventismo, a saber, que es el "remanente" de Apocalipsis 12 y 14. Nuevamente, descubrí que esta declaración descansa en una interpretación forzada de estos dos pasajes y que, en realidad, no hay ninguna base bíblica para la afirmación adventista de que es un movimiento reformador en los últimos días, y que tampoco hay ninguna justificación para sostener que otros cuerpos religiosos contemporáneos deben identificarse como "Babilonia" (10).

En mi opinión, Ellen White ya había hecho severas concesiones al haber tomado prestados secretamente materiales de escritores contemporáneos y negar que lo había hecho. Tal copiado, que yo no toleraría en exámenes de estudiantes, parecía minar el atractivo moral de sus escritos. Me vi obligado a volver al consejo de Pablo en relación con los profetas en la iglesia primitiva: "No apaguen el Espíritu, no desprecien las profecías, sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno" (1 Tes. 5:19-21). De allí en adelante, puesto que ya no podía confiar en la honestidad de Ellen White, tendría que "someter a prueba" cada una de sus afirmaciones, evaluarlas por su propio mérito y descartarlas o aferrarme a ellas, dependiendo de los resultados. Eso significaba que ya no podía confiar en la autoridad de Ellen White, sino que podía aceptar su consejo sólo cuando se correlacionaba con otros criterios. Usando esta metodología, el papel de White en el proceso teológico disminuyó grandemente (11). Comencé a mirar más y más la Biblia en busca de guía.

Finalmente, dadas estas conclusiones, me vi obligado a revisar mi interpretación de la escatología adventista. No vi en ninguna parte de la Biblia la idea de que la prueba al final de los tiempos sería el sábado. Obviamente, si el Nuevo Testamento tiende a considerar el sábado como opcional o un tema que no es problema, no puede ser la prueba final de la raza humana, razoné. Además, la marca de la bestia no tiene nada que ver con la disputa sábado/domingo. Tal interpretación descansa solamente en la manera peculiar en que el adventismo lee a Apocalipsis 13, que ignora la ambigüedad inherente en el pasaje (12).

Este reexamen de la teología adventista, indicada aquí sólo brevemente, me tomó varios años y para mí fue una reorientación muy dolorosa, pero necesaria, si iba a poder avanzar más allá de esa teología y hacia el mayor mundo cristiano.

Reconociendo que no podría regresar al adventismo, no solamente porque me había expulsado de su ministerio, sino también ahora porque ya no podía aceptar varias de sus enseñanzas clave. Me preguntaba: ¿A dónde debo ir? Todavía era cristiano. Mi experiencia religiosa ahora era más fuerte y más viril de lo que jamás había sido. Quería conservarla así, y encontrar una adecuada comunidad de fe donde esa experiencia fuese bienvenida, apoyada, y afirmada. Mi experiencia me enseñó que, una vez que una persona se ha dado cuenta de que debe avanzar adelante, no debe permanecer en los linderos del adventismo. Nuevamente, se aplicaba el lenguaje de la adicción (13). Si el adventismo muestra los procesos de un sistema adictivo, permanecer cerca de él sólo "alimenta" la adicción, haciendo más lenta la recuperación. Una vez que una persona ha decidido irse, es mejor que lo haga completamente. Es verdad que es posible que la denominación cambie algún día, volverse más amable, más compasiva, pero probablemente no lo hará durante la vida de ninguno de los que están vivos. Aferrarse a una falsa esperanza sólo prolonga la agonía. Es mejor ir hacia addelante, dejando atrás el pasado.

¿Ir hacia adelante? ¿Hacia dónde? Resistí la idea de "andar solo", aislado de otros cristianos. Hay una variedad de opciones para ex-adventistas que buscan una comunidad cristiana que nutra y en la cual puedan crecer en fe y espíritu. Yo estaba decidido a encontrar una así.

Se han formado varias comunidades independientes, muchas de ellas subproductos del adventismo. Algunas de ellas se llaman Comunidades de Ex-Adventistas [Former Adventist Fellowships] (14). Estas comunidades hacen énfasis en el apoyo de las oraciones y el estudio bíblico, ayudando a sus miembros a repensar su orientación adventista. Desafortunadamente para mí, las Comunidades de Ex-Adventistas no existían en 1991.

Me di cuenta de que, a menudo, las iglesias evangélicas reciben de buen grado a refugiados del adventismo. Denominaciones como la iglesia evangélica libre [Evangelical Free Church], los Hermanos de la Gracia [Grace Brethren], la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos [Presbyterian Church of America], la Iglesia Reformada de los Estados Unidos [Reformed Church in America], la Iglesia Cristiana Reformada [Reformed Christian Church], los Bautistas del Séptimo Día [Seventh-day Baptist] han abierto sus puertas a gente que se ha separado del adventismo (15). Aunque la teología de algunas iglesias tiene mucho en común con la experiementada en el adventismo, yo sabía que algunos de los cuerpos fundamentalistas podrían ser tan rígidos doctrinalmente como el adventismo de cual yo estaba escapando. A mí me parecía que las denominaciones cristianas de corriente principal eran la mejor alternativa. Típicamente, éstas evitan la rigidez teológica. Aunque estas denominaciones presentan a menudo una gran diversidad que es extraña e intimidatoria para un adventista en recuperación, esa misma diversidad significa que un individuo está libre para explorar y desarrollar sus propios puntos de vista sobre cuestiones teológicas. Uno puede ser un cristiano "conservador", "moderado", o "liberal" - o cualquier cosa en medio - y todavía participar plenamente en la vida de la comunidad de fe. Por ejemkplo, la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) sólo pide que los miembros acepten a Jesús como Salvador y Señor. No hay ningún otro requisito doctrinal. En un ambiente como éste, uno puede encontrar la seguridad para crecer y desarrollarse espiritual y teológicamente.

¿Cuáles son las denominaciones de corriente principal?

La Espiscopal, la Metodista Unida [United Methodist], la Presbiteriana (U. S. A.), la Luterana Evangélica, Iglesia Unida de Cristo [United Church of Christ], la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo), y las iglesias bautistas de los Estados Unidos podrían incluirse fácilmente en esta clasificación. Y hay otras. En estas iglesias, aunque teológicamente son, por lo general, más liberales que el adventismo, hay considerable latitud y tolerancia por el desarrollo y la expresión de los puntos de vista propios. Yo descubrí un excelente hogar espiritual en la Iglesia Unida de Cristo y la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo). Me di cuenta de que, cualquiera que sea la alternativa que al adventista en recuperación le parezca mejor, es importante estar en comunión con otros cristianos. Allí, rodeado por cristianos amorosos que aceptan a laspersonas como ellas son, uno puede comenzar, no sólo a encontrar vida después del adventismo, sino a experimentarla a plenitud.

"¿Has sacado el adventismo por completo de tu sistema?" La pregunta de Alice me devolvió a la realidad y me hizo olvidar, por un momento, todo aquel doloroso viaje. Hice una pausa por un segundo, luego sonreí, pensando en la paz y en la felicidad que ahora eran mías, y contesté: "Sí, realmente ya lo he hecho. Por lo menos, he podido dejar atrás las partes 'malas' y retener las buenas". ¡Hay vida después del adventismo!


(1) Glendale, AZ: Life Assurance Ministries, 2000).

(2) Algunos estudios recientes en esta área incluyen: Leo Booth, When God Becomes a Drug: Breaking the Chains of Religious Addiction & Abuse (Los Angeles: Jeremy P. Tarcher, 1991); Earnie Larsen y Janice Parnegg, Recovering Catholics: What to do When Religion Comes Between You and God (San Francisco: Harper & Row, 1992; Stephen Arterburn and Jack Felton, Toxic Faith: Understanding and Overcoming Religious Addiction (Nashville: Thomas Nelson, 1991).

(3) Anne Wilson Schaef y Diane Fassel, The Addictive Organization (San Francisco: Harper & Row, 1988), passim.

(4) Addictive Organization, pp. 64, 67.

(5) Obviamente, los adventistas discreparán. Ronald Enroth señala que la prueba del abuso de parte de las iglesias sólo puede encontrarse en la experiencia misma de las personas que la han experimentado. Pocas personas en estas iglesias admitirán el abuso, y "no siempre es posible 'alcanzar' a las personas que ya han sido atrapadas por iglesias abusivas. Estas personas no se ven a sí mismas como manipuladas, ni en ningún peligro de abuso espiritual" (Churches That Abuse [Grand Rapids: Zondervan, 1992], pp. ix, x). Podríamos compararlo con un alcohólico. Pocos alcohólicos admitirían que tienen un problema. Y es sólo después de que el abuso se ha vuelto intolerable que la víctima de abuso doméstico admite que el problema es real y busca ayuda.

(6) Addictive Organization, p. 209.

(7) Todas las citas son de la New Standard Revised Version, copyright ©1989, División de Educación Cristiana del Consejo Nacional de Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de América. Usada con permiso.

(8) El uso de la fórmula anual, mensual, semanal en este texto significa que el séptimo día sábado está incluido en la crítica. El texto dice que no ha de insistirse en la observancia de las festividades anuales del judaísmo, ni en la celebración mensual de la luna nueva, ni en la observancia semanal del sábado. Para el uso de esta fórmula, véase 2 Crón. 8:13; Oseas 2:11. Oseas 2:11 es de lo más instructivo. El hebreo de este pasaje dice literalmente: "Pondré fin a todo su jolgorio; sus festividades [anuales], sus lunas nuevas [mensuales], sus días de reposo [semanales]" (traducción del autor [el v. 13 3 en hebreo]). Puede haber pocas dudas en este pasaje de que está incluido el séptimo día sábado. Esta fórmula proporciona el telón de fondo para Colosenses 2:16.

(9) Para un estudio ulterior desde una perspectiva al adventismo, véase de D. A. Carson, ed., From Sabbath to Lord´s Day: A Biblical, Historical and Theological Investigation (Grand Rapids: Zondervan, 1982); Dale Ratzlaff, Sabbath in Crisis, ed. rev. (Glendale, AZ: Life Assurance Ministries, 1995). De estos dos estudios, el de Ratzlaff es más accesible al lector promedio.

(10) Ni Apocalipsis 12 ni 14 establecen claramente la identidad ni de la "mujer" ni de los "tres ángeles". Estos capítulos tampoco definen el contenido de los "mandamientos", ni suplen el "testimonio de Jesús", todos ellos ingredientes clave de la afirmación del adventismo. Nadie que lea estos capítulos, desprejuiciado de las afirmaciones adventistas, llegará jamás a la conclusión de que estos capítulos hablan de un movimiento que surgiría en o alrededor de 1844 y que constituiría la última y verdadera manifestación de la iglesia. Esta interpretación ha sido insertada en la lectura de estos textos, en parte para proporcionar una base "bíblica" para la afirmación adventista. Tenemos que tener presente que las iglesias abusivas tienden a verse a sí mismas como especiales (Enroth, Churches That Abuse, pp. 111-24). En cuanto a la identidad de "Babilonia", el texto es más bien sugerente al declarar que sus "siete cabezas son siete montes en las cuales está sentada la mujer" (Apoc. 17:9). Se decía que la antigua Roma estaba construida sobre siete colinas,y que era la archiperseguidora de los santos (17:9). Un lector de Apocalipsis del siglo primero no habría tenido ninguna duda de que la ciudad de Roma era lo que se estaba describiendo como "Babilonia la grande, madre de rameras y de las abominaciones de la tierra" (v. 5). Los primeros adventistas aplicaban defensivamente este smbolismo a las iglesias que habían resistido el movimiento millerista, pero no hay base para ello.

(11) No trataré de desenredar aquí el enigma de Ellen White. Desde un punto de vista científico, la mejor explicación en relación con ella es que sufría de complejos ataques parciales. Sin embargo, como ya no está aquí para ser examinada, eso debe continuar siendo una hipótesis para siempre. Véase de Delbert H. Hodder, "Visions or Partial-Complex Seizures?" Evangelica (November 1981), pp. 30-37. Es interesante notar que a John Harvey Kellog, que conoció personalmente a Whte, se le preguntó en una ocasión qué pensaba de las visiones de Ellen White. "Es mi creencia", contestó, "que su condición cuando está en visión es la de catalepsia" (John Harvey Kellog, Carta a R. B. Tower, 3 marzo de 1933). La catalepsia es una condición generalmente asociada a la esquizofrenia, en la cual los músculos se ponen rígidos y los brazos y las piernas permanecen en cualquier posición en que se los deja. Tanto Hodder como Kellog sugieren una explicación psiquiátrica para Ellen White más bien que una explicación teológica. Pragmáticamente, el mejor enfoque parece ser el de examinar sus afirmaciones como uno lo haría con las afirmaciones de cualquier otro escritor.

(12) Para una prueba de esta afirmación, el lector puede consultar casi cualquier comentario corriente sobre el Libro de Apocalipsis, por ejemplo, J. Massyngberde Ford, Revelation, Anchor Bible 38 (New York: Doubleday, 1975), p.p. 217-30. El escritor de Apocalipsis revistió su mensaje tan enigmáticamente, sugiere Ford, porque "había que hacer la advertencia de tal manera que se oscureciera su significado para los paganos en cuyas manos cayera el libro de Apocalipsis" (p. 227).

(13) Véase de Leo Booth, When God Becomes a Drug.

(14) Véase the Former Adventist Fellowship Website: www.formeradventist.com

(15) Un manual útil, que describe las creencias y la estructura de éstas y la mayoría de las otras denominaciones mencionadas aquí y más abajo es el trabajo de Frank S. Mead, Handbook of Denominations in the United States, 10th ed., rev. Samuel S. Hill (Nashville: Abingdon, 1995).


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