Muchos credos denominacionales cristianos y muchas
declaraciones de fe describen la naturaleza de la iglesia
cristiana en el lenguaje del Credo de Nicea (325 D. C.) como
"la única iglesia, santa, católica y apostólica". Estos
atributos, que constituyen la iglesia verdadera, son conceptos
bíblicos. Durante la Reforma Protestante del siglo dieciséis,
surgió una controversia acerca de la identidad de la iglesia
verdadera. El papado contendía que la iglesia de Roma era la
única iglesia, santa, católica y apostólica. Por otra parte,
los reformadores negaban la afirmación de Roma. Pero, ¿cómo
puede uno poner a prueba las afirmaciones de cuerpos
religiosos divergentes de que son la "verdadera iglesia"?
El Nuevo Testamento enseña que los atributos de la iglesia
verdadera son soteriológicos, no institucionales. La iglesia
es una porque la
expiación que Cristo hizo en la cruz "derribó la pared
intermedia de separación ... para crear en sí mismo un solo y
nuevo hombre ... haciendo la paz" (Efesios 2:14-15). Así,
pues, la barrera que separa a otros creyentes según su clase,
raza, y sexo ha sido quitada por la muerte de Cristo en la
cruz. Por tanto, el Señor resucitado es la exaltada Cabeza de
"una nueva creación" (2 Cor. 5:17), que es su "único cuerpo"
(Fil. 1:16; 19-23; 2:14).
La iglesia es santa
porque, por su muerte en la cruz, Cristo compró y puso aparte
para ser el pueblo de Dios a todos los que creen en el
evangelio. En el uso bíblico, "santidad" o "santificación" se
refiere a lo que es puesto aparte por Dios para su servicio,
que incluye predicar el evangelio de salvación,
reconciliación, y paz. La comunidad de los creyentes en Cristo
es la comunidad de "los santificados en Cristo Jesús y
llamados a ser santos" (1 Cor. 1:2). Así que los "santos" son
los que han puesto su confianza en Cristo como Salvador, que
han nacido de nuevo por el Espíritu, que se han reconciliado
con Dios y los unos con los otros, y a los cuales Dios ha
separado del mundo para que sean su pueblo (2 Tes. 2:13, 14; 2
Tim. 1:9, 10). Las congregaciones locales no son sino las
manifestaciones locales de la única iglesia universal de
Cristo.
La iglesia es apostólica
porque su fe y su vida están fundadas únicamente en el
testimonio de los apóstoles a quienes Cristo designó
soberanamente para que testificaran y proclamaran su obra
salvadora (Lucas 6:13; Hechos 1:2, 21, 22; Juan 14:26; 15:26s;
17:20). El Nuevo Testamento ha preservado para la iglesia el
contenido de la enseñanza de los apóstoles concerniente a
Cristo, su obra redentora en la cruz, su triunfante
resurrección de los muertos, y su ascensión al cielo, donde
fue exaltado por el Padre para que se sentase a su diestra. El
Nuevo Testamento ha preservado también las implicaciones de
todas estas cosas para la vida de la comunidad de creyentes -
que es una, santa y católica.
Así como la iglesia fue fundada en el testimonio de los
apóstoles, así también es alimentada y crece mediante la
continuación en la enseñanza de los apóstoles (Hechos 2:42).
Las congregaciones han de mantener las tradiciones entregadas
a ellos por los apóstoles (1 Cor. 11:2; 15:1-11; 2 Tes. 2:15).
La más fuerte condena está dirigida a cualquiera que corrompa
la pureza del evangelio apostólico (Gál. 1:6-9). La
interpretación del evangelio por los apóstoles es la norma
final de la sana enseñanza (2 Tim. 1:13-14; Tito 1:3, 9). Esta
es "la fe que fue entregada una vez (por todas) a los santos"
(Judas 3), y por cuanto la iglesia cristiana sostiene el
verdadero evangelio como fue proclamado por los apóstoles, es
"columna y fundamento de la verdad" (1 Tim. 3:15). Sólo esta
entrega al testimonio evangélico salvaguardará la unidad, la
santidad, y la catolicidad de la iglesia.
El catolicismo romano
Roma interpreta los atributos de la iglesia en términos
institucionales. Unidad
significa conformidad unísona y sometimiento a las demandas y
enseñanzas de la estructura jerárquica romana. Catolicidad significa la
propagación y el mantenimiento de una organización formal
mundial. Santidad
significa la estricta adhesión a ritos eclesiásticos. Apostolicidad significa
la aceptación incondicional de una sucesión de los obispos
romanos que afirman que llevan el manto de Pedro.
Los reformadores
Los reformadores negaban la afirmación de Roma de que su
organización constituía la única iglesia, santa, católica y
apostólica porque ellos, los reformadores, habían descubierto
una verdad vital en el Nuevo Testamento - que los atributos de
la iglesia no son institucionales sino soteriológicos. Por lo
tanto, la naturaleza de la iglesia no podía entenderse
correctamente aparte del evangelio de Jsucristo. Por eso,
contendían que la verdadera unidad, santidad, catolicidad y
apostolicidad de la iglesia están todas fundadas en el gran
acto salvador de Dios en el Calvario. Sólo el evangelio
produciría los atributos por los cuales puede ser conocida la
verdadera iglesia. Por tanto, declararon que la verdadera
iglesia podía ser identificada si la fiel predicación del
evangelio y la correcta administración del bautismo y la cena
del Señor (por los cuales el evangelio queda simbolizado)
estaban presentes en la comunidad o no.
Por consiguiente, según el Nuevo Testamento y los
reformadores, la verdadera iglesia de Cristo es la comunidad
de todos los que han puesto su fe en Él, y los atributos de
esta iglesia pueden describirse como "una, santa, católica y
apostólica". Las marcas por las cuales podemos conocer la
verdadera iglesia son: cree y proclama fielmente el evangelio
puro y sin adulteración como está registrado en las Escrituras
por los apóstoles escogidos del Señor, y administra fielmente
el bautismo y la cena del Señor (por los cuales queda
simbolizado el evangelio). Por consiguiente, la unidad,
santidad, catolicidad y apostolicidad están basadas en la obra
consumada de redención en la cruz del evangelio de Cristo.
Afirmaciones sectarias
Ciertas instituciones religiosas aseguran ser la única iglesia
de Cristo, excluyendo a otros grupos cristianos, que son
considerados como la Babilonia apóstata. En un intento por
hallar apoyo bíblico para tales afirmaciones, se apela a
ciertos textos de prueba a los cuales se les imponen dudosas
interpretaciones. Por ejemplo, el catolicismo romano apela a
Mateo 16:18 ("Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta
roca edificaré mi iglesia") en un esfuerzo por establecer su
supremacía. Algunos grupos religiosos hacen del nombre de su denominación
la marca de la verdadera iglesia (por ejemplo, "La Iglesia de
Cristo"). Algunas denominaciones carismáticas contienden que
el hablar en lenguas es la evidencia de que sólo ellos tienen
la aprobación de Dios.
El sectarismo es contrario a los principios del Concilio de
Nicea porque niega la unidad, santidad, catolicidad, y
apostolicidad de la iglesia cristiana como ésta es descrita en
las Escrituras del Nuevo Testamento. El sectarismo niega la unidad de todos los que
creen en Cristo para perdón de sus pecados, y que todos los
creyentes tienen un Padre común en el cielo y comparten una
nueva vida común en el Espíritu, lo cual les constituye
miembros de una familia. Por esto, el sectarismo trae división
al cuerpo de Cristo (1 Cor. 3:16, 17).
El sectarismo niega la santidad
de la iglesia porque ignora el hecho de que las imperfecciones
en creencia y práctica que se ven en los diferentes segmentos
de la comunidad cristiana están cubiertas por la sangre de
Cristo. Por lo general, el sectarismo reclama la perfección de
las doctrinas que promulga, refiriéndose a ellas como "la
verdad, toda la verdad, y solamente la verdad". Según ellos,
todas las otras denominaciones están sumergidas en la
oscuridad y el error.
El sectarismo niega la catolicidad
de la iglesia al afirmar exclusivamente ser la única iglesia
verdadera - el remanente de Dios en los días finales, en
contradistinción con todas las otras denominaciones, que son
denunciadas como la Babilonia apóstata. De este modo, el
sectarismo se divorcia de la abierta comunidad del resto del
cuerpo mundial de Cristo.
El sectarismo niega la apostolicidad
de la iglesia asegurando que tiene la luz y el conocimiento
adelante del resto de la cristiandad y algunas veces hasta
delante de los apóstoles de Cristo, a los cuales se les reveló
toda la verdad que la iglesia necesita saber de este lado de
la eternidad. Esta luz y este conocimiento adelantados se
basan generalmente en alguna autoridad extrabíblica.
El adventismo del séptimo
día
En muchos respectos, la manera en que los adventistas
entienden la iglesia se parece mucho a la del catolicismo
romano. Esto resulta claro cuando uno se da cuenta de que la
eclesiología no es sino una extensión de la soteriología. Es
decir, que la doctrina de la iglesia de cualquier denominación
estará determinada por la manera en que entiende el evangelio
y cómo Dios salva personas por medio del evangelio.
La verdadera iglesia y el
verdadero remanente
El adventismo se considera a sí mismo no meramente "una
iglesia", sino "la iglesia". Asegura que su denominación es la
única iglesia verdadera en la tierra en la actualidad.
Denuncia a todas las otras denominaciones como Babilonia. Por
tanto, según el adventismo, él es la única iglesia legítima
visible en el mundo entero. Como se dijo arriba, tales
afirmaciones sólo las hacen grupos sectarios, de los cuales la
denominación católica romana es el mayor.
El adventismo no sólo asegura ser la única iglesia verdadera
en la tierra hoy día, sino que es el remanente de Dios - su
iglesia del fin del tiempo. Los dos principales textos de
prueba para esta afirmación son Apocalipsis 12:17 y 19:10.
Basándose en estos dos textos, el adventismo afirma que la
iglesia del fin del tiempo - el remanente - debe observar
todos los diez mandamientos y tener un profeta. En
consecuencia, el adventismo afirma que sólo él llena los
requisitos de "la iglesia remanente".
La teología de 1844 del
adventismo
Las anteriores afirmaciones del adventismo se basan también en
su singular interpretación de su texto cardinal de las
Escrituras - Daniel 8:14. La Sra. Ellen G. White, la profetisa
de los adventistas para los últimos días, declara: "El texto
bíblico que, sobre todos los demás, había sido tanto el
fundamento como la columna principal de la fe adventista era
la declaración: 'Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas;
luego el santuario será purificado'. Daniel 8:14" (GC 409).
En su interpretación de este texto, los pioneros dijeron que
los 2300 días (KJV) significan 2300 años. Calcularon que este
período de tiempo terminaría el 22 de octubre de 1844. Primero
se creyó que el evento descrito como "la purificación del
santuario" se refería a la segunda venida de Cristo en gloria
para redimir a los justos y destruir a los malvados al
purificar la tierra con fuego. Por esta razón, fijaron
dogmáticamente una fecha exacta para el regreso del Señor.
Pero nada puede justificar esta fijación de fecha, nada en
absoluto. Va contra la orden expresa de la Sagradas Escrituras
y las lecciones de la historia. Cuando el Señor no vino como
ellos habían pronosticado, los pioneros experimentaron lo que
se conoce en la historia del adventismo como el Gran Chasco.
Pero, en vez de recuperar el sentido y arrepentirse de su
estupidez apocalíptica, los pioneros reinterpretaron a Daniel
8:14 vinculándolo a "la purificación del santuario", el día de
expiación en el antiguo Israel. Basándose en este enlace,
proyectaron al cielo el ritual entero del santuario en el
pacto antiguo, haciendo que el ministerio celestial de Cristo
fuese paralelo al del santuario terrenal.
Ahora llegaron a la conclusión de que el 22 de octubre de
1844, Cristo, en vez de venir a la tierra, entró al Lugar
Santísimo del santuario celestial para hacer la expiación
"final" o salvadora para la purificación por medio de la cual
el registro de los pecados de los creyentes serían borrados.
Hasta este momento, Cristo había estado en el primer
compartimiento haciendo la expiación "preliminar" para los
creyentes, por cuya expiación los pecados confesados eran
transferidos sobre Él como portador de los pecados. Pero
ahora, por medio de la expiación "final", Cristo transferiría
esos pecados a Satanás, el chivo expiatorio antitípico, que
debía pagar (expiar) por ellos al final.
La implicación de esta enseñanza fue expuesta claramente por
el pionero O. R. L. Crosier en su tratado pionero sobre el
santuario en The Day-Star
Extra del 7 de febrero de 1846. Crosier declaró
explícitamente que Cristo hace la expiación en el cielo. Por
tanto, ¡llegó a la conclusión de que Cristo ni siquiera había
comenzado su obra de expiación en la cruz! En 1877, Uriah
Smith - un prominente erudito adventista - fue igual de osado
al declarar: "Cristo no hizo la expiación en la cruz. Que este
hecho quede fijado en la mente para siempre". (The Sanctuary and the
Twenty-Three Hundred Days of Daniel VIII, 14 p. 276).
En otras palabras, según los pioneros del adventismo, Cristo
no hizo la expiación salvadora en la cruz; ha estado haciendo
la expiación en el cielo desde 1844 en adelante. Por medio de
esta expiación, el registro de los pecados del creyente queda
borrado, y el creyente recibe justificación "plena y
completa", el sello irrevocable de Dios, y la lluvia tardía.
Esta explicación autojustificante de un santuario de dos
compartimientos en el cielo y la suposición de que, el 22 de
octubre de 1844, Cristo pasó del primer compartimiento al
segundo para iniciar el ministerio de la expiación final para
la redención se convirtió en el fundamento y la columna
central de la teología del adventismo - la única contribución
original que ha hecho a la teología cristiana y la única razón
legítima para su existencia como cuerpo religioso.
Así, pues, la fecha de 1844 y la enseñanza del ministerio de
Cristo en el santuario celestial en dos fases son el centro
nervioso del adventismo. De esta interpretación de Daniel 8:14
procede una plétora de singulares enseñanzas adventistas, como
la de los dos compartimientos y sus respectivos ministerios de
Cristo en el santuario celestial, el juicio investigador, el
borramiento del registro de los pecados, la transferencia de
los pecados a Satanás, el sellamiento especial, la lluvia
tardía, el fin del período de prueba, el tiempo del fin, el
remanente, y el Espíritu de Profecía.
Una evaluación:
1. La teología de 1844 del adventismo.
¿Qué puede decirse de la teología de 1844 del adventismo? Del
mismo modo que el cristianismo permanece en pie o cae con
respecto a la resurrección (1 Cor. 15:1-4), el adventismo
permanece en pie o cae con respecto al "evento de 1844". Si no
hubiera ninguna resurrección, no habría nada salvable en el
cristianismo. Si ningún evento de importancia redentora
hubiese ocurrido en el cielo el 22 de octubre de 1844,
entonces no habría nada salvable en el adventismo.
Pero los pioneros, la Sra. White, y el adventismo han apostado
todo a la veracidad de esta interpretación de Daniel 8:14. El
adventismo es inflexible en que Dios ha revelado el verdadero
significado de Daniel 8:14 a sus pioneros y a la Sra. White, y
que Dios se lo ha confiado a la denominación adventista como
su mensaje para los días finales al cristianismo y al mundo.
Esta es la base de la triunfante autoimagen del adventismo:
"un pueblo especial con un mensaje especial para un tiempo
especial" (para citar un lema favorito adventista).
Sin embargo, no sólo no hay ninguna información bíblica - un
claro "Así ha dicho el Señor" - para sustentar la fecha de
1844 y la explicación del adventismo del desastre del Gran
Chasco, sino que la teología de 1844 es contraria al evangelio
del Nuevo Testamento. La obra consumada de expiación de Cristo
(la redención) en la cruz y su entrada una vez y para siempre
en el Lugar Santísimo (en el cielo mismo - Heb. 9:24) para
sentarse a la diestra del Padre excluyen un evento redentor
que comenzó el 22 de octubre de 1844 (la expiación 'final', el
borramiento de los pecados, la transferencia de los pecados a
Satanás, la justificación 'plena y completa', la lluvia
tardía, el sello final de Dios, etc.).
Al proclamar este evento y exhortar a la gente a poner su fe
en ello, los adventistas están predicando "otro evangelio"
(Gál. 1:6-8) - un evangelio con características que no se
encuentran en los escritos de los apóstoles del Nuevo
Testamento. En el mejor de los casos, la teología de 1844 del
adventismo sólo puede descansar en una autoridad extrabíblica
- la de su profetisa, la Sra. White. Raymond F. Cottrell, uno
de los más prominentes eruditos del adventismo, admitió esto
francamente. (Véase su documento presentado al Comité Revisor
del Santuario en Glacier View, agosto 10-15 de 1980, titulado
A Hermeneutic for Predictive
Prophecy, esp. pp. 28-30). Así, pues, al
promulgar su teología de 1844, los adventistas van más allá
del testimonio apostólico como está registrado en el Nuevo
Testamento. Por consiguiente, no pueden afirmar que es la
iglesia basada en las enseñanzas apostólicas del
evangelio.
2. La afirmación adventista sobre la
verdadera iglesia y el remanente
Como se dijo más arriba, el adventismo asegura ser el
remanente que ha sobrevivido al gran cautiverio babilónico (la
apostasía papal), que ha salido de Babilonia, y que está
reconstruyendo las ruinas al llamar al cristianismo a salir de
Babilonia (el denominacionalismo) para que sea parte de la
verdadera iglesia de Dios y el remanente del tiempo del fin -
la denominación adventista (véase Joel 2:32; Apoc. 12:17;
14:12).
El motivo del remanente aparece por primera vez en el Antiguo
Testamento con referencia a la minoría de Israel que no habían
doblado sus rodillas ante Baal (1 Reyes 19:18). Más tarde,
vino a referirse a los judíos que sobrevivirían al desastre
del cautiverio babilónico. Estos sobrevivientes de Israel
serían los pocos fieles (el remanente) que regresarían para
reconstruir las ruinas de Jerusalén (Isa. 1:9; 7:3; 10:20, 21;
Amós 5:15).
Pero los apóstoles del Nuevo Testamento emplearon el motivo
del remanente para describir la comunidad del Nuevo
Testamento. (Hechos 15:14-18; Rom. 9:27-29; 11:1-5). Así,
pues, los cristianos del siglo primero se veían a sí mismos
como el remanente escatológico en virtud de su unión con
Cristo por fe. F. F. Bruce lo pone de esta manera: "Cuando
vino la prueba crucial, el remanente fiel se redujo a una
persona, el Hijo del Hombre, que entró a la muerte solo y se
levantó nuevamente como representante de su pueblo. Con él, el
pueblo de Dios murió y resucitó" (The New Testament Development of Old Testament
Themes, p. 49). ¡Ciertamente, pues, sugerir que uno
pueda estar "en Cristo" por fe y no ser parte de los elegidos
o el remanente es una tontería! Por consiguiente, a la luz del
Nuevo Testamento, la iglesia cristiana, o el cuerpo de Cristo,
ES el remanente desde su inicio el día de Pentecostés y
permanecerá así hasta el último día cuando Cristo venga otra
vez.
3. El tiempo del fin
Los pioneros del adventismo desarrollaron sus doctrinas de
1844 y del remanente del tiempo del fin en la suposición de
que los últimos días no llegaron sino hasta 1798 (era de
1844). James White, un prominente pionero, dijo que el
remanente de Joel 2:32 (queriendo decir la Iglesia Adventista)
no apareció sino hasta 1844. Esto les llevó a pensar que, como
remanente de Dios, tenían que tener un nuevo mensaje que
correspondía a la nueva era en la cual habían entrado.
Así, pues, creían que su singular doctrina del santuario en
1844 era el mensaje de Dios para el tiempo del fin, que les
había sido confiado a ellos como el remanente de Dios para el
cristianismo y el mundo, para prepararles para la venida del
Señor.
Pero los apóstoles declararon que ellos ya estaban viviendo en
el tiempo del fin y que el evangelio que ellos estaban
predicando era el mensaje de Dios para el tiempo del fin para
el mundo (Hechos 2:17; Heb. 1, 2; 9:26; 1 Pedro 1:20; Apoc.
1:1). "La proclamación del evangelio es un evento
escatológico" (Gerhard Kittel, ed., Theological Dictionary of the New Testament,
tr. y ed. Geoffrey W. Bromley, 2:279). Esto se muestra
claramente en el Nuevo Testamento, como sigue:
1. La epístola a los
Hebreos nos dice que Cristo "en la consumación de los
siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio
de sí mismo para quitar de en medio el pecado" (Heb. 9:26).
Por lo tanto, el Calvario es un evento del tiempo del fin.
El Dr. F. F. Bruce dice así: "No es que la consumación de
los siglos era el tiempo cuando, en realidad Él [Cristo]
apareció; es más bien que su venida y lo que logró hizo de
ese tiempo en particular la consumación de los siglos" (Defence of the Gospel,
p. 89).
2. El derramamiento del
Espíritu para proclamar el evangelio tuvo lugar el día de
Pentecostés. Pedro anunció que fue el cumplimiento de lo que
Joel había profetizado que tendría lugar en los últimos días
(Hechos 2:16, 17). La predicación del "evangelio ... por el
Espíritu Santo enviado desde el cielo" (1 Pedro 1:24) es,
pues, un ministerio escatológico (del tiempo del fin).
3. El Nuevo Testamento
declara repetidamente que los últimos días habían llegado
(Hechos 2:16, 17; Heb. 1:1, 2; 9:26; 1 Ped. 1:20). Todas las
bendiciones que vienen al creyente en Cristo son dones que
pertenecen al tiempo del fin - esto es, la justificación es
el veredicto liberador del juicio final (Rom. 2:13,16), la
vida eterna es la vida de la era por venir (Juan 5:24), el
don del Espíritu es el adelanto de la glorificación (Efe.
1:13, 14), y la salvación es la liberación de la ira de Dios
para el tiempo del fin (Rom. 5:9).
¡Por lo tanto, la afirmación del adventismo de que los últimos
días llegaron cuando el adventismo apareció en escena en
1844 está errada más o menos por 1800 años! No. Los
últimos días llegaron cuando Jesús apareció en la escena
pública hace 2000 años. Este es el testimonio de los
apóstoles. Pero ir ahora más allá de lo que los apóstoles
negaron y escribieron es sectario. El adventismo ha negado
oficialmente lo que el Nuevo Testamento dice a este respecto,
para mantener su singular teología de 1844 y todo lo que la
acompaña.
La confusión adventista
Hasta la década de 1950, el adventismo tradicional
(histórico), basado en los estatutos originales formulados por
los pioneros, estaba basado en su singular interpretación de
Daniel 8:14, constituía la única forma auténtica del
adventismo. Pero, durante la década de 1950, aparecieron en el
escenario adventista dos nuevas ramas, a saber, el adventismo
'evangélico' y el adventismo 'liberal'. Cada una de estas dos
ramas tenía su propia interpretación de lo que constituye el
adventismo auténtico, y cada una de ellas basaba su posición
en declaraciones de la Sra. White.
El adventismo 'evangélico' era un movimiento religioso basado
en una síntesis intermedia entre la teología evangélica y el
adventismo tradicional. Durante la década de 1950, estaba
encabezado por líderes de mentalidad evangélica en las
oficinas centrales del adventismo en Washington, D. C. En
1957, este adventismo hizo su entrada con la publicación del
libro Questions on Doctrine,
en el cual las doctrinas 'especiales', singulares al
adventismo tradicional, fueron cambiadas radicalmente para que
el adventismo pudiera aparecer como 'evangélico' a los ojos de
los evangélicos - los Drs. Walter Martin y Donald Barnhouse.
Estos dos eruditos evangélicos investigaron el adventismo y
amenazaron con declararlo una secta, a menos que sus doctrinas
'especiales y singulares' fueran descartadas para armonizar
con el cristianismo evangélico.
El adventismo 'liberal' también entró en escena de manera
prominente durante la década de 1950, cuando muchos
estudiantes adventistas comenzaron a asistir a universidades
no adventistas y a recibir títulos de ellas. En muchos casos,
estas universidades eran conocidas por su liberalismo
teológico. Fue así como estos estudiantes adventistas fueron
expuestos a la crítica bíblica moderna y a la teología
liberal. La influencia que esta exposición tuvo sobre ellos se
pudo ver en muchos aspectos de su teología. La enseñanza
tradicional del adventismo y la del cristianismo evangélico
fue considerada como desfasada e inadecuada para comunicar el
verdadero carácter de Dios al hombre moderno. Por
consiguiente, reemplazaron estas enseñanzas con la 'Teoría de
la Influencia Moral' de la muerte de Cristo. El adventismo
liberal también se sentía cómodo con el pluralismo del
pensamiento.
Para 1980, todas las tres ramas - el adventismo tradicional,
el adventismo evangélico, y el adventismo liberal - figuraban
de manera prominente en la iglesia. Esto resultó en total
confusión tanto en el clero como en el laicato en cuanto a qué
constituye el auténtico adventismo - el que los hace
diferentes de todos los demás cristianos; el que les da su
verdadera identidad y que les hace especiales a la vista de
Dios - ¡su única y verdadera iglesia remanente! Los
adventistas liberales consideraban esta confusión como una
saludable diversidad en el pluralismo.
Conclusión
En vista de lo que antecede, cuánta arrogancia se manifiesta
en la afirmación del adventismo de que es la iglesia
remanente, cuando no posee lo único que hace a una persona
parte del remanente de Dios - el verdadero evangelio de Cristo
como fue promulgado por los apóstoles del Nuevo Testamento. La
fe sola en este evangelio hizo a los gentiles parte del
remanente del tiempo del fin. Los judíos tenían los Diez
Mandamientos, observaban el sábado, y se ufanaban de poseer
más de un profeta (superando a los adventistas en este punto).
Pero fueron excluidos del remanente como nación porque
rechazaron el evangelio concerniente a Cristo y su obra
salvadora. Por lo tanto, cuando es pesado en la balanza del
testimonio apostólico del evangelio como aparece registrado en
el Nuevo Testamento, el adventismo es hallado falto. No sólo
no tiene el verdadero evangelio, sino que las tres ramas
divergentes dentro del adventismo constituyen nada menos que
la confusión babilónica. ¡Y luego tienen la audacia de llamar
Babilonia a todas las demás cristianas! Por consiguiente, el
adventismo no se ajusta a la descripción de "la única, iglesia
católica, y apostólica" según los atributos expresados en el
Credo de Nicea.
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