REVELANDO EL MISTERIO DE
LA ENCARNACIÓN
CHRIS BADENHORST
Traducido
de la revista Proclamation!
Edición
de Enero-Febrero-Marzo 2010
El centro de la enseñanza
cristiana sobre la encarnación es que "Dios estaba en Cristo
reconciliando al mundo consigo mismo" (2 Cor. 5:19); que, en
Jesús, el Dios trascendente se rebajó por amor a nosotros y
para nuestra salvación. Por consiguiente, las buenas nuevas,
como están registradas en el Nuevo Testamento, incluyen el
nacimiento de Jesús. Un ángel del Señor declaró: "Os traigo
buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo. Que
hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, Cristo
el Señor" (Luc. 2:10-11). Por lo tanto, la encarnación es la
raíz de la verdad cristiana. De acuerdo con la primera
epístola de Juan, la verdadera fe cristiana es fe en la
encarnación (el Verbo hecho carne - 1 Juan 4:2), de la misma
manera que la verdadera fe cristiana es la vida de amor
fraternal (1 Juan 4:19). En este artículo, consideraremos dos
aspectos de la encarnación: 1) La singularidad del nacimiento
de Jesús y 2) la importancia del nacimiento de Jesús.
1. La singlaridad del nacimiento de
Jesús
Hay tres aspectos del
nacimiento de Jesús que lo hacen único: a) Su preexistencia,
b) su concepción por medio del Espíritu Santo y c) su
nacimiento virginal.
Preexistencia
Jesús fue el único niño
jamás nacido en la familia humana cuya vida fuese
preexistente. Las Escrituras nos enseñan que vino de su Padre
en el cielo y regresó a su Padre en el cielo. Era el Creador,
la segunda Persona de la Deidad, el Verbo de Dios, el que
existe por sí mismo, cuyas salidas son desde los días de la
eternidad.
La llegada de Dios a
este mundo en la persona de Jesús de Nazareth fue, sin duda,
el acontecimiento más asombroso jamás presenciado en este
planeta. Nada como él ocurrió jamás antes y nada como él
podría ocurrir jamás nuevamente. El Dios eterno que habita en
luz inaccesible y majestad incomprensible "se hizo carne y
vivió por un tiempo entre nosotros" (Juan 1:14). El Creador
del cielo y de la tierra y las galaxias del espacio infinito
nació de una mujer, creció en un humilde hogar campesino, y
anduvo durante tres años como predicador itinerante,
anunciando las buenas nuevas concernientes a la realidad del
reino de Dios.
Luego, fue juzgado por
blasfemia, porque afirmaba ser Dios en forma humana, y
ejecutado en una cruz romana, sobre la cual murió en ignominia
y vergüenza el primer Viernes Santo. Fue sepultado en una
tumba prestada, pero se levantó de los muertos el domingo de
resurrección. Cincuenta días más tarde, ascendió al cielo,
para tomar su lugar como Señor de todos, a la derecha de su
Padre. (Hech. 2:32-36; Rom. 3:34; Heb. 1:3).
Engendrado por el Espíritu Santo
El Credo de los Apóstoles,
el más antiguo credo de la iglesia, dice: "Creo ... en
Jesucristo ...(1) concebido por el Espíritu Santo, (2) nacido
de la Virgen María". Tanto Mateo como Lucas narran la historia
del nacimiento de Jesús. Al examinar estos relatos,
descubriremos que la concepción de Jesús fue completamente
diferente de la nuestra.
Lucas dice que "investigó
con diligencia todas las cosas desde su origen" (1:3).
Probablemente, esta investigación incluyó una entrevista con
María, la madre de Jesús, quien le habría dicho lo que
sucedió. Ella contó cómo se le apareció el ángel Gabriel y le
dijo que quedaría embarazada y daría a luz al "Hijo del
Altísimo" (1:32). "¿Cómo será esto", preguntó María al ángel,
"pues no conozco varón?" El ángel respondió: "El Espíritu
Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con
su sombra. Por lo cual, el Santo Ser que nacerá será llamado
Hijo de Dios.... Entonces María dijo: 'He aquí la sierva de
Dios; hágase conmigo conforme a su palabra'. Y el ángel se fue
de su presencia" (Luc. 1:34-38).
El registro de Mateo incluye la genealogía de Jesús. En
1:1-15, Mateo enumera cuarenta y dos generaciones. Comenzando
por la primera generación, dice repetidamente: "Fulano
engendró a zutano". Sin embargo, este patrón cambia en el
versículo 16. Mateo no dice "José engendró a Jesús", sino
"José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado el
Cristo". Por consiguiente, Jesús no heredó ningún material
genético de José. Fue 'concebido' por el Espíritu Santo en el
vientre de la virgen María. Mateo subraya este punto
diciendo:"Se halló que María había concebido del Espíritu
Santo" (1:18). Mateo dice también que el ángel se le apareció
a un preocupado José y le dijo: "Lo que en ella es engendrado,
del Espíritu Santo es". Era importante que José oyera esta
explicación porque él sabía que no era responsable por el
embarazo de María (Mat. 1:18-20).
Por consiguiente, el
nacimiento de Jesús fue singular, no sólo a causa de su
preexistencia, sino también porque fue concebido de manera
sobrenatural en el vientre de María mediante la acción
milagrosa del Espíritu Santo. Aun aquí, la Biblia ilustra el
hecho de que el hombre no contribuye en modo alguno a su
propia salvación y liberación.
Debido a que Jesús fue
concebido por el Espíritu Santo, su humanidad o naturaleza
humana era santa. Gabriel anunció a María que "el Santo Ser
que nacería sería llamado Hijo de Dios" (Luc. 1:35). En otras
palabras, Jesús no heredó la "ley del pecado" (Rom. 7:23) o
naturaleza humana como todos los demás seres humanos. Por
consiguiente, su humanidad era santa y sin pecado en un
sentido absoluto, como "cordero sin mancha ni defecto" (1
Pedro 1:19).
Por contraste, David habla
de su propia concepción y la describe como pecaminosa:
"En maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi
madre" (Sal. 51:5). Sus palabras se aplican igualmente a todos
los miembros de la raza humana. Cada uno de los que nacen en
el mundo es concebido en pecado y es, por tanto, pecaminoso
por naturaleza. Pero, a causa de que Jesús fue concebido por
el Espíritu Santo, nació sin pecado - sin pecado por
naturaleza. Si Jesús hubiese tenido una naturaleza pecaminosa
como todos los demás, no podría haber sido nuestro Sustituto
en la salvación. Dios exige ser sin pecado, no sólo en obra,
sino también en naturaleza - "en lo interno" (Sal. 51:6).
El nacimiento virginal
Tanto Mateo como Lucas
dicen que Jesús nació de una virgen llamada María. Este hecho
hace que su nacimiento sea absolutamente único. No hubo
ninguno como él, y nunca se repetirá. Así, pues, igual que
otros niños, Jesús nació de una mujer y, habiendo nacido de
María, participó de la carne y la sangre de su madre,
exactamente como nosotros. La suya fue una adultez real.
Poseía todas las propiedades de un ser humano - excepto que, a
diferencia de nosotros, estaba libre de toda sombra de pecado
(Heb. 2-14-17; 4:15).
Sin embargo, siempre hay
quienes niegan enfáticamente el nacimiento virginal de Jesús
basándose en que es una imposibilidad biológica. Por supuesto,
este argumento es verdadero - ¡es una imposibilidad biológica!
Pero, si lo consideramos desde un punto de vista histórico,
tal suceso sí ocurrió. Tanto Mateo como Lucas confirman el
nacimiento virginal en sus relatos históricos. Y Lucas nos
asegura que "investigó cuidadosamente todo desde la fuente"
(Lucas 1:3). Si estos registros históricos son rechazados como
evidencia, entonces, para ser consistentes, todas las otras
evidencias documentales de naturaleza histórica deben ser
rechazadas también, pero tal rechazo sería completamente
irrazonable.
Por lo tanto, el nacimiento
de Jesús fue singular a causa de su preexistencia, porque fue
concebido por el Espíritu Santo, y porque nació de la virgen
María. Además, el haber sido concebido por el Espíritu Santo
significa que Jesús era absolutamente santo y sin pecado en
todo respecto, excepto que era sin pecado. Puesto que Jesús
era sin pecado -- "un cordero sin mancha y sin defecto" (1
Pedro 1:19), podía ser nuestro Salvador y Redentor. Sólo así
podíamos ser "rescatados de nuestra vana manera de vivir que
hemos recibido de nuestros padres" (1 Pedro 1:18).
2. La importancia del nacimiento de
Jesús
La importancia del
nacimiento de Jesús podría difícilmente sobreestimarse. Dio a
la raza humana una nueva oportunidad para la vida e hizo
posible la nueva creación de una nueva humanidad por medio del
nuevo nacimiento. Echó los cimientos para toda la evidencia de
la gracia y la bondad de Dios demostradas en la vida y el
ministerio de Jesús. Finalmente, preparó el camino para la
expiación, la única base para el perdón de Dios (Col. 1:14),
la reconciliación con Dios (2 Cor. 5:18-20) y la paz con Dios
(Rom. 5:1). El nacimiento de Jesús -- no los DiezMandamientos
-- demostró de una vez por todas la gloria del carácter de
Dios.
Las buenas nuevas (o el
evangelio) de Jesús está expresado de varias maneras por los
autores del Nuevo Testamento. Una idea, sin embargo, une a los
testigos del Nuevo Testamento: Jesús de Nazaret cumplió el
Antiguo Testamento. Jesús es la meta hacia la cual se movía la
historia del Antiguo Testamento; todo apuntaba a Él como su
verdadero fin (Mat. 5:17; Rom. 10:4). Cuando finalmente vemos
el nacimiento de Jesús contra el trasfondo del Antiguo
Testamento, nos damos cuenta de que Él es la nueva creación,
el nuevo Moisés, el nuevo Josué, el nuevo David, y la Simiente
esperada.
La nueva creación
Hay una notable
correspondencia entre la nueva creación que comenzó con Jesús
y la antigua creación. Por ejemplo, el ángel Gabriel le dijo a
María: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra" (Luc. 1:35). Esta
afirmación nos hace pensar en la antigua creación, de la cual
se dice que el Espíritu Santo se movía sobre el mundo (Gén.
1:2). Así como el Espíritu Santo se cernía sobre la tierra
mientras la primera creación surgía a la vida por la acción
del Espíritu Santo, así también el Espíritu Santo es
presentado nuevamente como el Progenitor de la impecable
naturaleza humana de Jesús. Por eso, Jesús es presentado como
la nueva Creación en el Nuevo Testamento - la impecable fuente
de una nueva humanidad. Por medio de su muerte en la cruz,
Jesús sepultó nuestra antigua historia para que, por fe en Él
y la obra milagrosa del Espíritu Santo, pudiéramos
identificarnos con su historia impecable.
El nuevo Moisés
No sólo hay una
correspondencia entre el nacimiento de Jesús como la nueva
creación de Dios y la primera creación, sino que también hay
una clara correspondencia entre la historia de Jesús y la
historia del antiguo Israel. Por ejemplo: La historia de
Herodes y la matanza de los inocentes nos recuerdan a Moisés y
la matanza de los inocentes por Faraón. Luego hay el paralelo
entre el escape de Jesús del cruel odio de Herodes y el escape
de Moisés del cruel odio de Faraón.
En estos paralelos, Mateo
quiere que recordemos que Moisés fue el gran liberador del
Antiguo Testamento. Fue el instrumento de Dios para alejar a
su pueblo de la esclavitud egipcia bajo Faraón por medio del
Éxodo. de este modo, en el mismo principio de su relato, Mateo
nos dice que Jesús es el nuevo Moisés de un nuevo pacto y que
ha llegado el momento para que Dios saque a su pueblo de la
esclavitud bajo el gran faraón, Satanás, por medio del nuevo
Éxodo que ha de ser efectuado por nuestro Señor Jesucristo.
El nuevo Josué
Sin embargo, ninguna
persona del Antiguo Testamento podría representar
adecuadamente todo lo que Jesús es. El ángel dijo a José: "Y
llamarás su nombre Jesús [transliteración del nombre Josué]
porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mat. 1:21). No
sólo es Jesús el nuevo Moisés que liberará a su pueblo de la
esclavitud de este mundo de pecado y del gran faraón, Satanás,
sino que Jesús es también el nuevo Josué que conducirá a su
pueblo a la Canaán celestial. Mientras Moisés condujo a su
pueblo fuera de Egipto, Josué condujo a aquel pueblo a la
Tierra Prometida. Jesús es tanto el nuevo Moisés como el nuevo
Josué. Él conduce a su pueblo fuera del Egipto espiritual y
hacia la Canaán espiritual -- nuestro eterno hogar celestial.
El nuevo David
El ángel también le dijo a
María: "No temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y
ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y
llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado
Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David
su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su
reino no tendrá fin" (Luc. 1:35).
En el Antiguo Testamento,
Dios hizo promesas a David. David nació en Belén y fue pastor.
Por consiguiente, cuando Lucas relata la historia del
nacimiento de Jesús, menciona el pueblo de Belén y a los
pastores como recordatorios de David, el rey pastor. Jesús es
ciertamente el Hijo de David; es el nuevo David. A su
ascensión, Jesús fue entronizado como rey a la derecha de Dios
en cumplimiento de lo que Dios había prometido (Hech. 2:34-36;
Rom. 8:34; Heb. 1:3b). Desde allí reina sobre todos los
principados y todas las potestades (Mat. 28:18; 1 Cor. 15:25;
Efe. 1:20-22; 1 Ped. 3:22), dirigiendo los asuntos de este
mundo hasta su consumación final (1 Cor. 15:24, 25).
La Simiente prometida
Otro paralelo entre el
nacimiento de Jesús y la historia del Antiguo Testamento es la
afirmación del Antiguo Testamento diciendo que la esperanza de
la humanidad sería una Simiente. Después de que Adán y Eva
pecaron y cuando estaban a punto de ser expulsados del jardín
de Edén, Dios pronunció su palabra de promesa para ellos
cuando se diirgió a la serpiente diciéndole: "Y pondré
enemistad entre tí y la mujer, y entre tu simiente y la
simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en
el calcañar" (Gén. 3:15). En otras palabras: "Satanás, has
vencido a la mujer al engañarla; como resultado, has puesto a
la raza humana en esclavitud. Pero yo juro en el día de hoy
que la Simiente de la mujer te vencerá y te derrotará a ti".
¡Qué maravillosa esperanza
se le dio a la raza humana! La misma promesa se le hizo a
Abraham: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de
la tierra" (Gén. 22:18). Y más tarde a Isaías: "Porque un niño
no es nacido, hijo nos es dado" (Isa. 9:6). En realidad, el
Antiguo Testamento considera a los hijos como una gran
bendición porque la esperanza del pueblo reside en la Simiente
prometida. Ciertamente, para las mujeres del Antiguo
Testamento, era mejor morir que no tener hijos. Raquel
exclamó: "¡Dame hijos, o me muero!" (Gén. 30:1).
Desde el principio de la
historia humana, la esperanza de la humanidad estuvo ligada a
la Simiente venidera. Dios había puesto esta esperanza en el
corazón humano desde que prometió que el Hijo de Eva sería el
Salvador y el Libertador, y la totalidad del Antiguo
Testamento clamaba por un Hijo. En todas las generaciones, los
padres esperaban fervientemente que el hijo que les nabía
nacido de algún modo fuera Aquél que Dios había prometido. No
sólo Israel anhelaba el Hijo de la promesa, sin embargo; la
esperanza del mundo entero dependía de ese Hijo.
Finalmente, "en la plenitud
del tiempo" (Gál. 4:4), Dios nos dio el Hijo prometido -- su
Hijo, Cristo Jesús; "el Señor de la gloria" (1 Cor. 2:8). En
Jesús, Dios respondió maravillosamente a todas las esperanzas
de la humanidad. Con el nacimiento del Hijo, vino la esperanza
de una nueva humanidad y el principio de una nueva historia.
Por consiguiente, su nacimiento abre ante nosotros un nuevo
nacimiento y un nuevo comienzo. Sin el nacimiento de Jesús y
sin la identificación con su nueva historia santa, no podría
haber tal cosa como nuestro nuevo nacimiento. Sólo nacemos
nuevamente cuando, por fe y la obra del Espíritu Santo, somos
unidos con Cristo y venimos a ser parte de la nueva historia
santa que comenzó con Él. "Por tanto, si alguno está en
Cristo, nueva criatura es. Las cosas viejas pasaron. He aquí,
todas son hechas nuevas" (1 Cor. 5:17).
Jesús es ciertamente el
Hijo de la promesa y el cumplimiento de la historia del
Antiguo Testamento que apuntaba a Él como a su verdadero fin.
Sin embargo, Él es más que sólo la esperanza de Israel (Hech.
26:6, 7); en Jesús se realiza gloriosamente la esperanza de la
humanidad muy por encima de todo lo que pudiéramos haber
pensado (1 Cor. 2:9). Él nos libra de una vida de futilidad (1
Ped. 1:9). Nos lleva de vuelta a la casa del Padre (1 Ped.
3:18). Su nacimiento fue para nosotros (Isa. 9:6).
La historia del nacimiento
de Jesús es parte de la historia de su vida y su resurrección.
¡Contar esta historia y su importancia es proclamar el
evangelio!
Nota final
Estoy en deuda con el
difunto erudito evangélico Dr. F. F. Bruce por algunos de los
paralelos en la segunda parte de este artículo. Véase su libro
"Esto es Aquéllo: Desarrollo neotestamentario de algunos temas
publicados por Paternoster Press Ltd., 1976".