TIENES QUE NACER DE NUEVO:
UN ESTUDIO DE JUAN 3


Dale Ratzlaff

Traducido de Proclamation!
Noviembre-Diciembre de 2002

En Life Assurance Ministries, a menudo hablamos del "sencillo evangelio de Jesucristo". Es sencillo en que hasta un niño o un incrédulo sin ningún adiestramiento religioso puede extender la mano de la fe y aceptar sus tesoros. Sin embargo, el evangelio es también sumamente profundo, con reflexiones que distienden nuestra limitada capacidad para comprender los misterios de Dios. Tal es el estudio que tenemos delante de nosotros en Juan 3. Al escribir este artículo, no tengo ninguna hacha que afilar. Vengo como aprendiz, oro pidiendo nuevos discernimientos que puedan haber escapado a mi atención la última vez que estudié esta sección. ¿Quisiera usted, lector, acompañarme al pedirle al Espíritu Santo que nos dé comprensión y discernimiento de las verdades que Dios desea que captemos de esta importante sección?

Había entre los fariseos un dirigente de los judíos llamado Nicodemo. Éste fue de noche a visitar a Jesús. "Rabí - le dijo - , sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él". Dijo Jesús: "De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios". Juan 3:1-3.

El texto precedente tiene uno de los "divinos 'tienes que'" - tienes que nacer de nuevo. No dice "es tu obligación moral" o "debes", sino un tienes no negociable. Por consiguiente, nuestra meta es averiguar por qué uno tiene que nacer de nuevo, lo que significa nacer de nuevo, y cómo se lleva a cabo. A veces, una porción de la Escritura es igualmente instructiva tanto al delinear verdades positivas como al revelar cosas que son incorrectas.

Un hombre de entre los fariseos -
no por la observancia de la ley

Los fariseos eran estrictos observadores de la ley. No sabemos si Nicodemo personalmente guardaba perfectamente todos los 613 mandamientos bíblicos de la ley. Pero podemos suponer que su vida era ejemplo de alguien que buscaba estar en armonía con la ley de Dios revelada. De lo contrario, no habría ocupado una posición tan alta dentro del judaísmo. Observamos que Jesús no le dijo a Nicodemo: "Nicodemo, has fallado en  _____ y necesitas pedir perdón por esta violación de la ley. Entonces serás perfecto delante de Dios". No, ni siquiera se mencionó nada de eso, porque las obras justas no forman la base de nuestra salvación.

Él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo. Tito 3:5.
Porque sostenemos que todos somos justificados  por la fe, y no por las obras que la ley exige. ¿Es acaso Dios sólo Dios de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Sí, también es Dios de los gentiles. Rom. 3:28-29.

Este último versículo transmite más verdad de la que se ve de inmediato. Leemos que no somos justificados por las obras de la ley. Para ampliar esta verdad, Pablo afirma que Dios no es Dios sólo de los judíos (que han guardado la ley) sino también de los gentiles (que no han guardado la ley). En otras palabras, la enseñanza de Pablo sobre la justificación excluye totalmente la asociación con la ley.

Nicodemo habría subrayado la cuidadosa observancia de le ley y las tradiciones de los mayores. Para el fariseo leal, éste era el camino de la salvación. Juan usa esta conversación para mostrar que todos estos puntos de vista están lejos de la verdad. No se requiere una devota observancia de la ley, ni siquiera una presentación revisada del judaísmo. La exigencia se repite tres veces ... A Nicodemo y a toda su tribu de hacedores de la ley no les queda la más ligera duda de que lo que se le pide al hombre no es más ley, sino el poder de Dios dentro de él para rehacerlo completamente. A su propia manera, este capítulo deshace las "obras de la ley" tan completamente como cualquier otra cosa en Pablo (1).

Un dirigente de los judíos -
no por la posición


Nicodemo era dirigente de los judíos y ocupaba una alta posición en la sociedad. Muchos eruditos creen que Nicodemo era una voz importante en el Sanedrín (2), el concilio que representaba la más alta autoridad judía. Los miembros de este cuerpo incluiyen los "principales sacerdotes", los escribas y abogados, cuyo trabajo consistía de  interpretar la ley.

El Sanedrín ciertamente controlaba completamente los asuntos religiosos de la nación, como lo indica la Misnah. Este tribunal superior era la suprema autoridad en la interpretación de la ley mosaica y, cuando mediaba en cuestiones disputadas en los tribunales de menor rango, su veredicto era final. Más allá de esto, el Sanedrín también gobernaba los asuntos civiles y juzgaba ciertos casos criminales bajo la autoridad de Roma (3).

Juan, el anciano apóstol, al redactar cuidadosamente este incidente, nos enseña que la posición no tiene ningún mérito delante de Dios. Uno puede ser el pastor de mayor edad en una iglesia grande, presidente de una denominación en crecimiento, un respetado escritor cristiano y tener todos los títulos de respeto, pero ninguno de ellos toma el lugar del nuevo nacimiento que uno tiene que tener si él o ella ha de ser un verdadero cristiano.

El maestro en Israel -
no la educación religiosa


Más tarde, Jesús se refirió a Nicodemo como el "maestro de Israel" e indicó que hasta alguien entendido en la ley del Antiguo Testamento debería entender los principios rudimentarios del nuevo nacimiento.

Jesús respondió: "¿Tú eres maestro de Israel y no entiendes estas cosas?" Juan 3:10.

"El maestro" tiene el artículo definido, indicando que Nicodemo, si no el principal maestro en Israel, era por lo menos uno de los respetados educadores a quienes se les había confiado la instrucción religiosa del pueblo. Aquí nos enteramos de que una concienzuda educación religiosa, títulos académicos y certificados de rendimiento sobresaliente no tienen ningún valor cuando se trata del nuevo nacimiento. Al escribir a los corintios, Pablo les recuerda:

Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. 1 Cor. 1:29.

No una correcta teología

Aunque esto no está tan claramente desarrollado como los puntos precedentes, es sin embargo un importante sub-punto reconocer que una correcta teología, por importante que sea, no salva. Se nos dice que el diablo también cree, pero será lanzado al lago de fuego. Que una teología perfectamente correcta no es necesaria para la salvación se ve numerosas veces en la Escritura. En el siguiente capítulo de Juan, Jesús da el "agua de vida" a una mujer de Samaria. Jesús recordaba a los judíos de su tiempo los muchos ejemplos de personas que eran salvas fuera del judaísmo. Sin duda, estas personas tenían muchos defectos en su teología.

No cabe duda de que, en tiempos de Elías, cuando el cielo se cerró por tres años y medio, de manera que hubo una gran hambre en toda la tierra, muchas viudas vivían en Israel. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda de Sarepta, en los alrededores de Sidón. Asimismo, había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio. Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron. Luc. 4:25-28.

El nuevo nacimiento -
una obra sobrenatural del Espíritu Santo


Si la observancia de la ley, una respetable posición en la sociedad, una concienzuda educación religiosa y una correcta teología no son suficientes, entonces ¿qué nos traerá las bendiciones de la salvación? Regresamos a nuestro texto.

Dijo Jesús: "De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios". Juan 3:3.

La palabra "de nuevo" en griego también puede traducirse como "de lo alto". Uno tiene que nacer de lo alto - recibir la nueva vida de Dios dada por el Espíritu Santo.

Respondió Jesús: "Yo te aseguro que, quien no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace del cuerpo es cuerpo. Lo que nace del Espíritu es espíritu. No te sorprenda que te haya dicho: 'Tienes que nacer de nuevo'. El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu". Juan 3:5-8.

El nuevo nacimiento está fuera del ámbito de los logros humanos. Es un suceso sobrenatural que nos transforma en el centro de nuestro ser. Es una regeneración a tal grado que podemos ser llamados "una nueva creación".

Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! 2 Cor. 5:17.

Jesús compara el nuevo nacimiento, o la persona que ha recibido el nuevo nacimiento, con el viento. Oímos el sonido y vemos su evidencia, pero no conocemos ni su origen ni su destino. Así, la persona que ha experimentado el nuevo nacimiento ha de ser guiada por el Espíritu, a veces hacia donde la persona no quiere o no ha decidido ir. Nicodemo parece estar completamente confundido y pregunta: "¿Cómo puede ser esto así?"

Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Juan 3:14,15.

Ahora Nicodemo pudo entender mejor la enseñanza del nuevo nacimiento. Estaba familiarizado con el relato de la serpiente en el desierto. Ahora podía ver la sencillez de la enseñanza.

Luego el Señor le dijo a Moisés: "Hazte una serpiente, y ponla en un asta. Todos los que sean mordidos y la miren, vivirán". Y Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta. Los que eran mordidos, miraban a la serpiente de bronce y vivían. Núm. 21:8, 9.

¿Cuál, es, pues, el secreto del nuevo nacimiento? Lo primero es reconocer que hemos sido mordidos por la ardiente serpiente del pecado. ¡Esto no requiere mucho discernimiento! ¡Sólo pregúntele a cualquiera que haya sido mordido por una serpiente venenosa! He oído decir que una mordedura de serpiente es mucho peor que una picadura de abeja!

Ahora llegamos al segundo "tiene" de este incidente. "El Hijo del hombre tiene que ser levantado". Se han presentado muchas teorías diferentes sobre la expiación para explicar por qué Cristo tenía que morir en una cruz. Una cosa es segura. ¡Tenía que hacerlo! Era su obra allí en la cruz tomando sobre sí el veneno del pecado, llevando su castigo por todos los que quieren mirarlo a Él en busca de sanidad.

Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios. 2 Cor. 5:21.

Esa era la obra de Cristo y de él solamente. ¿Cuál fue el resultado de la obra de Cristo?

... para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Juan 3:15.

La segunda cosa que tenemos que hacer - y es aquí donde fracasa la mayoría de nosotros - es mirar en dirección opuesta a nosotros y a la herida. De nada sirve cortar la herida o succionar el veneno del pecado. Todos hemos recibido una dosis letal y no hay nada que podamos hacer para neutralziar su poder mortal. No servirá ninguna observancia de la ley. No será suficiente ninguna posición de honor, ni ninguna instrucción religiosa avanzada (ni siquiera una correcta teología, por sí sola). Tenemos que mirar en dirección opuesta a cualquier cosa centrada en el ser humano. Tenemos que mirar y vivir. ¿Qué significa mirar? Mirar es lo mismo que creer. Es confiar solamente en Cristo para obtener salvación. Cuando el israelita que era mordido miraba la serpiente que había sido levantada, dependía de lo que Dios haría por él y no de lo que él mismo podía hacer.

Ahora llegamos al versículo más profundo, sencillo y amado de la Escritura.

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16.

Nuestra vida eterna está anclada en Dios y el alcance de su amor - ¡tanto nos amó! ¿Qué amó?  Amó al mundo, es decir, a la humanidad - cada una de las tribus y razas de ella - a pesar de todo nuestro pecado, nuestra degradación, y malvada independencia. ¿Cuánto amó Dios? ¡Amó lo suficiente como para dar a su Hijo unigénito!

Si Cristo no fuese miembro de la divina Trinidad y plenamente Dios por derecho propio, el sacrificio de Cristo sería bárbaro. Pero, cuando nos damos cuenta de que Cristo era plenamente Dios, emtonces la muerte de Cristo en la cruz se convierte en una de las más grandes evidencias del amor de Dios por la perdida humanidad.

En Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación. 2 Cor. 5:19.

Este infinito amor está expresado para "todo el que cree". Algunos quieren definir "todo el que cree" como sólo los elegidos que fueron escogidos por Dios antes de la fundación del mundo. Otros quieren poner peso meritorio en el acto de creer por parte del hombre. Sin importar la interpretación que uno tenga de este profundo misterio, simplemente asegurémosnos de que nosotros confiamos sólo en Cristo para nuestra salvación. Extendamos la mano de la fe y hagamos nuestra la sencilla promesa de Dios: "El que cree tiene vida eterna". Juan 6:47.

Dios no envió a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. Juan 3:17.

Aquí vemos claramente el propósito divino. ¡Dios quiere salvar al mundo! ¿Cómo se pierde uno?

El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. Juan 3:18, 19.

Es claro que nuestra salvación o nuestra condenación tiene que ver con nuestra aceptación o nuestro rechazo de Cristo. Él es la "verdad que prueba". ¡Nunca olvidaré el gozo que sentí cuando el peso de la verdad de este versículo se me hizo claro! ¡No más temor al juicio venidero! ¡Ya he sido juzgado "en Cristo"! ¡No más tratar de hacerme lo bastante bueno como para ir al cielo! ¡No más enfocarme en la ley del pecado y de la muerte! Antes bien, ¡podía mirar en dirección opuesta a la mía y en dirección a Cristo y al amor de Dios que me alcanzó aún a mí!

Al mismo tiempo, Juan pudo decir, no sólo que "el que cree en el Hijo tiene vida eterna", sino también, refiriéndose al que no cree y no ha nacido de nuevo, que "permanece bajo el castigo de Dios" (Juan 3:36). Esta enseñanza se opone al universalismo - la enseñanza de que  todos serán salvos. También se opone a la enseñanza que impregna ciertas iglesias en el sur de California de que uno "nace salvo" y que la única manera de que se pierda es que quebrante la ley repetida y flagrantemente. No. La Escritura en general y Juan 3 en particular dejan claro que uno tiene que nacer de nuevo.

Una ilustración personal

Era domingo por la mañana - habíamos ido a la iglesia el sábado por la noche - cuando me senté a la computadora para escribir este artículo. Acababa de tener un buen comienzo cuando mi esposa, Carolyn, me recordó que debía visitar a Don Brice, un cliente católico de bienes raíces que estaba moribundo en el hospital. Al principio, me sentí un poco frustrado porque se me había privado de lo que creía era una mañana ininterrumpida durante la cual podía escribir sin la miríada de distracciones que generalmente llenan mi día. Pero, reflexioné, quizás ésta era una cita divina durante la cual podía ser usado por Dios para llevar el sencillo mensaje del evangelio a este hombre moribundo, y en la cual Dios podría enseñarme algo sobre el nuevo nacimiento. Era la manera de Dios para moverme de mi torre de marfil intelectual de hermenéutica al lado de la cama del hijo amado de Dios que necesitaba escuchar el sencillo evangelio.

Mientras conducía hacia el hospital, comencé a encender la radio, creyendo que el último juego de la Serie Mundial podría estar siendo transmitido. "No", me dije a mí mismo, "debes usar el tiempo en oración". Así que oré para que Dios me abriera la puerta  para proclamar el sencillo evangelio de Cristo. Oré  para que ni los médicos ni las enfermeras no interrumpieran mi visita y yo pudiese estar a solas con Don. Confié la situación a Dios, pidiéndole que las cosas salieran según su voluntad. Al llegar al hospital Boswell, pregunté en recepción dónde estaba la habitación 242. La dama detrás del escritorio se levantó y me dijo: "Yo le llevaré, está bastante lejos".

"No tiene que hacerlo", dije. "Sólo deme las instrucciones". Pero ella insistió. Era un largo trecho, pero ella permaneció conmigo hasta que llegamos a la habitación 242. Allí vi a Don. Su cabeza y sus manos estaban tan hinchadas que apenas lo reconocí. Sin embargo, no estaba solo, como yo había solicitado. En la habitación con él estaban su esposa, Marilyn, y dos amigos. Don apenas podía hablar, y cuando lo hizo, apenas pude entender su débil voz.

Después de algunas palabras de saludo, pude compartir con él el sencillo evangelio del nuevo nacimiento y de cómo uno debe mirar a Jesús solamente. Le cité algunos versos clave sencillos. Compartí con él el hecho de que Cristo murió por nuestros pecados y se levantó de los muertos para nuestra justificación. Le dije que todo lo que tenemos que hacer es creer y confiar en Cristo. "El que cree tiene vida eterna". Le pregunté si creía en Cristo. Asintió con la cabeza y se persignó - su manera de expresar fe en Cristo. Dijo en su débil voz: "He confiado a Dios toda la situación". Su esposa, que era luterana, enjugó sus ojos al reconocer por primera vez que Don realmente había confiado su vida a Dios. Don cerró los ojos, oré con el grupo, y dejando a Marilyn varios folletos de "Life Assurance", salí. Sólo Dios sabe lo que tuvo lugar allí. Como el viento, no discernimos la dirección del Espíritu Santo, pero tuve la impresión de que Dios había dado a Don la vida eterna en Cristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida. También a mí me había dado una nueva ilustración de la sencillez y la necesidad del nuevo nacimiento. Poco después de que yo salí, Don cayó en coma y creo que se fue a estar con el Señor.

Sí, hay dos imperativos y divinos "tienes". Cristo tiene que ser levantado. Nosotros tenemos que nacer de nuevo. Y la manera en que nacemos de nuevo es por la obra sobrenatural del Espíritu Santo cuando miramos en dirección opuesta a nosotros y cualquier cosa que podamos hacer, y hacia Cristo y lo que Él ha hecho por nosotros. Sí, eso es vivir la clase de vida eterna.

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