LA IGLESIA VERDADERA
NO ES UNA INSTITUCIÓN

Chris Badenhorst


Traducido de Proclamation!
Edición de Septiembre - Octubre 2006


Muchos credos denominacionales cristianos y muchas declaraciones de fe describen la naturaleza de la iglesia cristiana en el lenguaje del Credo de Nicea (325 D. C.) como "la única iglesia, santa, católica y apostólica". Estos atributos, que constituyen la iglesia verdadera, son conceptos bíblicos. Durante la Reforma Protestante del siglo dieciséis, surgió una controversia acerca de la identidad de la iglesia verdadera. El papado contendía que la iglesia de Roma era la única iglesia, santa, católica y apostólica. Por otra parte, los reformadores negaban la afirmación de Roma. Pero, ¿cómo puede uno poner a prueba las afirmaciones de cuerpos religiosos divergentes de que son la "verdadera iglesia"?

El Nuevo Testamento enseña que los atributos de la iglesia verdadera son soteriológicos, no institucionales. La iglesia es una porque la expiación que Cristo hizo en la cruz "derribó la pared intermedia de separación ... para crear en sí mismo un solo y nuevo hombre ... haciendo la paz" (Efesios 2:14-15). Así, pues, la barrera que separa a otros creyentes según su clase, raza, y sexo ha sido quitada por la muerte de Cristo en la cruz. Por tanto, el Señor resucitado es la exaltada Cabeza de "una nueva creación" (2 Cor. 5:17), que es su "único cuerpo" (Fil. 1:16; 19-23; 2:14).

La iglesia es santa porque, por su muerte en la cruz, Cristo compró y puso aparte para ser el pueblo de Dios a todos los que creen en el evangelio. En el uso bíblico, "santidad" o "santificación" se refiere a lo que es puesto aparte por Dios para su servicio, que incluye predicar el evangelio de salvación, reconciliación, y paz. La comunidad de los creyentes en Cristo es la comunidad de "los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos" (1 Cor. 1:2). Así que los "santos" son los que han puesto su confianza en Cristo como Salvador, que han nacido de nuevo por el Espíritu, que se han reconciliado con Dios y los unos con los otros, y a los cuales Dios ha separado del mundo para que sean su pueblo (2 Tes. 2:13, 14; 2 Tim. 1:9, 10). Las congregaciones locales no son sino las manifestaciones locales de la única iglesia universal de Cristo.

La iglesia es apostólica porque su fe y su vida están fundadas únicamente en el testimonio de los apóstoles a quienes Cristo designó soberanamente para que testificaran y proclamaran su obra salvadora (Lucas 6:13; Hechos 1:2, 21, 22; Juan 14:26; 15:26s; 17:20). El Nuevo Testamento ha preservado para la iglesia el contenido de la enseñanza de los apóstoles concerniente a Cristo, su obra redentora en la cruz, su triunfante resurrección de los muertos, y su ascensión al cielo, donde fue exaltado por el Padre para que se sentase a su diestra. El Nuevo Testamento ha preservado también las implicaciones de todas estas cosas para la vida de la comunidad de creyentes - que es una, santa y católica.

Así como la iglesia fue fundada en el testimonio de los apóstoles, así también es alimentada y crece mediante la continuación en la enseñanza de los apóstoles (Hechos 2:42). Las congregaciones han de mantener las tradiciones entregadas a ellos por los apóstoles (1 Cor. 11:2; 15:1-11; 2 Tes. 2:15). La más fuerte condena está dirigida a cualquiera que corrompa la pureza del evangelio apostólico (Gál. 1:6-9). La interpretación del evangelio por los apóstoles es la norma final de la sana enseñanza (2 Tim. 1:13-14; Tito 1:3, 9). Esta es "la fe que fue entregada una vez (por todas) a los santos" (Judas 3), y por cuanto la iglesia cristiana sostiene el verdadero evangelio como fue proclamado por los apóstoles, es "columna y fundamento de la verdad" (1 Tim. 3:15). Sólo esta entrega al testimonio evangélico salvaguardará la unidad, la santidad, y la catolicidad de la iglesia.

El catolicismo romano

Roma interpreta los atributos de la iglesia en términos institucionales. Unidad significa conformidad unísona y sometimiento a las demandas y enseñanzas de la estructura jerárquica romana. Catolicidad significa la propagación y el mantenimiento de una organización formal mundial. Santidad significa la estricta adhesión a ritos eclesiásticos. Apostolicidad significa la aceptación incondicional de una sucesión de los obispos romanos que afirman que llevan el manto de Pedro.

Los reformadores

Los reformadores negaban la afirmación de Roma de que su organización constituía la única iglesia, santa, católica y apostólica porque ellos, los reformadores, habían descubierto una verdad vital en el Nuevo Testamento - que los atributos de la iglesia no son institucionales sino soteriológicos. Por lo tanto, la naturaleza de la iglesia no podía entenderse correctamente aparte del evangelio de Jsucristo. Por eso, contendían que la verdadera unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad de la iglesia están todas fundadas en el gran acto salvador de Dios en el Calvario. Sólo el evangelio produciría los atributos por los cuales puede ser conocida la verdadera iglesia. Por tanto, declararon que la verdadera iglesia podía ser identificada si la fiel predicación del evangelio y la correcta administración del bautismo y la cena del Señor (por los cuales el evangelio queda simbolizado) estaban presentes en la comunidad o no.

Por consiguiente, según el Nuevo Testamento y los reformadores, la verdadera iglesia de Cristo es la comunidad de todos los que han puesto su fe en Él, y los atributos de esta iglesia pueden describirse como "una, santa, católica y apostólica". Las marcas por las cuales podemos conocer la verdadera iglesia son: cree y proclama fielmente el evangelio puro y sin adulteración como está registrado en las Escrituras por los apóstoles escogidos del Señor, y administra fielmente el bautismo y la cena del Señor (por los cuales queda simbolizado el evangelio). Por consiguiente, la unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad están basadas en la obra consumada de redención en la cruz del evangelio de Cristo.

Afirmaciones sectarias

Ciertas instituciones religiosas aseguran ser la única iglesia de Cristo, excluyendo a otros grupos cristianos, que son considerados como la Babilonia apóstata. En un intento por hallar apoyo bíblico para tales afirmaciones, se apela a ciertos textos de prueba a los cuales se les imponen dudosas interpretaciones. Por ejemplo, el catolicismo romano apela a Mateo 16:18 ("Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia") en un esfuerzo por establecer su supremacía. Algunos grupos religiosos hacen del nombre de su denominación la marca de la verdadera iglesia (por ejemplo, "La Iglesia de Cristo"). Algunas denominaciones carismáticas contienden que el hablar en lenguas es la evidencia de que sólo ellos tienen la aprobación de Dios.

El sectarismo es contrario a los principios del Concilio de Nicea porque niega la unidad, santidad, catolicidad, y apostolicidad de la iglesia cristiana como ésta es descrita en las Escrituras del Nuevo Testamento. El sectarismo niega la unidad de todos los que creen en Cristo para perdón de sus pecados, y que todos los creyentes tienen un Padre común en el cielo y comparten una nueva vida común en el Espíritu, lo cual les constituye miembros de una familia. Por esto, el sectarismo trae división al cuerpo de Cristo (1 Cor. 3:16, 17).

El sectarismo niega la santidad de la iglesia porque ignora el hecho de que las imperfecciones en creencia y práctica que se ven en los diferentes segmentos de la comunidad cristiana están cubiertas por la sangre de Cristo. Por lo general, el sectarismo reclama la perfección de las doctrinas que promulga, refiriéndose a ellas como "la verdad, toda la verdad, y solamente la verdad". Según ellos, todas las otras denominaciones están sumergidas en la oscuridad y el error.

El sectarismo niega la catolicidad de la iglesia al afirmar exclusivamente ser la única iglesia verdadera - el remanente de Dios en los días finales, en contradistinción con todas las otras denominaciones, que son denunciadas como la Babilonia apóstata. De este modo, el sectarismo se divorcia de la abierta comunidad del resto del cuerpo mundial de Cristo.

El sectarismo niega la apostolicidad de la iglesia asegurando que tiene la luz y el conocimiento adelante del resto de la cristiandad y algunas veces hasta delante de los apóstoles de Cristo, a los cuales se les reveló toda la verdad que la iglesia necesita saber de este lado de la eternidad. Esta luz y este conocimiento adelantados se basan generalmente en alguna autoridad extrabíblica.

El adventismo del séptimo día

En muchos respectos, la manera en que los adventistas entienden la iglesia se parece mucho a la del catolicismo romano. Esto resulta claro cuando uno se da cuenta de que la eclesiología no es sino una extensión de la soteriología. Es decir, que la doctrina de la iglesia de cualquier denominación estará determinada por la manera en que entiende el evangelio y cómo Dios salva personas por medio del evangelio.

La verdadera iglesia y el verdadero remanente

El adventismo se considera a sí mismo no meramente "una iglesia", sino "la iglesia". Asegura que su denominación es la única iglesia verdadera en la tierra en la actualidad. Denuncia a todas las otras denominaciones como Babilonia. Por tanto, según el adventismo, él es la única iglesia legítima visible en el mundo entero. Como se dijo arriba, tales afirmaciones sólo las hacen grupos sectarios, de los cuales la denominación católica romana es el mayor.

El adventismo no sólo asegura ser la única iglesia verdadera en la tierra hoy día, sino que es el remanente de Dios - su iglesia del fin del tiempo. Los dos principales textos de prueba para esta afirmación son Apocalipsis 12:17 y 19:10. Basándose en estos dos textos, el adventismo afirma que la iglesia del fin del tiempo - el remanente - debe observar todos los diez mandamientos y tener un profeta. En consecuencia, el adventismo afirma que sólo él llena los requisitos de "la iglesia remanente".

La teología de 1844 del adventismo

Las anteriores afirmaciones del adventismo se basan también en su singular interpretación de su texto cardinal de las Escrituras - Daniel 8:14. La Sra. Ellen G. White, la profetisa de los adventistas para los últimos días, declara: "El texto bíblico que, sobre todos los demás, había sido tanto el fundamento como la columna principal de la fe adventista era la declaración: 'Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado'. Daniel 8:14" (GC 409).

En su interpretación de este texto, los pioneros dijeron que los 2300 días (KJV) significan 2300 años. Calcularon que este período de tiempo terminaría el 22 de octubre de 1844. Primero se creyó que el evento descrito como "la purificación del santuario" se refería a la segunda venida de Cristo en gloria para redimir a los justos y destruir a los malvados al purificar la tierra con fuego. Por esta razón, fijaron dogmáticamente una fecha exacta para el regreso del Señor.

Pero nada puede justificar esta fijación de fecha, nada en absoluto. Va contra la orden expresa de la Sagradas Escrituras y las lecciones de la historia. Cuando el Señor no vino como ellos habían pronosticado, los pioneros experimentaron lo que se conoce en la historia del adventismo como el Gran Chasco. Pero, en vez de recuperar el sentido y arrepentirse de su estupidez apocalíptica, los pioneros reinterpretaron a Daniel 8:14 vinculándolo a "la purificación del santuario", el día de expiación en el antiguo Israel. Basándose en este enlace, proyectaron al cielo el ritual entero del santuario en el pacto antiguo, haciendo que el ministerio celestial de Cristo fuese paralelo al del santuario terrenal.

Ahora llegaron a la conclusión de que el 22 de octubre de 1844, Cristo, en vez de venir a la tierra, entró al Lugar Santísimo del santuario celestial para hacer la expiación "final" o salvadora para la purificación por medio de la cual el registro de los pecados de los creyentes serían borrados. Hasta este momento, Cristo había estado en el primer compartimiento haciendo la expiación "preliminar" para los creyentes, por cuya expiación los pecados confesados eran transferidos sobre Él como portador de los pecados. Pero ahora, por medio de la expiación "final", Cristo transferiría esos pecados a Satanás, el chivo expiatorio antitípico, que debía pagar (expiar) por ellos al final.

La implicación de esta enseñanza fue expuesta claramente por el pionero O. R. L. Crosier en su tratado pionero sobre el santuario en The Day-Star Extra del 7 de febrero de 1846. Crosier declaró explícitamente que Cristo hace la expiación en el cielo. Por tanto, ¡llegó a la conclusión de que Cristo ni siquiera había comenzado su obra de expiación en la cruz! En 1877, Uriah Smith - un prominente erudito adventista - fue igual de osado al declarar: "Cristo no hizo la expiación en la cruz. Que este hecho quede fijado en la mente para siempre". (The Sanctuary and the Twenty-Three Hundred Days of Daniel VIII, 14 p. 276). En otras palabras, según los pioneros del adventismo, Cristo no hizo la expiación salvadora en la cruz; ha estado haciendo la expiación en el cielo desde 1844 en adelante. Por medio de esta expiación, el registro de los pecados del creyente queda borrado, y el creyente recibe justificación "plena y completa", el sello irrevocable de Dios, y la lluvia tardía.

Esta explicación autojustificante de un santuario de dos compartimientos en el cielo y la suposición de que, el 22 de octubre de 1844, Cristo pasó del primer compartimiento al segundo para iniciar el ministerio de la expiación final para la redención se convirtió en el fundamento y la columna central de la teología del adventismo - la única contribución original que ha hecho a la teología cristiana y la única razón legítima para su existencia como cuerpo religioso.

Así, pues, la fecha de 1844 y la enseñanza del ministerio de Cristo en el santuario celestial en dos fases son el centro nervioso del adventismo. De esta interpretación de Daniel 8:14 procede una plétora de singulares enseñanzas adventistas, como la de los dos compartimientos y sus respectivos ministerios de Cristo en el santuario celestial, el juicio investigador, el borramiento del registro de los pecados, la transferencia de los pecados a Satanás, el sellamiento especial, la lluvia tardía, el fin del período de prueba, el tiempo del fin, el remanente, y el Espíritu de Profecía.

Una evaluación:
1. La teología de 1844 del adventismo.

¿Qué puede decirse de la teología de 1844 del adventismo? Del mismo modo que el cristianismo permanece en pie o cae con respecto a la resurrección (1 Cor. 15:1-4), el adventismo permanece en pie o cae con respecto al "evento de 1844". Si no hubiera ninguna resurrección, no habría nada salvable en el cristianismo. Si ningún evento de importancia redentora hubiese ocurrido en el cielo el 22 de octubre de 1844, entonces no habría nada salvable en el adventismo.

Pero los pioneros, la Sra. White, y el adventismo han apostado todo a la veracidad de esta interpretación de Daniel 8:14. El adventismo es inflexible en que Dios ha revelado el verdadero significado de Daniel 8:14 a sus pioneros y a la Sra. White, y que Dios se lo ha confiado a la denominación adventista como su mensaje para los días finales al cristianismo y al mundo. Esta es la base de la triunfante autoimagen del adventismo: "un pueblo especial con un mensaje especial para un tiempo especial" (para citar un lema favorito adventista).

Sin embargo, no sólo no hay ninguna información bíblica - un claro "Así ha dicho el Señor" - para sustentar la fecha de 1844 y la explicación del adventismo del desastre del Gran Chasco, sino que la teología de 1844 es contraria al evangelio del Nuevo Testamento. La obra consumada de expiación de Cristo (la redención) en la cruz y su entrada una vez y para siempre en el Lugar Santísimo (en el cielo mismo - Heb. 9:24) para sentarse a la diestra del Padre excluyen un evento redentor que comenzó el 22 de octubre de 1844 (la expiación 'final', el borramiento de los pecados, la transferencia de los pecados a Satanás, la justificación 'plena y completa', la lluvia tardía, el sello final de Dios, etc.).

Al proclamar este evento y exhortar a la gente a poner su fe en ello, los adventistas están predicando "otro evangelio" (Gál. 1:6-8) - un evangelio con características que no se encuentran en los escritos de los apóstoles del Nuevo Testamento. En el mejor de los casos, la teología de 1844 del adventismo sólo puede descansar en una autoridad extrabíblica - la de su profetisa, la Sra. White. Raymond F. Cottrell, uno de los más prominentes eruditos del adventismo, admitió esto francamente. (Véase su documento presentado al Comité Revisor del Santuario en Glacier View, agosto 10-15 de 1980, titulado A Hermeneutic for Predictive Prophecy, esp.  pp. 28-30). Así, pues,  al promulgar su teología de 1844, los adventistas van más allá del testimonio apostólico como está registrado en el Nuevo Testamento. Por consiguiente, no pueden afirmar que es la iglesia basada en las enseñanzas apostólicas del evangelio. 

2. La afirmación adventista sobre la verdadera iglesia y el remanente

Como se dijo más arriba, el adventismo asegura ser el remanente que ha sobrevivido al gran cautiverio babilónico (la apostasía papal), que ha salido de Babilonia, y que está reconstruyendo las ruinas al llamar al cristianismo a salir de Babilonia (el denominacionalismo) para que sea parte de la verdadera iglesia de Dios y el remanente del tiempo del fin - la denominación adventista (véase Joel 2:32; Apoc. 12:17; 14:12).

El motivo del remanente aparece por primera vez en el Antiguo Testamento con referencia a la minoría de Israel que no habían doblado sus rodillas ante Baal (1 Reyes 19:18). Más tarde, vino a referirse a los judíos que sobrevivirían al desastre del cautiverio babilónico. Estos sobrevivientes de Israel serían los pocos fieles (el remanente) que regresarían para reconstruir las ruinas de Jerusalén (Isa. 1:9; 7:3; 10:20, 21; Amós 5:15).

Pero los apóstoles del Nuevo Testamento emplearon el motivo del remanente para describir la comunidad del Nuevo Testamento. (Hechos 15:14-18; Rom. 9:27-29; 11:1-5). Así, pues, los cristianos del siglo primero se veían a sí mismos como el remanente escatológico en virtud de su unión con Cristo por fe. F. F. Bruce lo pone de esta manera: "Cuando vino la prueba crucial, el remanente fiel se redujo a una persona, el Hijo del Hombre, que entró a la muerte solo y se levantó nuevamente como representante de su pueblo. Con él, el pueblo de Dios murió y resucitó" (The New Testament Development of Old Testament Themes, p. 49). ¡Ciertamente, pues, sugerir que uno pueda estar "en Cristo" por fe y no ser parte de los elegidos o el remanente es una tontería! Por consiguiente, a la luz del Nuevo Testamento, la iglesia cristiana, o el cuerpo de Cristo, ES el remanente desde su inicio el día de Pentecostés y permanecerá así hasta el último día cuando Cristo venga otra vez.

3. El tiempo del fin

Los pioneros del adventismo desarrollaron sus doctrinas de 1844 y del remanente del tiempo del fin en la suposición de que los últimos días no llegaron sino hasta 1798 (era de 1844). James White, un prominente pionero, dijo que el remanente de Joel 2:32 (queriendo decir la Iglesia Adventista) no apareció sino hasta 1844. Esto les llevó a pensar que, como remanente de Dios, tenían que tener un nuevo mensaje que correspondía a la nueva era en la cual habían entrado.  Así, pues, creían que su singular doctrina del santuario en 1844 era el mensaje de Dios para el tiempo del fin, que les había sido confiado a ellos como el remanente de Dios para el cristianismo y el mundo, para prepararles para la venida del Señor.

Pero los apóstoles declararon que ellos ya estaban viviendo en el tiempo del fin y que el evangelio que ellos estaban predicando era el mensaje de Dios para el tiempo del fin para el mundo (Hechos 2:17; Heb. 1, 2; 9:26; 1 Pedro 1:20; Apoc. 1:1). "La proclamación del evangelio es un evento escatológico" (Gerhard Kittel, ed., Theological Dictionary of the New Testament, tr. y ed. Geoffrey W. Bromley, 2:279). Esto se muestra claramente en el Nuevo Testamento, como sigue: 

1. La epístola a los Hebreos nos dice que Cristo "en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado" (Heb. 9:26). Por lo tanto, el Calvario es un evento del tiempo del fin. El Dr. F. F. Bruce dice así: "No es que la consumación de los siglos era el tiempo cuando, en realidad Él [Cristo] apareció; es más bien que su venida y lo que logró hizo de ese tiempo en particular la consumación de los siglos" (Defence of the Gospel, p. 89).
 
2. El derramamiento del Espíritu para proclamar el evangelio tuvo lugar el día de Pentecostés. Pedro anunció que fue el cumplimiento de lo que Joel había profetizado que tendría lugar en los últimos días (Hechos 2:16, 17). La predicación del "evangelio ... por el Espíritu Santo enviado desde el cielo" (1 Pedro 1:24) es, pues, un ministerio escatológico (del tiempo del fin). 

3. El Nuevo Testamento declara repetidamente que los últimos días habían llegado (Hechos 2:16, 17; Heb. 1:1, 2; 9:26; 1 Ped. 1:20). Todas las bendiciones que vienen al creyente en Cristo son dones que pertenecen al tiempo del fin - esto es, la justificación es el veredicto liberador del juicio final (Rom. 2:13,16), la vida eterna es la vida de la era por venir (Juan 5:24), el don del Espíritu es el adelanto de la glorificación (Efe. 1:13, 14), y la salvación es la liberación de la ira de Dios para el tiempo del fin (Rom. 5:9).

¡Por lo tanto, la afirmación del adventismo de que los últimos días llegaron cuando el adventismo apareció en escena en 1844  está errada más o menos por 1800 años! No. Los últimos días llegaron cuando Jesús apareció en la escena pública hace 2000 años. Este es el testimonio de los apóstoles. Pero ir ahora más allá de lo que los apóstoles negaron y escribieron es sectario. El adventismo ha negado oficialmente lo que el Nuevo Testamento dice a este respecto, para mantener su singular teología de 1844 y todo lo que la acompaña.

La confusión adventista

Hasta la década de 1950, el adventismo tradicional (histórico), basado en los estatutos originales formulados por los pioneros, estaba basado en su singular interpretación de Daniel 8:14, constituía la única forma auténtica del adventismo. Pero, durante la década de 1950, aparecieron en el escenario adventista dos nuevas ramas, a saber, el adventismo 'evangélico' y el adventismo 'liberal'. Cada una de estas dos ramas tenía su propia interpretación de lo que constituye el adventismo auténtico, y cada una de ellas basaba su posición en declaraciones de la Sra. White.

El adventismo 'evangélico' era un movimiento religioso basado en una síntesis intermedia entre la teología evangélica y el adventismo tradicional. Durante la década de 1950, estaba encabezado por líderes de mentalidad evangélica en las oficinas centrales del adventismo en Washington, D. C. En 1957, este adventismo hizo su entrada con la publicación del libro Questions on Doctrine, en el cual las doctrinas 'especiales', singulares al adventismo tradicional, fueron cambiadas radicalmente para que el adventismo pudiera aparecer como 'evangélico' a los ojos de los evangélicos - los Drs. Walter Martin y Donald Barnhouse. Estos dos eruditos evangélicos investigaron el adventismo y amenazaron con declararlo una secta, a menos que sus doctrinas 'especiales y singulares' fueran descartadas para armonizar con el cristianismo evangélico.

El adventismo 'liberal' también entró en escena de manera prominente durante la década de 1950, cuando muchos estudiantes adventistas comenzaron a asistir a universidades no adventistas y a recibir títulos de ellas. En muchos casos, estas universidades eran conocidas por su liberalismo teológico. Fue así como estos estudiantes adventistas fueron expuestos a la crítica bíblica moderna y a la teología liberal. La influencia que esta exposición tuvo sobre ellos se pudo ver en muchos aspectos de su teología. La enseñanza tradicional del adventismo y la del cristianismo evangélico fue considerada como desfasada e inadecuada para comunicar el verdadero carácter de Dios al hombre moderno. Por consiguiente, reemplazaron estas enseñanzas con la 'Teoría de la Influencia Moral' de la muerte de Cristo. El adventismo liberal también se sentía cómodo con el pluralismo del pensamiento.

Para 1980, todas las tres ramas - el adventismo tradicional, el adventismo evangélico, y el adventismo liberal - figuraban de manera prominente en la iglesia. Esto resultó en total confusión tanto en el clero como en el laicato en cuanto a qué constituye el auténtico adventismo - el que los hace diferentes de todos los demás cristianos; el que les da su verdadera identidad y que les hace especiales a la vista de Dios - ¡su única y verdadera iglesia remanente! Los adventistas liberales consideraban esta confusión como una saludable diversidad en el pluralismo.

Conclusión

En vista de lo que antecede, cuánta arrogancia se manifiesta en la afirmación del adventismo de que es la iglesia remanente, cuando no posee lo único que hace a una persona parte del remanente de Dios - el verdadero evangelio de Cristo como fue promulgado por los apóstoles del Nuevo Testamento. La fe sola en este evangelio hizo a los gentiles parte del remanente del tiempo del fin. Los judíos tenían los Diez Mandamientos, observaban el sábado, y se ufanaban de poseer más de un profeta (superando a los adventistas en este punto). Pero fueron excluidos del remanente como nación porque rechazaron el evangelio concerniente a Cristo y su obra salvadora. Por lo tanto, cuando es pesado en la balanza del testimonio apostólico del evangelio como aparece registrado en el Nuevo Testamento, el adventismo es hallado falto. No sólo no tiene el verdadero evangelio, sino que las tres ramas divergentes dentro del adventismo constituyen nada menos que la confusión babilónica. ¡Y luego tienen la audacia de llamar Babilonia a todas las demás cristianas! Por consiguiente, el adventismo no se ajusta a la descripción de "la única, iglesia católica, y apostólica" según los atributos expresados en el Credo de Nicea.

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