UNIVERSALISMO:
EVALUACIÓN DE LAS FALSAS PREMISAS
Verle Streifling
Traducido de Proclamation!
Noviembre-Diciembre de 2002
El universalismo apareció en la cristiandad por
primera vez a finales del siglo segundo con Clemente de
Alejandría, cuyo discípulo, Orígenes (185-250 d. C.), lo
desarrolló sistemáticamente. Pero fue condenado como herejía
en los concilios de iglesia desde el año 394 d. C. hasta el
quinto Concilio Laterano del año 649. Durante la Reforma,
algunas sectas anabaptistas lo revivieron, y nuevamente fue
condenado como herejía por las confesiones luteranas y
reformadas.
Desde el año 1750, ha ganado un punto de apoyo siempre
creciente, especialmente desde el surgimiento del
neo-evangelismo en la década de 1960, que ha promocionado la
teología neo-liberal de Karl Barth en universidades y
seminarios evangélicos. Ellos llaman a esta nueva teología
liberal "evangélica", mientras rechazan las enseñanzas que los
evangélicos han sostenido tradicionalmente.
Benjamin Warfield reveló a la luz pública los errores del
universalismo en sus días, como lo hizo en su obra Plan of Salvation [Plan
de salvación]. En la actualidad, Dios está levantando a otros
para que lleven la antorcha, mientras escritores evangélicos y
un creciente número de páginas web comentan sus puntos de vista heréticos.
Muchos no quieren considerar las enseñanzas universalistas, y
las rechazan de plano. Pero el universalismo presenta cierto
número de puntos que tienden a sonar lógicos y hasta bíblicos.
Esta apariencia bíblica ha ayudado a darle ímpetu y atractivo
a nuestras emociones. La idea de que un buen Dios de amor no
podría jamás castigar el mal para siempre, sino que de hecho
ha salvado a todo el mundo es bastante agradable. Uno se
siente bien. Algunos hasta extienden esto para incluir el
diablo y sus ángeles.
Pero el evangelio, es el evangelio, porque Cristo era Dios
encarnado, que llevó la ira y el castigo por el pecado que
eran nuestros, de manera que, cuando creemos en Él y le
recibimos como nuestro Salvador, podemos tener la vida eterna
que es suya. Juan 3:16, 36; Apoc. 6:16, 17; Apoc. 16, etc. nos
dicen que Dios es, no sólo un Dios de amor, sino también un
Dios de ira y juicio y justicia.
Para escapar a la necesidad esencial del juicio de Dios sobre
los malvados, el universalismo insiste en la bondad innata del
hombre y la posibilidad de la salvación, hasta en el infierno.
Ciertamente la idea de la supuesta bondad innata del hombre se
derrumbó junto con las torres del World Trade el 11 de
septiembre, hasta para los muchos que desestiman la escritura.
Pero Romanos 1 a 4 prueban de manera concluyente la maldad del
hombre. Rom. 3:10-18 dice que "no hay justo, ni siquiera uno"
y que "todos han pecado" (3:23). Además, Isaías dice que todas
nuestras justicias son como trapo de inmundicia (64:6). La
verdad es que, mientras más nos acercamos a Dios, más
"deshechos" nos vemos y más agradecidos nos sentimos por su
"gracia maravillosa que es mayor que todos nuestros pecados".
Dios hizo al hombre originalmente un ente moral libre, pero el
hombre cayó en pecado y se convirtió en su esclavo (Juan 8:34;
Rom. 6:17; 8:7). Nada podía rescatarle de este estado, excepto
un nuevo nacimiento (Juan 3:3, 5). Habiendo sido vencido por
el pecado en su estado natural, el nuevo nacimento del hombre
no podía tener lugar por su propia voluntad, la voluntad de la
carne. Estando todos los seres humanos en la misma condición,
tampoco podía nadie efectuar el nuevo nacimiento a favor de
otros por la voluntad humana. No. El nuevo nacimiento sólo
podía provenir de Dios (Juan 1:13). Así, pues, no depende del
hombre que quiere o del hombre que corre, sino de Dios que
tiene misericordia (Rom. 9:16). Dios, en su gracia soberana,
interviene y hace que nazcamos de nuevo (1 Cor. 1:30; 1 Ped.
1:3), dándole fe (Juan 6:29; Hechos 13:48; Fil. 1:29; Efe.
2:8) y arrepentimiento (Hech. 11:18). Esto de ninguna manera
la voluntad del hombre, sino que la cambia. En realidad, le
libera para que elija a Dios (Juan 8:32; Rom. 6:17-18; 2 Cor.
3:17, Gál. 5:1).
Que todo esto se hace en esta vida, no en el más allá, lo
afirma ciertamente la Escritura. No hay oportunidad de
salvación en el infierno. Esto fue subrayado por Jesús en la
historia del hombre rico y Lázaro. La Biblia hace énfasis en
que hoy es el día de salvación (2 Cor. 6:1-2; Heb. 14-4:10). Y
Heb. 9:27 dice que se ha dispuesto que el hombre muera una
sola vez, y después de eso el juicio. Los que están en Cristo,
como Pablo, pueden esperar confiadamente estar con el Señor
inmediatamente después de que mueren (2 Cor. 5:1-10; Fil.
1:21-23). Pablo dice que los que no creen en Cristo, los que
no han nacido de nuevo, son sin esperanza (Efe. 2:12; 1 Tes.
4:13; 2 Tes. 1:5-10).
La
Palabra y la naturaleza
Al discutir el castigo, los universalistas alegan que la
palabra hebrea olam
y las griegas aion y
aionios no significan
eternidad, ni interminable. ¡Pero estas mismas palabras se
usan para describir la vida que recibimos cuando creemos en
Cristo como eterna, que dura para siempre! Y en Apocalipsis,
"por las edades de las edades", la expresión que describe el
castigo eterno de los malvados, es la mismísima expresión que
se usa para hablar de la eternidad de Dios y del gozo de los
redimidos con Él.
Los universalistas hacen dos suposiciones que se contradicen
entre sí: 1. Que todos los seres humanos son salvos ahora. 2.
Que la gracia de Dios resultará en la salvación final de todos
los seres humanos. La segunda suposición requiere que la
primera sea falsa. Apocalipsis 19 y 20 muestran que habrá
muchos que seguirán a la bestia, el falso profeta, y el diablo
en la condenación eterna donde "el humo de su tormento
asciende por los siglos de los siglos".
Algunas veces, señalan textos de prueba citados selectivamente
que usan las palabras "todos" o "el mundo entero". Su
estribillo es "Cristo murió por todos (2 Cor. 5:14-15), de
modo que todos son salvos". La Biblia también habla de que
Jesús murió por los pecados del mundo entero, como en 1 Juan
2:2, donde se dice que Cristo es "propiciación por nuestros
pecados; y no por los nuestros solamente, sino también por los
del mundo entero". A partir de aquí, arguyen que todos los que
alguna vez vivieron serán salvos.
Sin embargo, las palabras de estos versículos deben ser
definidas en su propio contexto, y el texto entero no está
gobernado por el uso de una sola palabra en el texto. Más
bien, sucede lo contrario: el contexto gobierna el uso de la
palabra individual. Por ejemplo, el mismo autor, Juan,
escribe: "Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está
bajo el maligno" (1 Juan 5:19). Los universalistas no se
atreven a aplicar a la palabra mundo en este versículo el
mismo significado que el que le aplican al 2:2. En ese caso,
todos los creyentes tendrían que estar incluidos en el mundo
entero, que está bajo el maligno. Esto resultaría en la
destrucción universal de todos, en vez de la salvación
universal de todos. Por fortuna, la verdad en este caso es
que, a menudo, en la Biblia el mundo es antónimo de los hijos
de Dios (la iglesia), los únicos que son los herederos de la
salvación.
Considérese nuevamente 2 Cor. 5:14-15 y 1 Juan 2:2. Al usar la
palabra todos, Pablo no tiene en mente a todas y a cada una de
las personas que alguna vez vivieron. Esto es obvio porque en
el v. 17 dice: "Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una
nueva criatura ...". El por
lo tanto de Pablo se refiere a lo que ha venido
diciendo en los versículos anteriores, y su condicional si indica claramente que,
mientras algunos están en Cristo, posiblemente otros no lo
estén. Por su parte, Juan discute la infinita suficiencia de
la expiación de Cristo; podría abarcar a cada ser humano, y
ciertamente incluirá y abarcará a algunas personas, no
solamente de los judíos, sino de toda nación y lengua y pueblo
en la tierra, el mundo entero.
Nada de esto justifica negar el requisito bíblico de
arrepentirse del pecado y recibir a Jesús por fe. Como dijo
Pedro en Pentecostés: "Arrepiéntanse y bautícense en el nombre
de Jesús para remisión de sus pecados, y recibirán el don del
Espíritu Santo. Porque la promesa es para ustedes y sus
descendientes, y para todos los que están lejos, para todos a
los que llame el Señor nuestro Dios" (Hech. 2:38-39). Juan
subraya: "A todos los que le recibieron les dio el derecho
(gr. poder, autoridad) de ser hijos de Dios ... a todos los
que invoquen su nombre". Y nuevamente: "Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y
limpiarnos de toda iniquidad".
Pablo dijo: "Él les dio vida a ustedes, los que estaban
muertos en delitos y pecados" (Efe. 2:1). Sólo después de que
recibimos a Cristo y nacemos de nuevo salimos "del reino de
las tinieblas y entramos al reino de su amado Hijo" (Col.
1:13). A los que no han nacido de nuevo, Cristo les dirá en el
juicio: "Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el diablo y sus ángeles ..." (Mat. 25:41). Aquí éstos
irán al "castigo eterno, pero los justos irán a la vida
eterna" (v. 46). Ciertamente la eternidad del castigo será la
misma que la "vida eterna" que los justos tendrán cuando "...
hereden el reino preparado para [ellos] desde la fundación del
mundo" (v. 34).
Como notamos más arriba, en la actualidad hay numerosos sitios
web que tratan del
universalismo, que revelan en detalle las falsas premisas y
doctrinas que enseña el universalismo. Por supuesto, también
hay algunos que lo promocionan. Hay también buenos libros
evangélicos que tratan de estas cuestiones, como la
Encyclopedia of Cults and New Religions, de John Ankerberg
(Harvest House, editores), y Death and the Afterlife, por el
Dr. Robert Morey (Bethany House, editores). La persona de
mente inquisitiva no tiene que ir muy lejos para darse cuenta
de que el fundamento mismo de las falsas teorías del
universalismo se basa en la redefinición de las palabras de la
Escritura y en las citas selectivas de la Escritura, así como
en los atributos del carácter de Dios, o en todas estas
falacias y más.
Finalmente, el universalismo unitario lleva al uso de la razón
y el emocionalismo, considerándolos más autorizados como regla
de fe y práctica que la palabra de Dios misma. En realidad,
termina en una baja estima de la autoridad, la inspiración, y
la infalibilidad de las Escrituras, lo cual conduce a una
igualmente baja estima de Jesucristo mismo. Especialmente en
estas áreas, el universalismo se aferra a un terreno
diametralmente opuesto al evangelismo, aunque parece
evangélico.
No es de sorprenderse que seamos exhortados a "contender
vigorosamente por la fe que fue entregada una vez por todas a
los santos" (Judas 3), y Pedro advirtió que aparecerían los
que hasta negarían al Señor que les compró (2 Pedro 2:1).
¡Tenemos que estar listos para dar a cada uno razón de la
esperanza que hay en nosotros!
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