LA NATURALEZA DEL HOMBRE
Y DE LA MUERTE


Dr. Verle Streifling


Traducido de Proclamation
Mayo-Junio de 2001

 


En su visión del 12 de diciembre de 1844, Ellen White dice que vio a Jesús y se vio a sí misma "volando hacia arriba" en el cielo y que allí "vio al buen y anciano padre Abraham, a Isaac, Jacob, Noé, Daniel, y a muchos como ellos" (A Word to the Little Flock, p. 16, 1847). Esto fue antes de aceptar la enseñanza del santuario y el juicio investigador propuesta por el hermano Crosier, que ella estableció por medio de una visión en febrero de 1845. "Hace más de un año, el Señor me mostró en visión que el hermano Crosier tenía la luz verdadera sobre la purificación del santuario, y que era su voluntad que el hermano Crosier escribiera la visión de la que nos había informado en el Day-Star Extra, de febrero 7, 1846". (Ibid., p. 12).

Pero estas visiones crearon un conflicto porque, si el juicio investigador fuese cierto, entonces, ¿cómo es que estos muchos santos estaban en el cielo antes de que sus casos fuesen examinados y antes de la resurrección? La visión de ella de diciembre de 1844 apoyaba la posición evangélica sobre la muerte. ¿Era esto antibíblico? ¿O era errónea la enseñanza del juicio investigador, que ella respaldó en febrero de 1845? Para sustentar la nueva posición adventista relativa a octubre de 1844, esta parte de la visión de Ellen White de 1844 fue excluida de publicaciones posteriores, y Ellen White recogió urgentemente "cualquier visión o todas mis primeras visiones según fueron publicadas antes de 1851" (Selected Messages, libro 1, p. 63).

Sus "visiones" dan lugar a la cuestión de si es bíblica la posición evangélica sobre la naturaleza del hombre y la muerte. ¿Por qué es esta posición sostenida por tantos, pero la posición adventista después de 1844 y su juicio investigador es sostenida por tan pocos? ¿Apoya la Escritura la posición evangélica?

Al debatir esto, tenemos que tener en cuenta algunos principios de interpretación bíblica que son necesarios para evitar el error. Primero, sólo la Biblia es nuestra autoridad en asuntos de fe y práctica. La Biblia debe ser su propio intérprete, dando definiciones de sus términos. Así que el Nuevo Testamento define al Antiguo, pues es la revelación más clara y final de Dios. La Biblia debe superar la falsa lógica de nuestros caídos intelectos, y tenemos que usar muchos textos para apoyar un punto, más bien que unos pocos textos de prueba que pueden ser interpretados de diferentes maneras.

Tenemos que observar importantes contextos como cuándo, dónde, quién, cómo, por qué, etc., los contextos culturales, históricos y de contexto, así como el género literario. Por ejemplo, los escritos poéticos no deben ser usados en lugar del discurso directo; y es necesario identificar e interpretar correctamente las figuras de lenguaje. Además, las lenguas originales deben ser traducidas correctamente. Es un error confiar en un hebreo o un griego mal traducido, como decir que hades en 1 Cor. 15:54 significa "tumba", cuando la palabra que significa "tumba" o "sepulcro" es mnameon.

La sana doctrina debe presentar antítesis y armonizarlas con la tesis de uno mismo, para preservar la unidad de la Escritura. Además, esta unidad de la Escritura explicará las diferentes dispensaciones y la mayor revelación de Dios sobre sí mismo en el marco del nuevo pacto.

Dios hizo al hombre esencialmente de dos partes: un hombre interior (llamado el "alma" o el "espíritu", y un hombre exterior (el cuerpo), de modo que el espíritu es la verdadera persona, que habita dentro del cuerpo. Pablo dice explícitamente que "aunque el hombre exterior perece, nuestro hombre interior está siendo renovado día tras día", definiendo lo exterior como lo que se ve y es temporal, mientras que el interior es invisible, pero eterno, según 1 Cor. 4:16-18.

Santiago 4:5 dice: "El espíritu que Dios puso en nosotros nos ama celosamente", mientras que Efe. 3:16 dice que somos "fortalecidos en el hombre interior". Pedro llama a esto "el hombre oculto del corazón", usando figuradamente la palabra "corazón" para significar "espíritu" (1 Ped. 3:4); y Daniel dice: "Se me turbó el espíritu dentro de mí" (7:15).

Zac. 12:1 dice que Dios forma el espíritu del hombre dentro de él, y 1 Cor. 2:11 pregunta: "¿Qué hombre conoce las cosas del hombre sino el espíritu del hombre que mora en él?". Hay muchos otros textos, como Hechos 17:16; Job 14:22; Sal. 42:6; Eze. 11:19 y 36:26, que predicen el renacimiento del espíritu de uno (Juan 3:6), que concuerdan. En Salmos 103:1, David exclama: "Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre".

A partir de estos textos, podemos entender mejor Gén. 2:7: "Dios sopló en la nariz del hombre aliento de vida y el hombre vino a ser un ser viviente". Más exactamente, esto quiere decir: "Dios sopló en el hombre el espíritu viviente y el hombre vino a ser una criatura viviente", porque el hebreo "nephesh" significa "criatura" en Gén. 1;21, 24, 28, 30. Juan 3:7, 8 habla del nuevo nacimiento del espíritu como "el espíritu sopla por donde quiere ...". La Versión Interlineal de Alford, o el NT Renacimiento del Dr. Randy Yeager. En Juan 20:22, Jesús sopló sobre sus discípulos, diciéndoles: "Reciban el Espíritu Santo", efectuando su nuevo nacimiento, y siendo vivificados nuevamente, para Dios.

Demostramos que el Espíritu Santo es una persona, pues tiene atributos personales esenciales, a saber, mente, voluntad, emociones, y además se comunica. Así lo hacen los ángeles; así también el hombre interior (su espíritu) es la persona verdadera por tener estos mismos atributos personales, también aplicados a su corazón cuando se usa figuradamente para referirse a su espíritu.

Así, pues, pasajes como Efe. 4:23: "el espíritu de nuestra mente" y 1 Cor. 2:11 o Sal. 139:4, que dicen que su espíritu le conoce; o cuando Job dice que el Todopoderoso da entendimiento al espíritu del hombre y que el espíritu de Dios, "como el hombre, piensa en su corazón", y muchos otros pasajes, como Gén. 6:5; 8:21; 17:17; Éx. 35:35; 36:2; Deut. 4:39; muestran que el corazón del hombre puede pensar, amar, odiar, etc., probando que el espíritu del hombre tiene su propia mente con conocimiento, así como la tiene su persona.

El espíritu del hombre también tiene su voluntad. David cantaba: "Bendeciré al Señor ... Mi alma se gozará en tí". Aquí "Yo" se equipara a "Mi alma" en la pareja, y "voluntad" muestra que su alma podía proponer sus acciones. Así lo muestran también Heb. 4:12; 1 Cor. 14:25; Jer. 30:24; Isa. 14:13; Gén. 8:21; 27:41 y muchos otros textos, en que nuestro propio corazón o espíritu tiene su propia voluntad como otro esencial atributo personal, siendo la persona real.

Nuestro espíritu también tiene emociones. Hiende (Gén. 34:8); anhela (42:2); aborrece (Lev. 26:11); ama (1 Sam. 18:1), etc. Estos ejemplos ocurren unas 80 veces en la Escritura, y 100 más hablan del corazón del hombre. 2 Ped. 2:8 dice que Lot "atormentaba su alma justa día tras día" cuando estaba en Sodoma. Así que el alma de uno puede ser justa o malvada, como en Miq. 6:7: "¿Daré ... el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma?" o Jer. 17:9: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y desesperadamente perverso".

El espíritu cree en Cristo (Rom. 10:9-10; 6:17; 1 Cor. 7:37; Hech. 8:37; Luc. 24:25); adora a Dios (Sal. 103:1; Deut. 6:5; etc.). En realidad, los verdaderos adoradores deben adorarle en espíritu y en verdad, como dijo Jesús en Juan 4:23, 24, y Pablo lo repite en Fil. 3:3; Efe. 5:19; Col. 3:16 y en 1 Cor. 14:15,16. El verdadero culto debe ser del corazón (alma o espíritu), en oposición al mero servicio de labios (Mat. 15:8; Mar. 7:6; Isa. 29:13).

El espíritu del hombre también se comunica con Dios. Rom. 8:16 dice: "El mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu" y Job 32:8: "Hay un espíritu en el hombre y el Espíritu del Todoperoso le da entendimiento".

Pablo dice que hablar en lenguas "no es hablar a los hombres sino a Dios ... en el espíritu" (1 Cor. 14:1, 2, 28). En Mat. 17, Mar. 9 y Luc. 9, Jesús habló con Moisés y Elías, que habían estado muertos por largo tiempo, en la transfiguración. Y Dios dice: "Yo, Jehová, escudriño el corazón, y pruebo la mente" en Jer. 17:10.

Los ángeles, que son espíritus, tienen la forma de un ser (una persona). Así también, el espíritu del hombre tiene forma. Zac. 12:1 dice: "Así dice Jehová que forma el espíritu del hombre dentro de él". La palabra "forma" procede de la palabra hebrea usada en Génesis, cuando Dios formó el cuerpo del hombre. Los discípulos vieron a Moisés y a Elías en forma de hombres (Luc. 9:32). 1 Sam. 28:11-16 dice: "Cuando la mujer vio a Samuel ... le dijo a Saúl: 'Vi a un espíritu que ascendía de la tierra'. Y él preguntó: '¿Cuál es su forma?' La Biblia dice que Samuel habló con Saúl, prediciéndole correctamente su muerte.

Debido a que nuestro espíritu tiene forma, se comunica, cree en Cristo y adora a Dios, tiene mente, voluntad y emociones, etc., es, por lo tanto, la persona verdadera, que habita dentro del cuerpo, llamado la "morada de arcilla".

Así, pues, nuestro cuerpo (el hombre exterior) y su alma o espíritu (el hombre interior) no son lo mismo. El hombre está hecho a la imagen de Dios. Dios, que es espíritu, tiene alma (Isa. 1:14; Lev. 26:11; Jer. 4:31; 5:9; etc., Zac. 11:8, Mat. 12:18; Heb. 10:38), pero su alma no es un cuerpo, como tampoco lo es el alma del hombre. Jesús dijo: "No teman a los que pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma" (Mat. 10:28), "teman, mas bien, a aquel que, después de haber matado el cuerpo, tiene poder para lanzarla (al alma) al infierno" (Luc. 12:5). Y Miq. 6:7 dice: "¿Daré mi primogénito ... el fruto de mis entrañas, por el pecado de mi alma?", mostrando que los dos están yuxtapuestos. Algunos razonan, a partir de Eze. 9:5 que dice que 'el alma que pecare, esa morirá', que el cuerpo que muere es el alma. Pero muchos textos, como los que anteceden, disipan la falacia. Aunque el alma es donde ocurre el pecado, su muerte está siendo arrojada al gehenna, donde está eternamente separada de Dios - no aniquilada. Citando a Isa. 66:24, Jesús describe esto como el lugar "donde el gusano de ellos no muere, ni su fuego se apaga" en Mat. 9:44,46. Los Testigos de Jehová borran estos pasajes de sus Biblias. Pero el evangelio es que el alma que recibe a Cristo es regenerada por el Espíritu, tiene vida eterna, ha pasado de muerte a vida, y que nunca muere, aunque al cuerpo todavía puede perecer en la tumba. (Juan 3:16, 17; 5:24; 11:25, 26; 1 Juan 5:11-13).

Así que el espíritu del hombre es su hombre interior, que abandona el cuerpo cuando éste muere. Así que el cuerpo está muerto. Como dice Sant. 2:26: "El cuerpo sin el espíritu está muerto". En 1 Reyes 17:17, el muchacho estaba muerto, porque no había espíritu en él", y en Gén. 35:18 leemos acerca de Raquel que "su alma se salió (pues murió)". Pablo describe la muerte como "partir y estar con Cristo, que es mucho mejor" (Fil. 1:21-24) y "preferimos estar ausentes del cuerpo y estar presentes al Señor" (2 Cor. 5:8). A partir de esto, entendemos fácilmente a Ecle. 12:5-7 cuando dice que "el polvo (el cuerpo) regrese a la tierra ... pero el espíritu regrese a Dios que lo dio", o Sal. 90:10 cuando dice poéticamente: "Los días de nuestra edad son 70 o más años ... pronto pronto pasan, y volamos". Pablo escribió: "El tiempo de mi partida está cerca" (2 Tim. 4:6) y Pedro dice: "en breve debo abandonar el cuerpo" (2 Ped. 1:14).

Por otra parte, el cuerpo muerto es resucitado por el regreso del espíritu al cuerpo. En 1 Reyes 17:17, el profeta oraba: "Te ruego que hagas volver el alma de este niño a él", y se nos dice que "el alma del niño volvió a él, y revivió". Además, se dice de la hija de Jairo: "Entonces su espíritu retornó, y ella se levantó inmediatamente". Así, pues, vemos que, aunque el cuerpo está muerto, el espíritu permanece vivo, como Jesús lo explicó: "Yo soy el Dios de Abraham ... Isaac ... Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos" (Mat. 22:32; Mk. 12:27; Luc. 20:38). Aunque sus cuerpos estaban muertos, sus espíritus estaban vivos, porque "el hombre interior ... es eterno" (2 Cor. 4:16-18).

Así, pues, el cuerpo es nuestro hombre exterior, es visible, temporal, una casa terrenal, un tabernáculo de carne, y mientras estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor. A la inversa, nuestro espíritu es el hombre interior, invisible, eterno, un cuerpo espiritual, renovado y regenerado por el Espíritu Santo, un edificio de Dios, eterno en el cielo, y cuando está ausente del cuerpo, está presente con el Señor. Con todo esto, hemos averiguado que el espíritu tiene mente, voluntad, emociones, se comunica, cree en Cristo, adora a Dios, tiene forma, siendo la verdadera persona, y permanece vivo aunque el cuerpo esté muerto.

Estando con Cristo en el cielo, el espíritu del creyente todavía está muy consciente de dónde está y con quién está. En Apoc. 6:9-11, las almas de los que habían sido muertos por la Palabra de Dios están en el cielo, pidiendo a Dios que recompense su muerte, y en Apoc. 15:1-3 vemos en el cielo a los que fueron martirizados, antes de que las siete últimas plagas sean derramadas en el Cap. 16, y ¡están adorando a Dios! Aunque Moisés y Elías habían muerto, hablaron con Cristo en la transfiguración acerca de su cercana muerte y su venida. Pablo habló de ser arrebatado hasta "el tercer cielo" y de lo que vio, cuando comentó acerca de ser muerto por apedreamiento. Samuel predijo correctamente la muerte de Saúl (arriba). y del rico y Lázaro sabemos que Jesús no usaría una falsa enseñanza para adelantar la verdad de Dios, pues sería juzgado como pecador (Rom. 3:5-8). Aquí "el seno de Abraham" describe su inmediata presencia, como cuando, hablando de Cristo, dice "estar en el seno del Padre" (Juan 1:18).

Algunos pasan por alto el contexto de Ecle. 9:5: "los muertos nada saben" para llegar a la conclusión de que la muerte es la inconsciencia. Pero "muerto" se aplica al cuerpo (Sant. 2:26), no al alma (más arriba), que es eterna. Si esto es extrapolado a la persona entera, Eclesiastés todavía está hablando del contexto "bajo el sol", queriendo decir "sobre la faz de la tierra". El alma que ha partido sabe lo que hay en el cielo, pero no lo que hay en la tierra. Pero, forzar una interpretación literal de este texto lleva a error, porque también dice "ni tienen más recompensa". Interpretar la primera parte, sin su contexto "bajo el sol", requiere lo mismo para la segunda parte, repudiando así la resurrección de los muertos y los galardones celestiales, como hacían los saduceos. Pero Eclesiastés dice, por el contexto, que no tienen más recompensa "bajo el sol" ni "en la faz de la tierra".

Ecle. 9:5: "su memoria es puesta en olvido" se interpreta en el sentido de que "su propia memoria no existe". Más bien, el texto significa "su memoria es ouesta en olvido", así que ya no serán recordados. También, las palabras de Sal. 146:4 de que "en ese día perecen sus pensamientos" no significa que dejen de pensar, sino más bien que "sus planes" o consejos (Heb. eshtonaw) vendrán a ser como la nada, como los del hombre que planea derribar sus graneros para construir unos más grandes, cuando Dios dice "hoy se te pedirá tu alma". Vemos la debilidad de usar textos poéticos para disputar el discurso directo de muchos pasajes bíblicos.

Salmos 49:19: "Redimirás mi alma de la tumba" se usa incorrectamente para mostrar que el alma es el cuerpo. Pero la palabra hebrea sheol equivale a la griega hades, hablando del lugar de los muertos dentro de la tierra. No es la tumba literal, para la cual se usa la palabra hebrea "qeborrah" o la palabra griega "mnameon". En Hechos 2:31,32, el alma de Jesús no fue dejada en el infierno (hades), ni su cuerpo vio corrupción en el sepulcro (mnameon). La palabra "hades" fue mal traducida como "tumba" en 1 Cor. 15:54 KJV. El nuevo texto dice "oh muerte" (gr. "ho thanatos"), ¿"dónde está tu victoria?" Hablando de que David no está en el cielo, "pues su sepulcro está con nosotros hasta hoy" en Hechos 2, Pedro habla de su cuerpo que está en "mnameon", no de su alma que está en el cielo (Efe. 4:8; Sal. 68:18; Heb. 12:24).

A menudo, oigo decir: "¡Si al alma va al cielo a a la muerte, no es necesaria la resurrección!" Pero la lógica nuestra no debe trastornar la Escritura. Dios hizo al hombre un ser con un cuerpo, y aunque el alma actualmente está redimida, Pablo dice en Rom. 8:21-23 que todos esperamos todavía "la redención de nuestro cuerpo", pues todavía gemimos deseando ser librados de esta esclavitud de corrupción. Esta liberación tendrá lugar cuando Jesús venga por su iglesia, como lo declara Pablo en 1 Cor. 15.

La Escritura muestra que las almas de los que han muerto en Cristo, que están con él en el cielo, regresarán con él a sus cuerpos resucitados. 1 Tes. 4:14 dice: "... así traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él". Puesto que "traer" está asociado a "venir", mientras que "llevar" está asociado a "ir", esto habla de que, cuando Jesús venga del cielo, en lugar de cuando lleva a los santos a cielo de vuelta con él. 1 Tes. 3:13: " ... a la venida de nuestro Señor ... con todos sus santos" usa la palabra griega "haggios" cuando se refiere a personas, más bien que "angelos", así como "santos" se refiere a ángeles. Pablo aseguró a los colosenses: "Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, ustedes también aparecerán con él en gloria" (3:4). Judas 14: "He aquí el Señor viene con diez mil de sus santos" es un eco de Zac. 14:5: "El Señor mi Dios vendrá, y todos los santos con él".

¿Por qué vienen ellos también? 1 Tes. 4:13-18 dice que Dios traerá con él a los que duermen en Jesús, que él descenderá del cielo con aclamación, y los muertos resucitarán. Por definición bíblica, "los muertos" se refiere a que "el cuerpo sin el espíritu está muerto". En 1 Cor. 15, "los muertos" se refiere al "cuerpo", así que los cuerpos de los que murieron serán resucitados cuando se reúnan con los espíritus que Jesús traiga con él cuando venga del cielo. Estos cuerpos son resucitados diferentes de como cuando murieron. 1 Cor 15:35-58 pregunta: "¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo ... se siembra cuerpo en corrupción, resucita en incorrupción; se siembra en deshonra, resucita en gloria. Se siembra en debilidad, resucita en poder. Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual ... los muertos serán resucitados incorruptibles, todos seremos transformados ... esto incorruptible se vista de inmortalidad".

Los que enseñan el "sueño del alma" saben que es contrario a muchos textos bíblicos, como lo presenta tan vívidamente la Biblia de la Palabra Clara de los Adventistas del Séptimo Día. En esta Biblia, más de 50 pasajes han sido cambiados mediante adiciones o eliminaciones, o han sido vueltos a redactar, para que los lectores no vean lo que Dios dice del hombre y de la muerte. Por ejemplo, a la expresión "partir y estar con Cristo" se le han añadido las palabras "sentenciados a muerte, y en el siguiente momento consciente ver a Cristo" (Fil. 1:23). En Sant. 2:26: "el cuerpo sin espíritu está muerto" ha sido cambiado por "el cuerpo de una persona es inútil sin el aliento". Y en Juan 3:6, "lo que es nacido de la carne es carne, y lo que es nacido del Espíritu es espíritu" ha sido cambiado por "una cosa es lo físico y otra cosa es lo espiritual". 1 Tes. 5:10: " ... ya sea que velemos o que durmamos, vivamos juntamente con él" ha sido cambiado por "... ya sea que estemos vivos o muertos cuando él venga, le pertenecemos a él, y él nos llevará a nuestro hogar para que estemos con él para siempre". Finalmente, Luc. 20:38: "Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven" ha sido cambiado por "ellos creyeron que Dios no es el Dios de los muertos, sino el Dios de los vivos" y la expresión "pues para él todos viven" ha sido borrada.

He tratado de bosquejar brevemente un punto de vista evangélico del hombre y la muerte. Como la falta de espacio impide una presentación más profunda, todavía quedan algunas preguntas sin respuesta. El lector que desee más detalles encontrará una obra más completa en el trabajo Death and the Afterlife Systematic Theology [Teología sistemática sobre la muerte y el más allá], será una buena ayuda para los que la busquen. También tienen un buen trabajo sobre los temas relacionados del "hades" y "seol", y el infierno o "gehenna".

Los muchos textos que hemos compartido con los lectores en este artículo apoyan la visión de Ellen White de Abraham, Isaac, Jacob, Daniel, Noé y muchos otros santos en el cielo el 12 de diciembre de 1844 antes de que ella respaldara el juicio investigador. Pero este juicio debía haber comenzado el día de expiación de ese año, así que estas personas no debían estar en el cielo después del 22 de octubre de 1844 en absoluto, o mejor dicho, después del 23 de septiembre, el verdadero día de expiación de ese año (véase Whitewashed, por Sydney Cleveland). Así, pues, ahora tenemos la respuesta al rompecabezas de "cómo y cuándo fueron expulsados estos santos del cielo, y hacia dónde, a esperar su investigación y la subsiguiente resurrección de entre los muertos".

[La muerte y la vida futura], por el Dr. Robert Morey, con un excelente apéndice que trata de las tesis de la posición del "sueño del alma"; y la obra de Charles Hodge,

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