¿HAY
VIDA DESPUÉS
DEL ADVENTISMO?
Reflexiones sobre un viaje personal
Jerry A. Gladson, Ph. D.
Traducido
de Proclamation!
Marzo-Abril de 2001
"Permítame hacerle una pregunta personal", dijo
Alice, mirándome a los ojos. Estando acostumbrado a toda clase
de preguntas, muchas de ellas personales, por años de enseñar
a inquisitivos estudiantes de escuela preparatoria, me sentía
confiado de que podía manejar cualquier cosa que ella lanzara
en mi dirección. Alice había ingresado a mi congregación
recientemente después de años de buscar la iglesia apropiada
para ella. Ávida lectora, había devorado de una sola sentada
mi libro "Viaje de un teólogo, del adventismo del séptimo día
a la corriente principal del cristianismo" (1), la historia de
mi propia lucha con la iglesia adventista del séptimo día.
Reuní mis pensamientos y guardé silencio, preguntándome cuál
podría ser su pregunta.
"¿Ha sacado usted el adventismo completamente de su sistema?"
La pregunta me tomó completamente por sorpresa. ¡Nadie me
había preguntado eso jamás! Velozmente, mi mente recorrió la
década transcurrida desde que yo había abandonado la Iglesia
Adventista. Me di cuenta de que su pregunta tenía que ver con
recuperación, la clase de pregunta que uno podría hacerle a un
alcohólico que se recupera. Yo era un adventista "en
recuperación". La pregunta nacía de la profunda sospecha -
hasta el temor - que alberga la mayoría de los cristianos
acerca de la Iglesia Adventista. ¿Es una secta? ¿Es
verdaderamente cristiana? ¿Socavará mi fe?
Recordé un incidente que ocurrió unos diez años antes, poco
después de que yo fui presionado para que saliera del
ministerio adventista. Mientras caminaba por un gran centro
comercial de Atlanta, de repente, sin previo aviso, la ira
invadió mi mente consciente como un torrente furioso e
incontrolable. "¡Cómo te atreves!", dije en voz alta, como si
hablara cara a cara con uno de los dirigentes de la iglesia
adventista que abruptamente había puesto fin a mi vida
adventista, haciendo que los transeúntes se quedaran mirándome
asombrados y sin entender. Mi esposa, Laura, y yo habíamos
luchado durante la mayor parte de la década de 1980, mientras
yo enseñaba religión en lo que ahora es Southern Adventist
University [Universidad Adventista del Sur], para encontrar la
manera de funcionar dentro del autoritario sistema adventista
mientras me abría camino a través de la siempre creciente
marisma del dilema político y teológico adventista. No
resultó. En 1987, bajo la presión de los dirigentes
adventistas, abandoné mi empleo con los adventistas - después
de veintidós años - y me mudé a Atlanta para ocupar un puesto
en el Psychological Studies Institute [Instituto de Estudios
Psicológicos].
Suponiendo ingenuamente, aun entonces, que todavía podía
encontrar un lugar útil dentro del adventismo después de haber
sido exiliado del sistema educativo de la denominación, pronto
descubrí la completa imposibilidad de ese sueño. Ahora un
paria, era un intocable, por decirlo así, alguien que sólo
podía esperar vivir de las migajas que caían al piso de la
mesa adventista. Finalmente, enfrenté los hechos y me di
cuenta de que ya no había lugar para mí dentro del adventismo;
comencé a buscar una nueva comunidad cristiana. Tuve suerte.
Pronto encontré la United Church of Christ [Iglesia Unida de
Cristo], una denominación cristiana ecuménica que aprecia el
derecho de cada individuo a descubrir su propio camino
teológico. Más tarde, también me uní a la Iglesia Cristiana
(Discípulos de Cristo), otra denominación que afirma la
autonomía personal. En la actualidad, soy ministro ordenado en
ambas iglesias.
Dentro de estas nuevas comunidades cristianas, inicié el largo
viaje hacia la recuperación espiritual y encontrar respuesta a
la pregunta: ¿Hay vida después del adventismo? Es esta
pregunta lo que preocupa a muchos adventistas desilusionados y
o les mantiene dentro de la iglesia adventista, si bien en los
"márgenes", o les impide emigrar a otros cuerpos religiosos.
Los adventistas stán programados para creer que cualquier otra
comunidad religiosa de alguna manera es defectuosa, si no es
que conduce a confusión por derecho propio. Ambular hacia otra
comunidad de fe es aliarse con la Babilonia mística, la
"morada de demonios, albergue de toda ave inmunda" (Apoc.
18:2). Los que lo hacen son condenados, a menos que se
vuelvan, se retracten, y regresen. Así lo ha enseñado la
iglesia históricamente, y esta creencia, en una forma u otra,
ha sido absorbida por la psique de la mayoría de los
adventistas. Esta creencia mantiene instintivamente dentro del
adventismo a muchos que, de otro modo, buscarían un clima
espiritual más saludable.
Desde 1980, sin embargo, la Iglesia Adventista del Séptimo Día
ha experimentado un fenómeno que no había conocido nunca
antes: deserciones en gran escala. No se han compilado
estadísticas de este éxodo, pero algunos cálculos estiman un
millón de deserciones, incluyendo a cientos de ministros y
otros dirigentes denominacionales. En algunos casos,
congregaciones enteras se han separado del adventismo. Antes
de 1980, la iglesia podía enorgullecerse de numerosas
conversiones a ella de miembros de otras fes; ahora tiene que
soportar humildemente lo opuesto, al abandonarla muchos en
favor del ambiente más amigable de otras comunidades
religiosas.
Lo que debería ser un tiempo de profundo escudriñamiento de
alma de parte de la denominación, se ha convertido más bien en
complaciente indiferencia. Antes que investigar las razones de
estas deserciones, el adventismo ha intentado apuntalar los
harapientos jirones de su asendereado sistema doctrinal - la
causa de muchas de las deserciones - y ocuparse de sus cosas
como de costumbre.
¿Y qué pasa con los que se van? ¿A dónde van? ¿Encuentran vida
espiritual en alguna parte fuera del adventismo? ¿Hay vida
fuera del adventismo?
En mi propio caso, al cual me voy a referir como ejemplo de la
búsqueda de una persona, responder a la pregunta de si había
vida después del adventismo se presentó primero en la forma de
sobreponerme a la ira que el adventismo había engendrado.
Abandonar el adventismo, especialmente bajo presión, como me
sucedió a mí, a menudo resulta en acerba ira, ira por la
desilusión, lo que una persona correctamente llamó "la agonía
del engaño", el descubrimiento de que la iglesia adventista no
es lo que asegura ser, ni en teoría ni en la práctica. La ira
por el tratamiento injusto sólo sólo agravó esta acerba lucha
teológica.
Yo sabía suficiente psicología para darme cuenta de que
primero debía intentar comprender mi ira. ¿Por qué estaba
allí? ¿Por qué no podía yo, como cualquier cristiano
ordinario, simplemente transferir mi membresía a otra
denominación en vez de revisar constantemente las
circunstancias que condujeron a mi fallecimiento como
adventista y preguntarme por qué había ocurrido?
Mi búsqueda de respuestas me llevó al creciente cuerpo de
literatura sobre abuso espiritual (2). Descubrí que las
comunidades de fe podían hacer daño, así como ayudar. No todas
las comunidades de fe son íntegras. Tristemente, algunas son
abusadoras, hasta destructoras. En un giro de dolorosa ironía,
las que son abusadoras son también a menudo adictivas. Es
decir, una persona queda "enganchada" en ellas, incapaz de
zafarse, de una manera muy parecida a la del adicto a una
poderosa droga. En este caso, la droga es la poderosa
ideología con la cual la organización religiosa informa y da
forma a la comunidad formada por esa ideología. Cuando se van,
sin esta ideología en su lugar, experimentan la "retirada", de
la misma manera que un adicto. ¿Cae el adventismo en esta
categoría?, me preguntaba.
Como persona que ha estudiado quizás más a fondo que otros el
fenómeno de sistemas sociales tóxicos y las organizaciones
adictivas, Anne Wilson Schaef ha reunido convenientemente los
"síntomas" de tales organizaciones (3). Típicamente, funcionan
con un sistema cerrado, una especie de mentalidad de
"pensamiento de grupo", y tratan de limitar la exposición a
nueva información, particularmente si esa nueva información
pone en tela de juicio principios que la organización ha
sostenido por largo tiempo. Tal postura cerrada fomenta un
egoísmo en el cual todo se percibe ya como un ataque ya como
una afirmación del ego. De este sistema cerrado de
funcionamiento surge la deshonestidad. Comúnmente, la
organización se engaña a sí misma, engaña a la gente dentro de
ella, y engaña al mundo fuera de ella. Se asume tácitamente
que, sin importar el costo, hay que mantener el control de la
organización y sus adherentes. A menudo, esto se hace
fomentando un falso perfeccionismo, "sabiendo siempre las
respuestas, siendo los primeros con la solución, y no
cometiendo jamás ningún error ". Finalmente, las
organizaciones abusivas, en algún momento, con frecuencia caen
en el disimulo y en el consiguiente deterioro ético. Los
adherentes son confrontados con una elección que no admite
dudas: o te acomodas con la disfunción, o te vas. "El proceso
adictivo ataca la moralidad y los profundos valores morales de
uno", observa Schaef. "El sistema adictivo nos invita a
comprometer nuestra moralidad personal invitándonos a
participar en todos los procesos que acabamos de describir
[cerrazón, egocentrismo, deshonestidad; perfeccionismo;
concesiones éticas]" (4). Asombrosamente, yo reconocí todos
los procesos que Schaef enumeró. Cada uno de ellos había
estado viviendo realidades dentro del adventismo que yo
conocía. ¿Significa esto que el adventismo es un sistema
adictivo y abusivo? Nunca he podido responder a esta pregunta
de manera definitiva. Tal como existe actualmente, a mi
juicio, su teología interrelacionada y triunfalista y su
gobierno autoritario y jerárquico predisponen al adventismo a
la disfunción (5). El hecho de que está cerrado a cualquier
teología fuera de la suya y su renuencia a admitir -
humildemente - sus errores levantan banderas rojas, que
advierten del potencial para el abuso espiritual. Ser
adventista, particularmente en la década de 1980, se había
convertido en fuente de profundo dolor emocional y espiritual
para mí y para muchas otras personas. Para mí, se había vuelto
abusivo. Para mí, la iglesia adventista se había convertido en
irritante, más bien que solaz. Mi existencia dentro de ella
durante los últimos diez años de mi asociación habían sido
literalmente de terrible agonía personal. Tristemente, ésta es
la única forma en que yo puedo describirlo. Para mí, las
palabras de Schaef se volvieron proféticas. Cargados con "una
sensación de agotamiento y deterioro moral", escribe ella,
"ellos [los miembros de la organización] decidieron que no
podían cambiar la compañía ... pero sí podían asumir
responsabilidad por sus propias vidas. La mayoría abandonó la
organización" (6).
Cuando comencé a darme cuenta de que la ira, enraizada en
profundo dolor, aparecía inicialmente cuando uno abandonaba el
adventismo, y que era aplicable aquí algo de la dinámica que
se encuentra comúnmente en los sistemas espirituales abusivos,
di el primer paso gigantesco hacia la recuperación. "Los
dolores del retiro" permanecieron por algún tiempo, pero
disminuyeron gradualmente según he ido pudiendo reconstruir mi
vida. Quizás es verdad que el tiempo cura todas las heridas.
Puesto que yo me había hecho adventista a causa de su
ideología, para mí fue más difícil la lucha para habérmelas
con las distintivas doctrinas adventistas como el sábado, la
iglesia remanente, Ellen White, la escatología adventista, y
la enseñanza sobre los acontecimientos del fin del tiempo,
todas las cuales tendían a definir la iglesia. Libre de las
restricciones del sistema adventista, refugiado en una
comunidad cristiana que los animaba a uno a pensar por sí
mismo, descubrí precisamente el ambiente que necesitaba para
repensar y reenmarcar mis creencias adventistas. Enseñado a no
cuestionar, hasta la idea de repensar asusta al ex-adventista.
Sin embargo, cuando uno cae en la cuenta de que la verdad no
necesita defensa, ese cuestionamiento es íntegro y natural en
el desarrollo de la fe, se vuelve más fácil mirar más de cerca
lo que enseña el adventismo. Decidí tomar literalmente el
consejo de Pablo con referencia a mis antecedentes
adventistas: "Sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno"
(1 Tes. 5:21). Me di cuenta de que tenía que enfrentar a las
principales doctrinas adventistas si es que alguna vez iba a
encontrar la recuperación espiritual.
Así que decidí aplicar a las enseñanzas adventistas el mismo y
riguroso criterio hermenéutico que había aprendido mientras
estudiaba en la Universidad Vanderbilt para obtener mi grado
de doctor en filosofía en Antiguo Testamento. Se hizo evidente
que, bajo este escrutinio, estas distintivas enseñanzas
adventistas no se sostendrían.
Una lectura de cerca del Nuevo Testamento me mostró que los
adventistas han exagerado mucho sus argumentos a favor del
séptimo día sábado. Ésta es quizás la más "sagrada" de todas
las doctrinas adventistas. Pero en ninguna parte no exige en
ninguna parte que los cristianos observen el séptimo día
sábado. En ninguna parte hace el Nuevo Testamento del sábado
una señal de lealtad cristiana, como enseña el adventismo. Es
verdad que algunos cristianos - quizás hasta la mayoría -
observaban el sábado en el período del Nuevo Testamento, por
lo menos los de antecedentes judíos. En las iglesias de Pablo,
en el mundo grecorromano, parecía estar apareciendo otra
costumbre. "Así que nade los juzgue a ustedes por lo que comen
o beben, o con respecto a días de fiesta religiosa, de luna
nueva o de reposo. Todo esto es una sombra de las cosas que
están por venir; la realidad se halla en Cristo" (Col.
2:16-17) (8). Colosenses indica que, para estos cristianos
gentiles, el sábado era meramente una opción, no un requisito.
El descubrimiento de este simple hecho socavó para mí todo el
énfasis que el adventismo pone en el sábado. Me di cuenta de
que la enseñanza adventista iba mucho más allá del Nuevo
Testamento al insistir en el sábado como obligatorio para cada
cristiano (9). Como cristiano, uno es bienvenido de observar
el séptimo día sábado, pero no para hacer de él una prueba de
discipulado para otros cristianos (véase Rom. 14:5-6).
En cuanto a la afirmación de la Iglesia Adventista de que ella
es la iglesia remanente o "verdadera", comencé a darme cuenta
de que esta idea había sido adornada de tal modo por la
tradición adventista con el correr de los años que
literalmente había abarcado la totalidad de su teología y su
organización, dándole un aura de infalibilidad. Este es el
origen de la premisa oculta de que el adventismo ha cometido
pocos errores teológicos u organizativos, si es que ha
cometido alguno. Debido a que la iglesia adventista asume que
ella es la iglesia verdadera, ¿cómo podría estar mal informado
en teología o en estructura? Volví a examinar una vez más la
base de la afirmación del adventismo, a saber, que es el
"remanente" de Apocalipsis 12 y 14. Nuevamente, descubrí que
esta declaración descansa en una interpretación forzada de
estos dos pasajes y que, en realidad, no hay ninguna base
bíblica para la afirmación adventista de que es un movimiento
reformador en los últimos días, y que tampoco hay ninguna
justificación para sostener que otros cuerpos religiosos
contemporáneos deben identificarse como "Babilonia" (10).
En mi opinión, Ellen White ya había hecho severas concesiones
al haber tomado prestados secretamente materiales de
escritores contemporáneos y negar que lo había hecho. Tal
copiado, que yo no toleraría en exámenes de estudiantes,
parecía minar el atractivo moral de sus escritos. Me vi
obligado a volver al consejo de Pablo en relación con los
profetas en la iglesia primitiva: "No apaguen el Espíritu, no
desprecien las profecías, sométanlo todo a prueba, aférrense a
lo bueno" (1 Tes. 5:19-21). De allí en adelante, puesto que ya
no podía confiar en la honestidad de Ellen White, tendría que
"someter a prueba" cada una de sus afirmaciones, evaluarlas
por su propio mérito y descartarlas o aferrarme a ellas,
dependiendo de los resultados. Eso significaba que ya no podía
confiar en la autoridad de Ellen White, sino que podía aceptar
su consejo sólo cuando se correlacionaba con otros criterios.
Usando esta metodología, el papel de White en el proceso
teológico disminuyó grandemente (11). Comencé a mirar más y
más la Biblia en busca de guía.
Finalmente, dadas estas conclusiones, me vi obligado a revisar
mi interpretación de la escatología adventista. No vi en
ninguna parte de la Biblia la idea de que la prueba al final
de los tiempos sería el sábado. Obviamente, si el Nuevo
Testamento tiende a considerar el sábado como opcional o un
tema que no es problema, no puede ser la prueba final de la
raza humana, razoné. Además, la marca de la bestia no tiene
nada que ver con la disputa sábado/domingo. Tal interpretación
descansa solamente en la manera peculiar en que el adventismo
lee a Apocalipsis 13, que ignora la ambigüedad inherente en el
pasaje (12).
Este reexamen de la teología adventista, indicada aquí sólo
brevemente, me tomó varios años y para mí fue una
reorientación muy dolorosa, pero necesaria, si iba a poder
avanzar más allá de esa teología y hacia el mayor mundo
cristiano.
Reconociendo que no podría regresar al adventismo, no
solamente porque me había expulsado de su ministerio, sino
también ahora porque ya no podía aceptar varias de sus
enseñanzas clave. Me preguntaba: ¿A dónde debo ir? Todavía era
cristiano. Mi experiencia religiosa ahora era más fuerte y más
viril de lo que jamás había sido. Quería conservarla así, y
encontrar una adecuada comunidad de fe donde esa experiencia
fuese bienvenida, apoyada, y afirmada. Mi experiencia me
enseñó que, una vez que una persona se ha dado cuenta de que
debe avanzar adelante, no debe permanecer en los linderos del
adventismo. Nuevamente, se aplicaba el lenguaje de la adicción
(13). Si el adventismo muestra los procesos de un sistema
adictivo, permanecer cerca de él sólo "alimenta" la adicción,
haciendo más lenta la recuperación. Una vez que una persona ha
decidido irse, es mejor que lo haga completamente. Es verdad
que es posible que la denominación cambie algún día, volverse
más amable, más compasiva, pero probablemente no lo hará
durante la vida de ninguno de los que están vivos. Aferrarse a
una falsa esperanza sólo prolonga la agonía. Es mejor ir hacia
addelante, dejando atrás el pasado.
¿Ir hacia adelante? ¿Hacia dónde? Resistí la idea de "andar
solo", aislado de otros cristianos. Hay una variedad de
opciones para ex-adventistas que buscan una comunidad
cristiana que nutra y en la cual puedan crecer en fe y
espíritu. Yo estaba decidido a encontrar una así.
Se han formado varias comunidades independientes, muchas de
ellas subproductos del adventismo. Algunas de ellas se llaman
Comunidades de Ex-Adventistas [Former Adventist Fellowships]
(14). Estas comunidades hacen énfasis en el apoyo de las
oraciones y el estudio bíblico, ayudando a sus miembros a
repensar su orientación adventista. Desafortunadamente para
mí, las Comunidades de Ex-Adventistas no existían en 1991.
Me di cuenta de que, a menudo, las iglesias evangélicas
reciben de buen grado a refugiados del adventismo.
Denominaciones como la iglesia evangélica libre [Evangelical
Free Church], los Hermanos de la Gracia [Grace Brethren], la
Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos [Presbyterian
Church of America], la Iglesia Reformada de los Estados Unidos
[Reformed Church in America], la Iglesia Cristiana Reformada
[Reformed Christian Church], los Bautistas del Séptimo Día
[Seventh-day Baptist] han abierto sus puertas a gente que se
ha separado del adventismo (15). Aunque la teología de algunas
iglesias tiene mucho en común con la experiementada en el
adventismo, yo sabía que algunos de los cuerpos
fundamentalistas podrían ser tan rígidos doctrinalmente como
el adventismo de cual yo estaba escapando. A mí me parecía que
las denominaciones cristianas de corriente principal eran la
mejor alternativa. Típicamente, éstas evitan la rigidez
teológica. Aunque estas denominaciones presentan a menudo una
gran diversidad que es extraña e intimidatoria para un
adventista en recuperación, esa misma diversidad significa que
un individuo está libre para explorar y desarrollar sus
propios puntos de vista sobre cuestiones teológicas. Uno puede
ser un cristiano "conservador", "moderado", o "liberal" - o
cualquier cosa en medio - y todavía participar plenamente en
la vida de la comunidad de fe. Por ejemkplo, la Iglesia
Cristiana (Discípulos de Cristo) sólo pide que los miembros
acepten a Jesús como Salvador y Señor. No hay ningún otro
requisito doctrinal. En un ambiente como éste, uno puede
encontrar la seguridad para crecer y desarrollarse espiritual
y teológicamente.
¿Cuáles son las denominaciones de corriente principal?
La Espiscopal, la Metodista Unida [United Methodist], la
Presbiteriana (U. S. A.), la Luterana Evangélica, Iglesia
Unida de Cristo [United Church of Christ], la Iglesia
Cristiana (Discípulos de Cristo), y las iglesias bautistas de
los Estados Unidos podrían incluirse fácilmente en esta
clasificación. Y hay otras. En estas iglesias, aunque
teológicamente son, por lo general, más liberales que el
adventismo, hay considerable latitud y tolerancia por el
desarrollo y la expresión de los puntos de vista propios. Yo
descubrí un excelente hogar espiritual en la Iglesia Unida de
Cristo y la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo). Me di
cuenta de que, cualquiera que sea la alternativa que al
adventista en recuperación le parezca mejor, es importante
estar en comunión con otros cristianos. Allí, rodeado por
cristianos amorosos que aceptan a laspersonas como ellas son,
uno puede comenzar, no sólo a encontrar vida después del
adventismo, sino a experimentarla a plenitud.
"¿Has sacado el adventismo por completo de tu sistema?" La
pregunta de Alice me devolvió a la realidad y me hizo olvidar,
por un momento, todo aquel doloroso viaje. Hice una pausa por
un segundo, luego sonreí, pensando en la paz y en la felicidad
que ahora eran mías, y contesté: "Sí, realmente ya lo he
hecho. Por lo menos, he podido dejar atrás las partes 'malas'
y retener las buenas". ¡Hay vida después del adventismo!
(1) Glendale, AZ: Life Assurance
Ministries, 2000).
(2) Algunos estudios recientes en esta área incluyen: Leo
Booth, When God Becomes a
Drug: Breaking the Chains of Religious Addiction & Abuse
(Los Angeles: Jeremy P. Tarcher, 1991); Earnie Larsen y Janice
Parnegg, Recovering
Catholics: What to do When Religion Comes Between You and
God (San Francisco: Harper & Row, 1992; Stephen
Arterburn and Jack Felton, Toxic
Faith: Understanding and Overcoming Religious Addiction
(Nashville: Thomas Nelson, 1991).
(3) Anne Wilson Schaef y Diane Fassel, The Addictive Organization
(San Francisco: Harper & Row, 1988), passim.
(4) Addictive Organization,
pp. 64, 67.
(5) Obviamente, los adventistas discreparán. Ronald Enroth
señala que la prueba del abuso de parte de las iglesias sólo
puede encontrarse en la experiencia misma de las personas que
la han experimentado. Pocas personas en estas iglesias
admitirán el abuso, y "no siempre es posible 'alcanzar' a las
personas que ya han sido atrapadas por iglesias abusivas.
Estas personas no se ven a sí mismas como manipuladas, ni en
ningún peligro de abuso espiritual" (Churches That Abuse [Grand Rapids:
Zondervan, 1992], pp. ix, x). Podríamos compararlo con un
alcohólico. Pocos alcohólicos admitirían que tienen un
problema. Y es sólo después de que el abuso se ha vuelto
intolerable que la víctima de abuso doméstico admite que el
problema es real y busca ayuda.
(6) Addictive Organization,
p. 209.
(7) Todas las citas son de la New Standard Revised Version,
copyright ©1989, División de Educación Cristiana del Consejo
Nacional de Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de
América. Usada con permiso.
(8) El uso de la fórmula anual, mensual, semanal en este texto
significa que el séptimo día sábado está incluido en la
crítica. El texto dice que no ha de insistirse en la
observancia de las festividades anuales del judaísmo, ni en la
celebración mensual de la luna nueva, ni en la observancia
semanal del sábado. Para el uso de esta fórmula, véase 2 Crón.
8:13; Oseas 2:11. Oseas 2:11 es de lo más instructivo. El
hebreo de este pasaje dice literalmente: "Pondré fin a todo su
jolgorio; sus festividades [anuales], sus lunas nuevas
[mensuales], sus días de reposo [semanales]" (traducción del
autor [el v. 13 3 en hebreo]). Puede haber pocas dudas en este
pasaje de que está incluido el séptimo día sábado. Esta
fórmula proporciona el telón de fondo para Colosenses 2:16.
(9) Para un estudio ulterior desde una perspectiva al
adventismo, véase de D. A. Carson, ed., From Sabbath to Lord´s Day: A
Biblical, Historical and Theological Investigation
(Grand Rapids: Zondervan, 1982); Dale Ratzlaff, Sabbath in Crisis, ed.
rev. (Glendale, AZ: Life Assurance Ministries, 1995). De estos
dos estudios, el de Ratzlaff es más accesible al lector
promedio.
(10) Ni Apocalipsis 12 ni 14 establecen claramente la
identidad ni de la "mujer" ni de los "tres ángeles". Estos
capítulos tampoco definen el contenido de los "mandamientos",
ni suplen el "testimonio de Jesús", todos ellos ingredientes
clave de la afirmación del adventismo. Nadie que lea estos
capítulos, desprejuiciado de las afirmaciones adventistas,
llegará jamás a la conclusión de que estos capítulos hablan de
un movimiento que surgiría en o alrededor de 1844 y que
constituiría la última y verdadera manifestación de la
iglesia. Esta interpretación ha sido insertada en la lectura
de estos textos, en parte para proporcionar una base "bíblica"
para la afirmación adventista. Tenemos que tener presente que
las iglesias abusivas tienden a verse a sí mismas como
especiales (Enroth, Churches
That Abuse, pp. 111-24). En cuanto a la identidad de
"Babilonia", el texto es más bien sugerente al declarar que
sus "siete cabezas son siete montes en las cuales está sentada
la mujer" (Apoc. 17:9). Se decía que la antigua Roma estaba
construida sobre siete colinas,y que era la archiperseguidora
de los santos (17:9). Un lector de Apocalipsis del siglo
primero no habría tenido ninguna duda de que la ciudad de Roma
era lo que se estaba describiendo como "Babilonia la grande,
madre de rameras y de las abominaciones de la tierra" (v. 5).
Los primeros adventistas aplicaban defensivamente este
smbolismo a las iglesias que habían resistido el movimiento
millerista, pero no hay base para ello.
(11) No trataré de desenredar aquí el enigma de Ellen White.
Desde un punto de vista científico, la mejor explicación en
relación con ella es que sufría de complejos ataques
parciales. Sin embargo, como ya no está aquí para ser
examinada, eso debe continuar siendo una hipótesis para
siempre. Véase de Delbert H. Hodder, "Visions or Partial-Complex Seizures?"
Evangelica (November 1981), pp. 30-37. Es interesante notar
que a John Harvey Kellog, que conoció personalmente a Whte, se
le preguntó en una ocasión qué pensaba de las visiones de
Ellen White. "Es mi creencia", contestó, "que su condición
cuando está en visión es la de catalepsia" (John Harvey
Kellog, Carta a R. B. Tower, 3 marzo de 1933). La catalepsia
es una condición generalmente asociada a la esquizofrenia, en
la cual los músculos se ponen rígidos y los brazos y las
piernas permanecen en cualquier posición en que se los deja.
Tanto Hodder como Kellog sugieren una explicación psiquiátrica
para Ellen White más bien que una explicación teológica.
Pragmáticamente, el mejor enfoque parece ser el de examinar
sus afirmaciones como uno lo haría con las afirmaciones de
cualquier otro escritor.
(12) Para una prueba de esta afirmación, el lector puede
consultar casi cualquier comentario corriente sobre el Libro
de Apocalipsis, por ejemplo, J. Massyngberde Ford, Revelation, Anchor Bible
38 (New York: Doubleday, 1975), p.p. 217-30. El escritor de
Apocalipsis revistió su mensaje tan enigmáticamente, sugiere
Ford, porque "había que hacer la advertencia de tal manera que
se oscureciera su significado para los paganos en cuyas manos
cayera el libro de Apocalipsis" (p. 227).
(13) Véase de Leo Booth, When
God Becomes a Drug.
(14) Véase the Former Adventist Fellowship Website:
www.formeradventist.com
(15) Un manual útil, que describe las creencias y la
estructura de éstas y la mayoría de las otras denominaciones
mencionadas aquí y más abajo es el trabajo de Frank S. Mead, Handbook of Denominations in the
United States, 10th ed., rev. Samuel S. Hill
(Nashville: Abingdon, 1995).