¿SON PROTESTANTES LOS

ADVENTISTAS?

Richard Hayes,
ex-pastor Adventista del Séptimo Día, y
ahora jubilado

Traducido de la revista Proclamation!, Vol. 4, Issue 5, 6
Sept., Oct., Nov., Dec. 2003


En cierta ocasión, un oficial de la Conferencia General le dijo a mi clase de Escuela Sabática que las controversias doctrinales en la Iglesia Adventista del Séptimo Día ocurren porque los ministros adventistas hacen estudios de grado en universidades protestantes. Por sincero que haya sido este caballero en su opinión, esto se parece mucho a echarle la culpa del dolor de muelas al dentista cuyo adiestramiento le permitió localizar la caries. La afirmación de este oficial daba a entender que hay, o debe haber, una barrera de separación entre la Iglesia Adventista y el protestantismo. Y da lugar a la pregunta de si los adventistas son protestantes.

Cualquiera que haya leído las críticas contra la Iglesia Católica en El Gran Conflicto puede ser inducido a creer que la Iglesia Adventista es firmemente protestante. De hecho, se afirma desde los púlpitos adventistas que a la IASD se le ha encomendado la tarea de terminar la obra de los reformadores del siglo dieciséis. Sin embargo, el oponerse al catolicismo no hace a nadie necesariamente protestante; si así fuese, los comunistas serían protestantes. Tampoco se adhieren a los principios protestantes todas las iglesias que han evolucionado de la Reforma. El protestantismo de los reformadores se identificaba por ciertas doctrinas distintivas, las más importantes de las cuales eran: justificación por la fe; el sacerdocio de todos los creyentes; y la autoridad de la Biblia.

Lutero llamaba a la justificación por la fe el resumen de toda la doctrina cristiana sobre la cual la iglesia se sostiene en pie o cae. No se puede renunciar a nada ni se puede transigir con nada en este artículo.1 Junto con los otros reformadores, Lutero enseñaba que, cuando creemos que, por amor a Jesús, nuestros pecados son perdonados, recibimos el perdón de los pecados y somos justificados por la gracia de Dios por medio de la fe.2 La Declaración de las Creencias Fundamentales Adventistas no trata el tema de la justificación específicamente, pero afirma: "La salvación es completamente por gracia y no por obras, pero su fruto es la obediencia a los Mandamientos ... La obediencia por fe demuestra el poder de la fe para cambiar las vidas ...".3 Esta afirmación debe considerarse en el contexto de la enseñanza adventista del período de prueba y el juicio investigador. En el adventismo, el pecador arrepentido vive en un estado de prueba hasta que su caso sea llevado a un juicio investigador, que establecerá si la obra de su vida ha demostrado su fe o no.

Esto establece una significativa diferencia entre la doctrina de la justificación de los reformadores y la del adventismo. Los reformadores sostenían que el pecador es justificado por gracia por medio de la fe en Cristo, y Dios lo declara justo en el momento del arrepentimiento. Las buenas obras subsiguientes son el fruto de esta justificación, pero no tienen mérito salvador. Como Pablo, los reformadores enseñaban que una persona es justificada por medio de la fe, aparte de las obras de la ley (Rom. 3:28). La Iglesia Adventista enseña que el pecador arrepentido es justificado (declarado justo) en un juicio investigador en el cual la obediencia a la ley es una necesaria demostración de la propia fe.4 La justificación del hombre, pues, depende de una justicia que debe encontrarse en el hombre, una justicia de la cual su obediencia es un necesario componente.

Al hacer de las obras de obediencia un componente esencial de la salvación, esta enseñanza compromete la doctrina reformista de justificación sólo por la gracia de Dios por medio de la fe. Esa doctrina es semejante a la que la Iglesia Católica enseñaba en tiempos de la reforma, y todavía enseña.5 La falta de énfasis, por parte del adventismo, en la justificación bíblica por la fe queda evidenciada por la escasez de libros adventistas sobre esa joya de las Escrituras - la epístola de Pablo a los Romanos. Entre todos los libros dedicados a la especulación apocalíptica y al vegetarianismo, hay pocas obras de autores adventistas que tratan de esta epístola, la más grandiosa exposición bíblica de cómo el pecador es justificado delante de Dios; la fuente de la cual Lutero y Calvino derivaron su doctrina de la justificación.

Los reformadores sostenían que todos los miembros de la iglesia están en igual posición porque son hermanos y hermanas en Cristo. Cada uno en la iglesia es parte de un real sacerdocio y está consagrado, cualquiera sea su vocación, a ministrar a las necesidades de los demás. Para predicar la Palabra, algunos son llamados a la vocación del ministerio, pero los ministros son siervos de la iglesia, no sus amos. Lutero insistía en que una congregación local podía ejercer su derecho a llamar y a despedir a un ministro.6 La administración de las congregaciones de Calvino en Ginebra le fue conferida a un consistorio compuesto de seis ministros y doce laicos. En el sistema de Calvino, se delegaban grandes responsabilidades en estos laicos.7 Con estas medidas, los reformadores buscaban aplicar su doctrina del sacerdocio de los creyentes.

En general, los adventistas creían que su iglesia es administrada de una manera representativa. Muchos se sorprendieron cuando el presidente y un vice-presidente de la Conferencia General presentaron, o autorizaron que se presentasen, en un tribunal federal declaraciones juradas en el sentido de que la iglesia adventista tiene una estructura jerárquica en la cual las decisiones finales son tomadas por las cabezas de la organización.8 Estos oficiales de iglesia y sus consejeros legales reconocieron que la organización de la iglesia adventista se parece más de cerca al sistema jerárquico romano que el de cualquier iglesia protestante. En realidad, la descripción de la iglesia, contenida en un expediente adventista de defensa presentado al tribunal, es similar a las palabras de la Encíclica Vehementer del Papa Pío X.9

La representación que se le concede a la iglesia adventista local funciona como el "centralismo democrático" por medio del cual Lenin ideó controlar a las masas rusas. Los representantes de la congregación local sí votan en ciertas convocatorias, pero la selección de los candidatos y los puntos sobre los cuales se vota son controlados mayormente por el clero administrativo. Y la ley que concede a los oficiales de la conferencia el derecho a participar en las reuniones de la junta de iglesia y de negocios no puede sino extender el control jerárquico de las congregaciones locales.10

A semejanza de su contraparte católica, se espera que el laico adventista "pague, ore, y obedezca" [pay, pray, and obey]. En tales circunstancias, el sacerdocio de los creyentes es una expresión que suena bien, pero que guarda poca relación con las realidades de la política de la iglesia o su implementación. Y la iglesia se ha convertido en una organización, antes que en una comunidad de creyentes.

Los reformadores sostenían que la voluntad de Dios puede ser debidamente conocida por medio de la Biblia, que da testimonio de Cristo como Salvador y contiene todo el conocimiento necesario para la salvación. Quizás su discernimiento más significativo del papel de las Escrituras fue la auto-interpretación de ellas en la comunidad cristiana al ser movido el lector por el Espíritu Santo. El estudiante de la Biblia que se rinde al Espíritu del Autor de la Biblia no necesita ninguna otra fuente, ya sea la autoridad de la iglesia para enseñar o el don espiritual especial de otro individuo.11 Los reformadores, pues, negaban las afirmaciones, tanto del clero jerárquico como de los entusiastas espirituales, de que éstos poseían poderes especiales de interpretación. La auto-interpretación de la Biblia presupone que su mensaje es tan claro que tanto el mozo de labranza como el obispo que leen las Escrituras pueden aprender el camino de la salvación.

La iglesia adventista acepta la Biblia como infalible revelación de la voluntad de Dios y fuente autorizada de doctrina. Pero, junto con este reconocimiento, la iglesia enseña que los escritos de Ellen White son una fuente inspirada, autorizada, y continua de verdad e instrucción. En el adventismo hay, entonces, una fuente externa por medio de la cual debe entenderse la Biblia, porque esa fuente (Ellen White) es una autoridad inspirada para la enseñanza. A causa de la posición de autoridad que se le ha asignado a ella, no puede aceptarse ninguna exégesis de las Escrituras que difiera de Ellen White.

De esto se sigue que no se permite ninguna interpretación de un texto bíblico que difiera de las afirmaciones de Ellen White. Por lo tanto, la Biblia queda funcionalmente subordinada a los escritos de Ellen White, que van desde Génesis hasta Apocalipsis. Tal perspectiva niega tanto la primacía de las Sagradas Escrituras como la guía del Espíritu Santo en la manera en que el individuo entiende su significado. Y cualquier ministro adventista que tenga preguntas sobre la interpretación de la Biblia por Ellen White debe escoger entre guardarse sus preguntas o buscar otro empleo.

Aunque las iglesias adventistas leen las mismas Biblias, cantan los mismos himnos, y siguen las mismas formas de culto que las iglesias protestantes, el adventismo no se ajusta a las enseñanzas básicas de una verdadera iglesia protestante.

Si la Iglesia Adventista no es verdaderamente protestante, como se ha indicado arriba, entonces, ¿en qué categoría religiosa debe ser incluída? Al hacer esta evaluación, no es irrazonable preguntar: ¿Es el adventismo, con su actual dedicación a la autoridad doctrinal de Ellen White, "otro evangelio", como lo advirtió Pablo en su carta a los Gálatas? (Gál. 1:8, 9).


Notas finales

1. Paul Althaus, The Theology of Martin Luther, Tr. por Robert C. Schultz. (Philadelphia: Fortress Press, 1966), p. 224.

2. ________, The Augsburg Confession. (Philadelphia: Fortress Press, ed. de 1980), p. 11.

3. ________, Statement of Fundamental Beliefs of the Seventh-day Adventist Church, ed. de 1980.

4. Ellen G. White, The Great Controversy. (Mountain View, CA: Pacific Press, 1911), p. 482.

5. Bernard Lohse, A Short Hisory of Christian Doctrine Tr. por Ernest Stoeffler. (Philadelphia: Fortress Press, 1966). p. 159.

6. Luther´s Works, American Edition, 55. vols. (St. Louis: Concordia Publishing House, 1955-), 39:303-314.

7. A. J. Grant, The Huguenots. (       : Anchon Books, 1969), p. 19.

8. Spectrum, Vol. 9. No. 2, p. 24.

9. Citado en la obra de J. S. Whale, Christian Doctrine. (Cambridge, England: University Press, 1981), pp. 133, 134).

10. Columbia Union Visitor, April 1, 1985, p. 5.

11. Paul Althaus, pp. 76,77.


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