LA JUSTICIA DE DIOS
Los
cristianos no están sujetos a
los Diez Mandamientos
Greg Supina
Traducido de Salt
Shaker
"Porque no me
avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para
salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y
también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios
se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo
por fe vivirá". Romanos 1:16-17
Muchos cristianos
parecen estar avergonzados del evangelio, puesto que aborrecen
la doctrina de que nuestra justicia viene enteramente de Dios,
no de nosotros mismos. "¡Anarquistas! ¡Antinomianos!",
exclaman. Porque no creen en la sincera promesa de Dios de
escribir su ley en nuestros corazones y en nuestras mentes con
su propia mano, no de hacer que nosotros la escribamos en
nuestros corazones y en nuestras mentes con nuestra propia
mano. Pero esta promesa, junto con el don del perdón de Dios y
la enseñanza de su Santo Espíritu, es la suma del Nuevo Pacto
(Jeremías 31:31-34), que fue traído a nosotros en la sangre de
Jesús.
En su incredulidad, no conocen ni la verdad de la Escritura,
ni el poder de Dios para efectuar un cambio real y duradero en
la mente y en el corazón. Rehusando confiar en que Jesús hará
su obra en ellos, confían sólo en su propio esfuerzo para
agradar a Dios, siguiendo sus propias versiones de la ley
moral. ¿Piensan que el Espíritu Santo apenas ayuda a los
hombres a obedecer la ley, como socio de sus impíos corazones?
¡No! Dios mismo cambia los corazones a la imagen de Jesús, y
después mueve a estos nuevos corazones para que hagan las
obras de Él. Todo es obra de Dios, no nuestra. Y todo es
gloria de Dios, no nuestra.
El evangelio (las
buenas nuevas) es el mensaje de la verdad de Jesús, un mensaje
que obra poderosamente dentro de nosotros. Y las buenas nuevas
es que el poder de Dios hará lo que nosotros no podemos hacer
porque no tenemos la fortaleza moral. El evangelio "es poder
de Dios para salvación a todo aquel que cree". El poder de
Dios obra la salvación en todos los que confían en Jesús para
que les salve. En este poder del evangelio, "se revela la
justicia de Dios". Esta justicia no es de los hombres, sino de
Dios. Y es "revelada", no ganada. Es un don de Dios por
gracia.
Ahora, consideremos
lo que la Escritura quiere decir cuando llama a la salvación
"una justicia que es por fe y para fe", de principio a fin. Si
es de principio a fin, no hay lugar ni siquiera para un
poquito de esclavitud moral. Así que no me avergüenzo de
confiar solamente en Jesús para que cree un nuevo corazón
dentro de mí, y para que me motive a hacer sus obras justas.
Así es como viviremos, yo y todos los que creen en Jesús,
tanto judíos como gentiles.
Este documento era
originalmente una carta corta, que revisé y amplié un poco
antes de ponerla en este sitio web. Cuando fue escrita,
intenté mostrarle a un bautista calvinista, que parece confiar
mucho en el desarrollo histórico del cristianismo protestante,
que los forjadores del pensamiento evangélico no siempre
estuvieron de acuerdo, ni fueron siempre bíblicos y
consistentes en relación con sus puntos de vista sobre la ley
mosaica. Por supuesto, éste no es un análisis profundo; es
sólo "material para pensar". Además, yo no soy un estudioso
profundo, sino sólo informal, de los reformadores. Me interesa
más la Biblia que la teología de los hombres. Además, esta
carta condujo a otro documento, una polémica carta a un
adventista del séptimo día, que discutía en mayor profundidad
las Escrituras en relación con este tema.
Yo entiendo que la
mayoría de los predicadores protestantes se preocuparan por la
posibilidad de que el pueblo de Dios se descarriara hacia la
impiedad, y quisieran evitar esto a toda costa. Pero, en su
preocupación, algunos de los reformadores y protestantes
calvinistas regresaron a la ley mosaica, erróneamente.
Tropezaron con la misma piedra con que habían tropezado los
judíos cuando se opusieron al mensaje evangélico de Jesús y
los apóstoles. Yo también quisiera ser llamado calvinista,
porque creo en las doctrinas bíblicas de la elección
predestinada por parte de Dios y los así llamados cinco puntos
del calvinismo, establecidos en el sínodo de Dort. Pero no
creo en la totalidad del calvinismo de Calvino. En realidad,
estoy más cerca del calvinismo de Lutero. Creo en un mensaje
de salvación claro, bíblico, concerniente a la justicia. La
Biblia enseña que toda nuestra justicia viene de Dios, no del
hombre.
Por lo tanto, debemos
ir a Dios en busca de justicia, y responder a la obra que él
lleva a cabo en nuestros corazones. Por supuesto, el Espíritu
de Dios nos guía hacia un cuidadoso estudio de la ley mosaica,
para examinar la forma de justicia que viene de su Espíritu,
para que no seamos engañados por falsos espíritus que afirman
que vienen de parte de Dios. Pero la ley mosaica es sólo una
sombra de la verdadera ley que Cristo opera en nosotros. Así
que la ley mosaica presenta la forma general y el aspecto de
la verdadera ley. La ley mosaica no es la verdadera ley que
Dios se proponía traer a la humanidad por medio de los judíos
y del Mesías de los judíos.
Si sólo tratamos de
obedecer la ley moral mosaica sin el Espíritu, si sólo
interpretamos esta ley sin someternos a la misericordia y la
gracia de Jesús en el nuevo pacto de su sangre, fracasaremos.
En su lugar, debemos conocer el milagro que ocurre cuando
Jesús ejecuta una nueva creación en nuestros corazones y en
nuestras mentes. Por este milagro creemos en Dios y oramos a
Él. Debemos mantener nuestra esperanza en Jesús, volviendo
nuestros ojos a Él como a nuestro Maestro, al Alfarero que da
forma a nuestra arcilla. Jesús y sus palabras son vivientes,
no sólo mera tinta sobre papel para que la interpretemos y
obedezcamos. Sólo por el poder de Jesús, por la obra de su
Espíritu, pueden las justas demandas de la ley comenzar a ser
satisfechas en nuestras obras y palabras. Esta sola es nuestra
esperanza, que nos libra del poder y el engaño del pecado.
La Palabra de Dios se
opone muy claramente a muchas enseñanzas que los evangélicos
sostienen como doctrinas cardinales. Así que estoy comenzando
a no preocuparme más por lo que dicen los pastores. Sólo voy a
la Biblia para ver lo que ella dice. Al hacerlo, no trato de
confirmar mis opiniones. Por el contrario, leo la Palabra de
Dios para averiguar si estoy en error en alguna manera. De
aquí que mi teología haya evolucionado, y todavía está
evolucionando, para conformarse más estrechamente con la
Escritura.
Un tema con el cual
he estado luchando en la iglesia y acerca del cual he estado
luchando con otros, es la falsa enseñanza de que estamos
sujetos al decálogo (los Diez Mandamientos) o la ley moral.
Esta doctrina vino de los maestros humanistas y los
católico-romanos. Ellos, como los judíos, no podían creer que
el poder de Jesús y su Santo Espíritu podían enseñar e
impulsar al pueblo de Dios a vivir vidas justas. Por lo tanto,
lo mismo que los judíos, regresaron a la ley del antiguo
pacto. Sin embargo, la razón de que no pudiesen creer en el
poder de Jesús era que conocían muy poco de la verdadera obra
de la salvación de Cristo en sus propios corazones. Algunos
conocían el comienzo de la obra de Cristo, otros no conocían
nada de ella.
La ley mosaica es
sabia, pero no para salvación. En su lugar, el evangelio
(confiar en que Jesús hará su obra en nuestros corazones) es
sabio para salvación. Pero la ley mosaica es sólo sabia para
la enseñanza de la excelencia moral, que es uno de los
resultados o efectos de la salvación de Cristo. La justicia
viene con la fe y la salvación. En el mundo secular, algunas
de las leyes mosaicas son también un sabio freno y una sabia
guía para el pueblo, si son manejadas correcta y honestamente
por el que es salvo. Con justicia y misericordia, la ley
mosaica puede mantener el orden en la sociedad. Pero no es
para la iglesia. Cada cristiano debe ser renovado por Dios, y
no está sujeto a la ley mosaica. Los viejos odres de las 613
leyes del antiguo pacto no pueden soportar la expansión del
vino nuevo, y se rompen bajo su presión.
La iglesia romana no
era sabia para gobernar los asuntos seculares de las naciones
con los modelos de la iglesia, modelos que en realidad no
estaban basados ni en la sabiduría de la ley mosaica ni en la
de Cristo. Las demandas de la iglesia romana sobre la gente
común e incrédula eran básicamente que reconociera a la
iglesia, no a Cristo y a la Biblia. La iglesia romana hablaba
de los Diez Mandamientos, pero un hombre podía literalmente
quedar impune después de cometer asesinato y adulterio si era
poderoso en la iglesia y en la sociedad. Muchos vivían como
demonios, sin creer en absoluto ni en Dios ni en su palabra.
Pero se inclinaban ante la iglesia, porque habrían sido
ejecutados si alguna vez desafiaban su autoridad. Así que la
iglesia era extremadamente importante, pero ni el evangelio de
Jesucristo ni la ley mosaica eran honrados.
Toda sociedad
necesita alguna ley para mantener el orden, pero la iglesia no
puede obligar a la gente a creer en Dios ni a adorarle. Sin
embargo, la iglesia romana ignoró la ley de Dios, obligando al
mismo tiempo a la gente a adorar la iglesia. En consecuencia,
la iglesia romana sólo produjo una falsa iglesia, una sentina
de hipócritas confundidos y mal enseñados que se ocultaban
tras una fachada de cristianismo. Y su cristianismo era más
una mezcolanza de magia y superstición, creyendo que el mágico
pedobautismo ritual traía un alma a la iglesia, y que un
mágico sacramento de comunión daba participación en el cuerpo
y la sangre de Jesús. Hasta los "santos" del pasado podían
hacer maravillas mágicamente para ellos, y salvarles, no así
Cristo. En realidad, un hipócrita tenía cierta ventaja en la
iglesia. Mintiendo, podía ir mucho más lejos que si decía la
verdad. Si uno era honesto, sería quemado en la hoguera, y no
se le daría una posición de dirigente en la iglesia. Así que,
en fin de cuentas, produjeron el más horrible monstruo
imaginable, una iglesia que se vendía a cambio de placeres
carnales.
Por supuesto, ellos
no sólo no eran sabios, sino también malvados, pues reclamaban
ser la verdadera iglesia cuando en realidad eran hombres
irredentos y carnales sin ningún entendimiento de la Palabra
de Dios. Pero, viendo toda la maldad y todo el orgullo de esta
iglesia romana, los protestantes ciertamente no fueron sabios
para emular a la iglesia romana, para seguir las mismas
doctrinas y los mismos caminos que ella. La doctrina
ex-cátedra de la Iglesia Católica Romana todavía sigue el
Canon XIX del Concilio de Trento: "Si alguno dice que nada,
aparte de la fe, es ordenado en el evangelio; que otras cosas
son indiferentes, que no son ni ordenadas ni prohibidas, sino
libres; o que los Diez Mandamientos en modo alguno
corresponden a los cristianos, sea anatema". Así pues, la
iglesia romana llama a los hombres malditos (anatema) si creen
al evangelio entero: Que la fe en el poder y las palabras de
Cristo, por sí solos, pueden salvarnos del poder del pecado y
de la ira de Dios, y la fe en que los Diez Mandamientos (la
ley moral) no son obligatorios para los cristianos.
Por supuesto, la
Biblia dice: "Todas las cosas me son lícitas, mas no todas
convienen" (I Corintios 6:12). Así que nosotros en realidad no
decimos "otras cosas son indiferentes", como a los romanos les
gusta pensar que nosotros creemos, especialmente en relación
con la justicia. Pero la Biblia confirma la mayor parte de lo
que el canon de la iglesia romana llama falsa doctrina. En
realidad, los judíos acusaban a Jesús y a los apóstoles de ser
malditos por la misma razón, diciendo que enseñaban una vida
licenciosa y pecaminosa porque enseñaban libertad de la ley.
Pero los apóstoles no enseñaban la impiedad, sino más bien una
manera de producir justicia en los hombres, una justicia mucho
mejor.
Los judíos y los
católico-romanos no entendieron que los profetas y los
apóstoles enseñaban que el pacto mosaico es caduco, y que el
Nuevo Pacto es nuevo. Jeremías nos dice que el Nuevo Pacto no
sería como el pacto mosaico (Jeremías 31:32). Por lo tanto, es
un pacto enteramente nuevo, que convierte en anticuado al
pacto mosaico. Los apóstoles confirmaron esta enseñanza
(Hebreos 8:13). Puesto que un pacto es un cuerpo de leyes, y
la Palabra de Dios dice que el pacto antiguo es caduco, su ley
también es caduca. Uno no puede separar la ley del pacto
porque, por definición, un pacto es un cuerpo de leyes
(obligaciones/deberes). Así que la antigua ley ya no se aplica
a los que están bajo el nuevo pacto. En Cristo, todos los
justos requisitos de la ley deben ser satisfechos en nosotros
por el poder y la obra del Espíritu Santo en Jesús, que es
nuestro Dios.
La ley del pacto
antiguo estaba representada por el arquetipo, los Diez
Mandamientos, el decálogo. Por eso, los Diez Mandamientos,
escritos en tablas de piedra, son llamados el pacto antiguo
mismo. Cuando fueron puestos en el arca del pacto, dieron su
nombre al arca, pues representaban la totalidad del pacto
antiguo. En consecuencia, si el pacto antiguo es declarado
caduco en la Escritura, el decálogo, sobre todo, es caduco.
Todos los otros mandamientos del pacto antiguo simplemente
proceden de, o hacen provisión para, el ministerio de estos
Diez Mandamientos. Si no estamos obligados por el pacto
antiguo, no estamos obligados por los Diez Mandamientos.
Sin embargo, el
decálogo describe la justicia que viene por medio de
Jesucristo. Por supuesto, el decálogo es sólo una sombra, una
representación, de la realidad que fue prometida a Abraham y a
Moisés. No es la realidad, pero nos da una idea de lo que es
la verdadera justicia. Sin embargo, el amor justo descrito por
la ley mosaica no puede ser alcanzado por nuestro propio
esfuerzo humano para cumplir la ley mosaica. Ni dice nunca el
Nuevo Testamento que el Espíritu de Jesús nos ayudará a
obedecer la ley mosaica. Jesús no nos ayuda a obedecer la ley.
Él mismo escribe su nueva ley en nosotros, para hacernos sus
nuevas criaturas, todo por medio de su propia obra, no la
nuestra. Si todo lo que recibiéramos de Jesús fuera una
ratificación del pacto antiguo, entonces en vano habrían
hablado Moisés, los profetas, y los apóstoles.
Pero ahora parece que
tenemos dos lados en la iglesia evangélica, y ninguno de los
dos parece haber tomado en serio estas verdades bíblicas. Uno
dice que todavía estamos sujetos a los mandamientos morales de
la ley mosaica, y el otro dice que sólo estamos bajo un
borroso principio de amor. Pocos parecen enseñar claramente la
obra definida del Espíritu para santificar y producir la misma
clase de justicia descrita en la ley mosaica. El verdadero
Espíritu Santo nos enseña la naturaleza de la justicia por
medio de la ley, pero no nos impone en modo alguno ninguna
obligación hacia la ley de Moisés, especialmente bajo la ley
moral, el decálogo, que produce gran condenación.
Muchos calvinistas
siguen a la iglesia romana en su error en relación con los
Diez Mandamientos o ley moral. La Confesión de la Fe Bautista
de Londres de 1689 dice: (Capítulo 19:3). "La obediencia
a la ley moral es obligatoria para siempre para todos, tanto
personas justificadas como las que no lo son ... y ni Cristo
ni el evangelio disuelven esta obligación en modo alguno, sino
que la refuerzan". Del mismo modo, la Confesión de Fe de
Westminster contiene exactamente las mismas palabras: "La
obediencia a la ley moral es obligatoria para siempre para
todos, tanto personas justificadas como las que no lo son ...
y ni Cristo ni el evangelio disuelven esta obligación en modo
alguno, sino que la refuerzan" (Capítulo 19:5). ¡Qué extraño!
Estas declaraciones doctrinarias no sólo dicen lo mismo que la
iglesia de Roma, sino que son más fuertes, poniendo las cosas
peor de lo que estaban bajo la Iglesia de Roma. ¿Es éste el
nuevo pacto de Jesús? ¡Por supuesto que no!
Esta doctrina fue
enseñada a los protestantes por Calvino y otros, muchos de los
cuales eran antiguos católicos romanos. Éstos temían renunciar
a las doctrinas católico-romanas sobre los Diez Mandamientos
porque creían que la gente correría a echarse en los brazos
del pecado tan pronto se les dijera que ya no estaban
obligados a obedecer la ley moral. Algunos lo harían, pues no
habían nacido de nuevo del Espíritu Santo. Pero los que son
realmente de la familia de Dios, que han nacido de nuevo y son
nuevas criaturas de Dios, saben que la justicia y la sabiduría
que el Espíritu de Jesús busca constantemente operar en ellos
es aún mayor que todo lo que la ley mosaica podría jamás
definir o describir. Ellos saben que estas doctrinas de
Calvino y la iglesia de Roma vienen de las tradiciones de
hombres, no de la Biblia. Así que los evangélicos no deben
aceptarlas como si tuviesen autoridad. Los católicos romanos
siempre se atuvieron a las tradiciones de los hombres en lugar
de a la verdad bíblica. Pero se supone que los protestantes se
deshacen de las falsas tradiciones de los hombres. Se supone
que nuestra autoridad final en toda doctrina es sólo la
Escritura.
Muy a menudo, estos
calvinistas admiten que los cristianos no son justificados ni
condenados por la ley moral, sólo guiados por ella. Pero luego
dicen que la ley moral nos obliga. Si la ley moral en efecto
"nos obliga" a obedecerla (aunque hasta Calvino dice que
ningún hombre puede obedecerla), ¿cómo podemos no ser
condenados si no la obedecemos? Estar sujetos a algo
lógicamente entraña obligación y deber. Si las obligaciones y
los deberes no son cumplidos por el que está sujeto a ellos,
entonces el tal merece condenación y castigo. El sacrificio de
Cristo no hace nada a favor del que está sujeto a la ley
moral, puesto que el tal no participa de la muerte de Cristo
con Cristo. La única manera de que una persona permanezca
atada a la ley es que permanezca viva y que no muera con
Cristo. Pero si uno muere con Cristo, está muerto, y por lo
tanto, ninguna ley puede sujetarle. No se puede sujetar a un
hombre muerto a ninguna ley.
No hay escapatoria
lógica a las propias palabras de ellos. Su obligación a la ley
siempre equivale a condenación y castigo. Si se atan a una ley
que no pueden obedecer, se condenan a sí mismos. La única
manera de que alguien pueda librarse de la condenación
relacionada con deberes y obligaciones no cumplidos es por
medio de la muerte, la cual libera a una persona de todos los
deberes y todas las obligaciones de la ley. Así Jesús, por
medio de la muerte, nos libró de la condenación y la ley. Y,
en su muerte vicaria, nosotros morimos, porque Él murió por
nosotros como substituto nuestro. Jesús específicamente nos
libró de la sujeción al decálogo, de la totalidad del antiguo
pacto. Ahora, el deber y la obligación descansan en las manos
de Dios, y Dios puede hacer en nosotros lo que nosotros mismos
no podíamos hacer. Así que debemos entrar en el reposo
sabático de Cristo, y confiar en el poder de Jesús, en su
Espíritu. Ya no debemos confiar más en nuestro propio poder
para cumplir todos los deberes y todas las obligaciones
requeridos por la ley moral, el decálogo.
Si somos guiados por
la ley escrita en piedra, ¿cómo podemos ser guiados
enteramente por el Espíritu Santo? Uno no puede ser guiado por
la ley (ya sea una interpretación carnal o espiritual de la
ley en las mentes de los hombres) y al mismo tiempo ser guiado
por el Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo a menudo exige
mucho más de nosotros que la ley escrita - en pensamiento,
palabras, hechos, y obras de amor. O, en algunos casos, el
Espíritu cancela las exigencias de la ley moral en cuestiones
de justicia y castigo. Como David, que ilegalmente alimentó a
sus hombres hambrientos con los panes de la proposición, el
Espíritu Santo no siempre obedece la letra de la ley, sólo el
propósito justo de la ley. Hay una gran diferencia entre las
justas demandas o los justos propósitos de la ley, y la letra
de la ley sin misericordia ni gracia.
Además, los que le
restan la ley ceremonial y judicial a la totalidad de la ley
-- los que las quitan y las separan de la ley moral para poder
dejar a los cristianos sujetos sólo a la ley moral -- lo hacen
ilegalmente. La ley moral de Moisés dice que uno no puede
quitar nada de la ley del antiguo pacto que le fue dado en el
monte Sinaí, ni añadirle nada. Moisés ordenó con autoridad:
"No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de
ella, para que guardéis los manamientos de Jehová vuestro Dios
que yo os ordeno" (Deuteronomio 4:2). Por lo tanto, la
totalidad de la ley mosaica se sostiene entera, o cae entera.
Si estos hombres
creen que pueden restar la ley ceremonial de la totalidad de
la ley, y decir que no quebrantan la ley, entonces otros
pueden quitar algunas leyes morales de otras leyes morales, y
no quebrantar la ley. El modelo que usen debe ser consistente,
pero no lo es. No sólo no podemos quitar, sino que tampoco
podemos añadir. Si Jesús hubiese venido a construir sobre las
leyes de Moisés, entonces habría pecado. Jesús no puede añadir
a la ley mosaica lo que Él enseñó en las bienaventuranzas (o
sea, Mateo 5:21-48). Sin embargo, Jesús puede introducir un
Nuevo Pacto que es más completo que la ley mosaica, y
reemplazar el antiguo pacto con una ley que cumple todos los
justos requerimientos de la antigua ley, sustituyendo y
superando la antigua ley.
Por esta razón, el
nuevo pacto es una nueva ley, y no nos ata al antiguo pacto.
El antiguo pacto era un tutor temporal, provisional, de la
justicia que habría de venir a nosotros, y vivir en nosotros,
por medio de Jesús. Por supuesto, cuando vino Jesús, Él no
abolió la justicia descrita por la ley, sino sólo la ley
misma. Más bien, Jesús cumplió o completó la justicia de la
manera en que Dios realmente quería que se completara.
Reconociendo que el mismo Espíritu Santo escribió tanto el
antiguo como el nuevo pacto, nosotros no podemos esperar que
la justicia de la nueva ley sea muy diferente de la justicia
de la antigua ley. Puesto que Dios no cambia, su definición de
justicia tampoco puede cambiar.
Pero el antiguo fue
escrito en piedra, y era ejecutado por el hombre, mientras que
el nuevo está escrito en nuestros corazones, y es ejecutado
por Dios. Jesús confirmó la igualdad de los tipos de justicia
de ambos pactos ordenando que no se enseñase ni contra el más
pequeño de los mandamientos. Sin embargo, esto no altera el
hecho de que el nuevo pacto de Cristo reemplaza al antiguo
pacto, aunque no actúa contra la justicia descrita por el
antiguo pacto. Ya no estamos sujetos al decálogo, pero tampoco
nos oponemos a sus mandamientos. Más bien, vamos más allá de
ellos.
Jesús no enseñó
contra el más pequeño de los mandamientos cuando reemplazó el
antiguo pacto con el Nuevo, ni siquiera las leyes
ceremoniales. Si los hombres enseñan contra las leyes
ceremoniales, entonces enseñan contra el menor de los
mandamientos de Dios, y Jesús les condena como pecadores. Pero
nosotros no enseñamos contra las leyes ceremoniales. Nosotros
enseñamos el cumplimiento tanto de la ley ceremonial como de
la ley moral, el cumplimiento de toda la ley. Ya no estamos
sujetos a la ley ceremonial, pero tampoco lo estamos a la ley
moral. Repito, Jesús no vino a oponerse a ninguna parte de la
ley, ni la ceremonial ni la moral. Más bien, vino a ejecutar
en nosotros el completamiento o cumplimiento de toda la
antigua ley, reemplazándola, a toda ella, con una ley viviente
y más completa. Así, los que quitan la ley ceremonial de toda
la ley, se oponen a la ley moral, a Moisés, y a Jesús.
Si Jesús reemplazó
las leyes de los sacrificios, las del sacerdocio, las
alimentarias, las de las festividades, y así sucesivamente,
entonces reemplazó también toda la antigua ley moral con una
ley moral nueva y más completa. Y, si Jesús completa o cumple
la ley moral en nosotros, también completa y cumple las leyes
ceremoniales en nosotros. No permanece, para obligarnos,
ninguna de las leyes del antiguo pacto, pero ninguna de las
leyes del antiguo pacto permanece sin cumplir tampoco en el
nuevo pacto.
¿Abolió Jesús el
mandamiento mosaico de hacer sacrificios por el pecado? ¡No!
Pero tenemos un nuevo sacrificio en Jesús. Las leyes de los
sacrificios no han sido abolidas, o de lo contrario, el
sacrificio de Jesús no significaría nada. Más bien, los justos
requerimientos de aquellas ceremonias son completados y
cumplidos por el sacrificio de Cristo. Además, tenemos un
nuevo sacerdocio. Las leyes del antiguo sacerdocio se cumplen
por el hecho de que en Jesús tenemos un nuevo y eterno Sumo
Sacerdote y un nuevo sacerdocio real. Un nuevo pacto debe
tener un nuevo sacerdocio, y lo tiene. En Jesús, también
tenemos un nuevo alimento espiritual para que nos mantenga
separados del mundo y santificados en él. Así también,
nuestras leyes de las festividades enseñan más amor y tienen
mayor significado, aumentando la comunión del pueblo de Dios,
si son dirigidas por el Espíritu de Dios. Como la ley moral,
toda la ley del antiguo pacto es reemplazada y ha caducado,
pero ha sido cumplida y completada por una nueva ley en
Cristo.
Lutero comprendía
estas doctrinas mucho mejor que Calvino. Por eso, Lutero
entendía el mensaje de la salvación del evangelio mucho mejor
que Calvino, aunque Lutero era por naturaleza una persona
menos estable. A causa de la personalidad errática e hiriente
de Lutero, gran parte de las verdades que expresaba fueron
descartadas. Mientras tanto, a causa de las obras metódicas y
detalladas de Calvino, muchos de sus errores han continuado
durante siglos. En el comentario de Lutero sobre Gálatas,
escribe:
"De la misma manera en que la tierra no genera la
lluvia, y no puede trabajar por sí misma para producirla,
sino que la recibe como mero don de Dios de lo alto, así
también esta justicia divina nos es concedida por Dios sin
que trabajemos por ella y sin que la merezcamos. Ved,
entonces, cuánto puede hacer la tierra por sí misma para
recibir aguaceros que la hagan fructificar; otro tanto, y no
más, podemos hacer nosotros con nuestras propias fuerzas y
obras para obtener esta justicia celestial y eterna. Jamás
podremos obtenerla a menos que Dios mismo nos la conceda,
imputándonosla por medio de su don, más allá de las
palabras. La mayor sabiduría de los cristianos es, entonces,
no tener nada que ver ni con la ley ni con las obras, ni la
totalidad de la justicia activa, especialmente cuando la
conciencia lucha con el juicio de Dios. Por otra parte, la
quintaesencia de la sabiduría entre los que no se cuentan
entre el pueblo de Dios es saber y fervorosamente seguir la
ley y la justicia activa.
"Sabed que un hombre no es justificado por la
observancia de la ley, sino por fe en Cristo Jesús. La frase
la ley incluye mucho. Todo lo que no es gracia es por
ley, ya sea judicial, cremonial, o de los Diez
Mandamientos.... Aquí nuevamente os advierto que Pablo no
está hablando de la ley ceremonial, sino de toda la ley. Él
basa su argumento en el contraste entre recibir el Espíritu
Santo por la ley, o por creer. Si es por medio de la ley,
entonces no es por creer lo que se predica. No hay punto
intermedio entre los dos. Todo lo que no es el Espíritu
Santo, o creer lo que se predica, es la ley. Para ser
justificado, no hay otro camino, o la voz del evangelio o la
voz de la ley. Por lo tanto, la ley aquí debe ser tomada de
modo general, como enteramente separada del evangelio. Pero
no es la ley ceremonial la que está separada del evangelio,
sino también la ley moral, o la ley de los Diez
Mandamientos. Por lo tanto, Pablo está hablando aquí de toda
la ley.... Pablo contrasta aquí al Espíritu con el esfuerzo
humano. El Espíritu significa todo lo que hacemos de acuerdo
con el Espíritu; el esfuerzo humano significa todo lo que
hacemos sin el Espíritu".
Calvino no parecía
entender completamente este mensaje, que reside en el centro,
el corazón, y la médula del mensaje de salvación, y puede
decirse que es el mensaje esencial de salvación, pues es la
obra de Dios dentro del corazón humano para hacer una nueva
criatura. Si el Espíritu Santo no proporciona la comprensión
de este evangelio, las mismísimas buenas nuevas de Cristo,
ninguna otra cosa en el Nuevo Testamento tendrá mucho sentido
en absoluto. Ahora bien, Lutero a menudo miraba sólo hacia la
justicia imputada de Cristo, y no reconocía suficientemente el
verdadero cambio en el corazón y la mente para obedecer a
Dios. Sin embargo, sí aprehendía claramente la gracia de Dios
en la salvación.
Creo que Calvino no se dio cuenta de que, desde Adán y Eva,
todos los hombres tienen por lo menos una comprensión básica
del conocimiento del bien y el mal, un entendimiento
fundamental de la ley. "Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre
es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal" (Génesis
3:22). No necesitamos que el Espíritu Santo nos diga lo que
básicamente está bien o está mal. Después de que nuestros
primeros padres comieron del fruto del árbol del conocimiento
del bien y del mal, todos los descendientes de Adán y Eva han
heredado este conocimiento.
Por esta razón,
ciertamente no necesitamos que el Espíritu Santo nos diga que
el decálogo es correcto. En sus corazones, todos los hombres
saben que el decálogo es correcto y sabio. Todas las
sociedades del pasado básicamente han hecho leyes como el
decálogo porque todos los hombres heredaron este conocimiento.
Y los eruditos judíos también desarrollaron un conocimiento
profundo de la ley, mejor que Calvino. También, Dios ha
ayudado siempre a los hombres a obedecer la ley, y siempre ha
bendecido a los justos, y ha escuchado sus oraciones. Así que,
¿qué es lo nuevo sobre el nuevo pacto en la explicación que
Calvino da de él? ¡Nada! ¡Calvino es un judío del antiguo
pacto, pero sin la profundidad ni el alcance de los verdaderos
judíos del antiguo pacto! Calvino parece no haber visto nunca
lo que los ángeles anhelaban mirar. Y es que no había
descubierto plenamente el milagro de la salvación por fe.
Calvino salta hacia
adelante y hacia atrás, de enseñar la gracia de Dios, a caer
nuevamente bajo la ley. Por una parte, hablaba de la justicia
imputada de Cristo, diciendo que Dios nos concedía legalmente
la justicia que Jesús vivió. Ésta la tenemos. Pero, Calvino
parece olvidar la verdadera escritura de la ley en nuestros
corazones y en nuestras mentes (que es lo que la Biblia define
como el nuevo pacto). Olvida la gracia y la fe, y habla del
deber de obedecer la ley moral. Sin comprender, parece separar
artificialmente (e ilegalmente, contra la ley moral de Dios)
la ley moral del resto de la ley mosaica. No pudo enseñar una
verdad sólida y consistente porque quería explicar las
palabras que leía sobre la salvación por gracia de manera
pragmática y mundana.
¿Por qué él, como los
que no conocen el poder de la salvación de Cristo, teme que
los cristianos se vuelvan a la inmoralidad si no están sujetos
a la ley moral del Antiguo Pacto? ¿Se olvida Calvino de
confiar en Jesús? Uno no puede enseñar en una misma frase el
pragmatismo mundano y el milagro de la salvación de Dios.
Calvino parecía no poder creer que los elegidos de Dios quedan
realmente libres de la ley cuando se ponen bajo el control del
Espíritu de Jesús. ¿Es porque Calvino mismo nunca fue liberado
de la ley por medio del Espíritu de Cristo? No sé. Pero lo que
sí sé es que Calvino regresó a una enseñanza modificada de la
Iglesia Católica Romana humanística. En cuanto a la gracia y
la salvación, he aquí lo que Calvino escribe:
"En relación con
los Diez Mandamientos, debemos asimismo acatar la
advertencia de Pablo: 'Cristo es el fin de la ley para
salvación a todo el que cree'. Otro: Cristo es el Espíritu
que vivifica la letra que por sí misma produce muerte. Por
la declaración que antecede, quiere decir que en vano
enseñan la justicia los mandamientos, hasta que Cristo la
confiere por libre imputación y por el espíritu de
regeneración. Por esta razón, Pablo justamente llama a
Cristo el cumplimiento o fin de la ley.... Porque el Señor
nos concede todas las cosas libremente para añadir a la
plena medida de su bondad este don también: No rechazando
nuestra imperfecta obediencia, sino más bien supliendo lo
que falta para completarlo, Él hace que recibamos el
beneficio de las promesas de la ley como si hubiésemos
cumplido sus condiciones".
Hasta aquí suena
bien, pero es un poco inquietante. Porque Calvino parece
confuso, y piensa que Jesús vivifica, o da vida, a la ley
moral del antiguo pacto (la letra). Cree que Jesús cumple los
Diez Mandamientos en nosotros. No parecía comprender que Jesús
cumple una ley enteramente diferente y nueva -- algo mucho
mayor y más pleno que la mera sombra de la ley. Probablemente,
Calvino simplemente no quería admitir lo que la Biblia enseña
claramente, que hay una nueva ley, un nuevo pacto, que es
cumplido por Cristo en los hombres, no como el antiguo pacto,
que era cumplido por el poder de los hombres en sí mismos. En
su propia mente, Calvino no parece confiar en que Cristo Jesús
haga una obra enteramente nueva en los hombres, y así, parece
enseñarles a los hombres a no confiar en que Jesús hace esta
obra.
Algunas veces, Calvino enseñaba contra la esencia del
evangelio, y no era muy buen maestro al enseñarles a los
hombres a seguir algunos caminos. No entendía plenamente que
el cumplimiento de la ley puede llevarse a cabo sólo aboliendo
primero la ley antigua e incompleta, para que la la ley nueva
y completa pueda ser cumplida por Dios mismo en los corazones
de los hombres. Ésta es nuestra esperanza, ser preparados para
el cielo, ser hechos santos como Dios es santo, por las manos
de Dios mismo. Ésta es nuestra única esperanza, puesto que
sólo Dios puede hacer esta obra. Pero aquí Calvino todavía
discute cómo Cristo añadió a la ley moral o la clarificó, una
ley que Calvino cree que todavía existe y es obligatoria para
todos los cristianos. En su confusión, también trata de
distinguir entre la ley moral y la ley ceremonial, quitando de
la antigua ley y retorciéndola furiosa y frenéticamente,
intentando desesperada a inútilmente reconciliar su propia y
mala teología con las palabras de los apóstoles. ¿Cómo
entendía que una ley enteramente nueva había sido ratificada
por la sangre de Jesús? En realidad, yo no creo que Calvino
entendiese el nuevo pacto en Cristo. Calvino dice:
"Ciertas
personas ignorantes, que no entienden esta distinción,
apresuradamente echan fuera la totalidad de Moisés, y dicen
adiós a las dos tablas de la ley [los Diez Mandamientos].
Porque ellos creen que es obviamente extraño a los
cristianos sostener una doctrina que contiene el 'ministerio
de muerte'. ¡Alejemos de nuestras mentes este inicuo
pensamiento! ... Ninguna parte de la autoridad de la ley es
retirada sin que tengamos siempre que recibirla con la misma
veneración y obediencia. Las ceremonias son una cosa
diferente: Han sido abrogadas, no en efecto, sino sólo en el
uso. Con su venida, Cristo les ha puesto fin, pero no les ha
privado de nada de su santidad; más bien, ha aprobado y
honrado la ley.... Algunos han pensado que Cristo añadió a
la ley, cuando sólo la restauró a su integridad, liberándola
y purificándola cuando había sido oscurecida por las
falsedades y contaminada por la levadura de los fariseos".
Así que Calvino cree
que Cristo sólo "liberó y limpió" la antigua ley, no que
introdujo una ley enteramente nueva, un nuevo pacto. Sin
ninguna lógica real, Calvino no atribuye a la ley moral la
misma abrogación que le atribuye a la ley ceremonial. Pero, si
Cristo abrogó la ley ceremonial, como dice Calvino que Cristo
hizo, entonces Cristo también abrogó la ley moral, porque toda
la ley del antiguo pacto es una sola ley. Así, vemos cuán
diferentes son las enseñanzas de Calvino de las enseñanzas del
evangelio, que declara que la salvación es enteramente la obra
de Cristo. En Jesús, somos tanto justificados como
santificados, enseñados sólo por Él, renovados y regenerados
por la obra del Espíritu Santo, hechos nuevas criaturas que
exceden con mucho las exigencias de todas las 613 leyes del
antiguo pacto, tanto ceremoniales como morales.
La gracia de Dios enseña a nuestros corazones a temer y amar a
Dios. En este temor y amor a Dios, aprendemos a hacer a Dios
Señor de cada uno de nuestros pensamientos, a poner todos
nuestros pensamientos en cautiverio para Cristo. El Espíritu
de Jesús nos convence de pecado mucho más que la ley del
antiguo pacto. Entonces Él hace que nuestros corazones se
sometan a su Espíritu, para efectuar en nosotros un milagro de
salvación, para hacernos santos, un sacerdocio santo. Esta es
verdadera salvación, para recibir poder de Dios para vencer el
poder del pecado y la tentación, para andar en la justicia de
Dios y que procede de Dios. Al hacer esto, nosotros no sólo
cumplimos la "ley moral", sino toda la ley, incluyendo todo el
propósito de las leyes del sacerdocio y la ley ceremonial. En
todas las cosas, todo es de Cristo.
En cuanto a esta
justicia -- esta santificación que nos convierte en "santos",
los santos -- la Palabra de Dios declara: "Mas ya habéis sido
lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido
justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu
de nuestro Dios" (1 Corintios 6:11). ¿Cómo podemos ser
santificados por el Espíritu de Dios y al mismo tiempo por
nuestros propios esfuerzos humanos para obedecer la ley moral?
Simplemente no funciona de esa manera. Recibimos pasivamente
el lavado y la santificación con la justificación en Cristo,
en el nombre (autoridad) de Jesús, y por su Espíritu.
Aproximadamente 1400
años de ley mosaica demostraron que el esfuerzo humano,
estando atado a la obediencia a una ley, no funciona. Y otros
2000 años de Cristo lo confirmaron. Por lo tanto, oramos: "Y
el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo
vuestro ser, espíritu, alma, y cuerpo, sea guardado
irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel
es el que os llama, el cual también lo hará" (1 Tesalonicenses
5:23, 24). Sí, Él lo hará, no nosotros. Al recibir pasivamente
su obra, somos "ofrenda agradable, santificada por el Espíritu
Santo" (Romanos 15:16). La ley del antiguo pacto y sus
sacrificios no tenía poder para hacer lo que Jesús mismo
promete hacer en nosotros, por medio de su nuevo pacto con
nosotros. Él nos guardará irreprensibles, al enseñarnos a
someternos a él, porque nosotros mismos no podemos guardarnos
irreprensibles. "¡Cuánto más la sangre de Cristo, el cual
mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a
Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que
sirváis al Dios vivo!" (Hebreos 9:14).
Así que tenemos que
llegar a la conclusión de que toda la obra de nuestra
salvación es hecha por Dios, y que nosotros hacemos buenas
obras sólo como resultado o efecto de lo que Dios hace en
nosotros. Pero, ¿qué sucede con los que concuerdan en que no
están sujetos a la ley moral, pero claramente no manifiestan
justicia en sus vidas? ¿Es la nueva ley del nuevo pacto, el
milagro de la salvación, realmente ejecutada en aquél que no
practica la justicia? ¿Qué sucede si dicen que practican la
justicia, pero sus justicias no se ajustan al modelo de la
sombra presentada por la ley mosaica? ¿Qué sucede si la ley
dice: "No codiciarás", pero un así llamado cristiano vive en
la codicia? ¿Es realmente cristiano? La Biblia nos dice
claramente que los que practican el pecado no son de Cristo.
Jesús murió por nuestro perdón para poder comenzar a librarnos
del poder del pecado, para hacernos nuevos de manera que
pudiéramos dejar de pecar. Vino a hacernos justos.
Pero, ¿qué sucede con
los que insisten en que ellos sólo están bajo las
restricciones del "amor"? ¿Quieren decir con esto el amor como
Dios define el amor justo, o como el Espíritu Santo nos
impulsa a amar? No. Parece que la mayoría define el "amor"
como cualquier cosa que los pecaminosos y rebeldes deseos de
la carne sienta deseos de hacer en ese momento. Si sienten
deseos de tener lujos costosos, mientras sus hermanos y
hermanas en Cristo se mueren de hambre, piensan que están
amando por medio del Espíritu Santo. Después de todo, se están
divirtiendo los unos con los otros. ¿No es esto amor? No
prestan atención al verdadero gozo en el corazón. Quieren
pasar un buen rato, no hacer buenas obras.
Para practicar esta
clase de amor mundano, muchos cristianos cauterizan sus
conciencias, mientras cantan con fervor en la iglesia. Aman
las emociones religiosas que les despiertan la música y los
"sermones con poder", pero no aman el verdadero poder del
Espíritu Santo, que a menudo convence dolorosamente a nuestros
corazones de pecado. Así que, en realidad, no obedecen a Dios,
y no son movidos en lo más mínimo a amar con sacrificio como
Jesús nos amó a nosotros. El Espíritu Santo no efectúa una
nueva creación en ellos. Más bien, fabrican para ellos mismos
su propia ley, una de esfuerzos humanos, para "creer" que
Jesús les salva mediante una oracioncita recitada y
sentimientos religiosos. Mediante esta nueva ley de hechura
humana, creen que entrarán por las puertas del cielo. Pero,
¿conocen verdaderamente la salvación milagrosa de Jesucristo y
su nueva ley?
¿Por qué confían
estos "cristianos" en su falsa fe, una fe hecha por los
hombres? ¿Por qué definen su propio amor falso, que no tiene
nada que ver con el verdadero y justo amor que Cristo Jesús
obra en los que son salvos por Él? ¿Hacen esto porque Martín
Lutero lo declaró? Por ejemplo, Lutero dijo en seu comentario
sobre Gálatas: "Después de que Cristo nos redimió, nos renovó,
y nos hizo su iglesia, no nos dio ninguna otra ley que la del
amor mutuo". Basados en esta enseñanza, ¿creen que pueden
vivir para Jesucristo mientras nadan en auto-indulgencia y
deseos mundanos?
Al mismo tiempo que
Lutero decía que no estamos bajo la ley moral, ni bajo ninguna
otra parte de la ley mosaica, también enseñaba que el poder de
Jesús obra una verdadera justicia. Por supuesto, Lutero se
excedía un poco a veces en su intento por deshacer las falsas
enseñanzas de la iglesia de Roma. Pero Lutero también admitía
que la ley moral de Moisés era útil para la carne, y que lo
que la ley mosaica enseñaba era en verdad una doctrina justa.
Así que queremos que Dios obre en nosotros un amor justo, que
cumpla la ley, y hasta vaya más allá de la ley, pero que nunca
vaya contra la intención de la ley. Sin embargo, este amor
justo obrado por el Espíritu Santo puede a veces parecer que
desobedece la ley, tal como Cristo pareció desobedecer el
sábado. Pero, en realidad, este amor cumple el propósito de la
ley, como Jesús cumplió el propósito del sábado.
En nuestros días,
como en el pasado, hemos visto a muchos definir el "amor" en
cualesquiera modos mundanos en los que desean definirlo, menos
de la manera en que Dios lo define. En consecuencia, tenemos
iglesias que se desvían tanto de la verdad enseñada en la
Palabra de Dios que ya no pueden ser llamadas cristianas en
absoluto. ¿Qué podemos hacer cuando tantos caen en las
doctrinas de la Iglesia Católica Romana, y tantos otros andan
sin ley? ¿Ya nadie cree que el poder del Espíritu de Jesús les
transforma en seres justos, para obrar en sus corazones
las promesas del nuevo pacto?
Encuentro muy poco
apoyo en la iglesia para esta doctrina -- que la justicia,
como la describe la ley mosaica, debe ser obrada por entero
por Jesús en nosotros. A menos que se sea obra de las manos de
Dios, no se tiene nada que ver con Jesús. Pero el Espíritu
Santo obra en nosotros una justicia que no se opone a la
justicia que el mismo Espíritu Santo enseñó a Moisés. La
salvación es un milagro, pero este don sobrenatural de Dios ya
no se predica plenamente. Esta doctrina reside en el centro
mismo del evangelio, y sin ella no hay evangelio. No
predicamos la ausencia de ley, sino una nueva ley obrada por
Cristo. Ni predicamos la sujeción humana a la ley, sino una
libertad de toda la ley mosaica, muerte a la ley con Cristo.
Esto es lo que debemos tratar de conocer. "Pero el alimento
sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por
el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento
del bien y el mal" (Hebreos 5:14).
¿Cómo podemos llamar
al mensaje del nuevo pacto las "buenas nuevas", si
permanecemos atados a la ley moral? O ¿cómo podemos llamarlo
"buenas nuevas" si continuamos viviendo en la codicia y el
pecado? ¿Hay alguien por allí que predique el evangelio real y
pleno? Jesús murió para perdonarnos de modo que pudiéramos
entrar a este evangelio, y resucitó de entre los muertos para
que su Espíritu pudiera traernos a su nueva vida. ¿Hay alguna
iglesia por allí que sea fiel al evangelio?
Ya no deberíamos
andar más según la carne -- ni de acuerdo con la ley mediante
el esfuerzo humano, ni de acuerdo con los pecaminosos deseos
de la carne. No estamos obligados o sujetos a la ley moral,
sino más bien obligados y sujetos a Jesús, a su Espíritu que
mora en nosotros, para escucharle y obedecerle. "Y si el
Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en
vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús
vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu
que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a
la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si
vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu
hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los
que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de
Dios" (Romanos 8:11-14). Nótese que el original griego de este
texto no prohibe vivir según la "naturaleza pecaminosa", sino
que prohibe vivir según la carne, que incluye vivir por el
esfuerzo humano para obedecer las leyes de Moisés. En vez de
eso, debemos ser guiados por el Espíritu de Dios en todas las
cosas.
Si un carpintero
cristiano trabaja bien el día entero a cambio del salario que
se le paga, hace bien. Pero no debe convertir a su trabajo en
un dios. Más bien, debería reservar el tiempo y el esfuerzo
debido para Dios y para su esposa y sus hijos. Debe vivir
modestamente, dando lo que pueda para las obras de Dios. Si,
cuando se ponga viejo, posee su propio negocio, debe tratar a
sus empleados bien y cuidar de sus necesidades, tanto
espirituales como físicas. Porque Dios le pedirá cuenta de su
propia casa, como sacerdote, y como sacerdote, de todo lo que
Dios haya puesto bajo su cuidado. Debe ser guiado por el
Espíritu. Así, su vida es para ministrar como sacerdote de
Dios en todas las cosas.
Pero puede que un
escritor cristiano popular y respetado trate de exaltarse,
trabajando día y noche en su carrera, y serviendo a su
ocupación como a un dios. Al hacerlo, descuida al verdadero
Dios, y descuida su servicio como sacerdote de su familia y de
sus empleados. Así que, ¿cómo es él un verdadero cristiano?
Aunque sea dirigente de miles de millones, no es nada. El
carpintero cristiano justo recibirá una corona el día del
juicio, pues no recibió nada real ni duradero de Cristo en la
tierra. Aunque el escritor cristiano agradó a muchos del
pueblo de Dios en la tierra por algunos años, no agradó a
Dios, y le será asignado un lugar en el infierno junto con
todos los impíos que sirven a Satanás. Porque no fue guiado
por el Espíritu Santo, ni cambió por el poder de Dios. Fue
guiado por la la ambición egoísta, y permaneció siendo tan
mundano como los otros hombres mundanos.
Así que debemos
buscar la obra de Jesús en nuestros corazones, para hacernos
humildes y justos. Si esta obra no es iniciada en nosotros
mientras vivimos en la tierra, ¿cuándo se inciará? Si Jesús no
nos salva ahora, y los frutos de justicia no están siendo
hechos manifiestos por la obra de su salvación, ¿cómo
entraremos al cielo? Nadie, excepto los santos, entrará al
santo reino de nuestro santo Dios.
No podemos ser
perfectamente sin pecado mientras estemos en este cuerpo de
carne. Si alguno dice que no tiene pecado, la verdad no está
en él (1 Juan 1:8). Sin embargo, si Jesús nos salva, su Santo
Espíritu nos impulsará a practicar la justicia continuamente.
"Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como
él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque
el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo
de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es
nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de
Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido
de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos
del diablo: todo aquel que no hace justicia [que no la
practica continuamente], y que no ama a su hermano, no es de
Dios" (1 Juan 3:7-10).
En este versículo,
Juan usó el tiempo presente del verbo que significa hacer,
construir, hacer, o practicar. El tiempo presente es durativo
en aspecto, lo cual significa que la acción es continua o
repetida. Por lo tanto, Juan nos dice que sólo los que continuamente
practican la justicia son hijos de Dios. Cualquiera que
no lo haga, no es de Dios, y no está siendo salvado por Jesús.
Todos los que están siendo salvados continuarán
construyendo la justicia. "La justicia de Dios viene por
medio de la fe en Cristo Jesús a todos los que creen en él"
(Romanos 3:22).
Por supuesto, algunas
almas débiles comienzan con muy poca fortaleza inherente, y
construyen lentamente en el Señor. Pero, si son guiados por el
Espíritu, y continuamente construyen la justicia con todo lo
que Dios les ha dado, aunque sean débiles, Dios les tendrá por
justos. Otros nacen con muchos puntos fuertes en su carácter.
Pero, si no construyen la justicia continuamente, irán al
infierno. Puede que vivan una vida que parezca más justa que
la que alcancen en la tierra muchos otros santos débiles,
porque la "justicia" les viene naturalmente. Pero, puesto que
no crecen en el Espíritu, irán al infierno. Dios quiere que
los hombres crezcan siendo guiados por su Espíritu. Si se les
dio mucho, Dios espera que lo aumenten mucho. Si se les dio
poco, Dios sólo espera que aumenten poco.
Comoquiera que lo
miremos, debemos esperar un aumento de justicia en
nuestras vidas, si Jesús está salvándonos realmente. Esto no
viene, y no puede venir a nosotros si nos sujetamos a la ley
moral. Sólo puede venir por medio de la obra de Dios en
nosotros. Así que oremos de corazón y fervientemente, pidiendo
este milagroso don de Dios. Nuestras vidas eternas dependen de
que recibamos este don de Dios.
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