En esta carta, fechada en 1901, Fannie
Bolton, una de las secretarias de Ellen G. White, explica por
qué Ellen la despidió tres veces. Ud. verá que le fue difícil a
Fannie conseguir que el "espíritu de profecía" (Ellen G. White)
fuera honesto con las fuentes que usaba en sus libros. Ellen
sabía que, si se revelaba que ella estaba usando fuentes
seculares, la gente ya no creería que ella obtenía su material
directamente del trono de Dios, como ella aseguraba. Si Ellen no
lograba cerrar la fuga de información que Bolton representaba,
la gente la vería a ella, Ellen, como lo que era, una mentirosa.
Véase también la carta de John Kellogg a E. S. Ballinger acerca
de cuando Ellen abofeteó a Fannie. J.
H. Kellogg a Ballenger 1936.
Ellen G. White
UNA
CONFESIÓN CONCERNIENTE AL
"TESTIMONIO DE JESUCRISTO". W.D.F. 445 1901
Robert
K. Sanders
Traducido de Truth
or
Fables
... Hasta cierto
punto, había llegado a creer que la Hna. White era una
profetisa de Dios; pero algunas cosas en relación con el uso
de materiales de otros escritores y la relación editorial, que
estaban en desacuerdo con mi preparación académica anterior y
la máxima aplicable a la literatura secular y la literatura no
inspirada, despertaron dudas y preguntas sobre por qué esta
relación no se reconocía por completo, y no se daba crédito a
las fuentes de las citas como se hace en referencia a los
autores del mundo.
En la última página
del prefacio a El Gran Conflicto, la hermana White
escribe acerca de las citas como sigue: "Los sucesos que han
marcado el progreso de la reforma son cosa del pasado... En
algunos casos, cuando un historiador ha agrupado los sucesos
para proporcionar una breve visión general del tema, o ha
resumido detalles de manera conveniente, sus palabras han sido
citadas; pero, excepto en unos pocos casos, no se ha dado
crédito específico, puesto que sus palabras no han sido
citadas con el propósito de mencionarlas como autoridad, sino
porque sus afirmaciones proporcionan una presentación pronta y
enérgica del tema".
Este asunto de no
conceder el debido crédito, así como una relación editorial no
reconocida debido a algunas debilidades humanas de la Hna.
White, una obtusa percepción espiritual y una visión
distorsionada de la verdad, me hicieron perder de vista el
carácter sagrado de la obra, y dejé de darme cuenta en gran
medida de que la obra a través de la Hna. White era "el
testimonio de Jesús". Por años,
traté de armonizar lo que me parecía una inconsistencia en la
obra con una máxima literaria mundana que requiere que un
autor reconozca a sus editores y dé crédito a todas las obras
que cita. Al afirmar que la Hna. White no era franca y honesta
acerca de este asunto, abogo por un principio de justicia
ordinaria y honestidad literaria.
... Tres veces fui
despedida de la obra de la Hna. White por haber contado mis
problemas, muchas veces en un esfuerzo honesto por encontrar a
alguien que me diera una explicación armónica de la
perplejidad que me atormentaba. Mi tristeza, y mi angustia
acerca de la angustia que causaba, no eran fingidas, y sin
embargo, sin entender la causa de mi despido, hice confesiones
que no tocaban el punto porque yo no lo veía, y aunque confesé
que de alguna manera yo había perjudicado la obra, me mantuve
en la posición en mi mente de que la Hna. White debería
reconocer a sus editores y a cada una de las fuentes de las
cuales obtenía sugerencias o expresiones. ... En mi corazón,
me rebelé contra lo que consideré que era reclamar crédito
indebidamente por parte de la Hna. White, que recibió una
alabanza inmerecida por libros y artículos en los cuales
Marian Davis, yo misma, y otros habían editado. Mi rebelión en
este punto, junto con mi mala salud, me llevaron finalmente a
abandonar la obra en Australia .... .
La Hna. White me
escribió un testimonio muy severo, declarando que a ella se le
había mostrado que yo era enemiga de su obra, que yo había
presentado una imagen desfigurada de ella, y que había
arruinado mi propia influencia. A
pesar de este terrible testimonio, persistí en pensar que no
era la posición que yo había adoptado ni las palabras que
había hablado, sino el espíritu que yo había acariciado, y que
hasta ahora yo le había confesado a la Hna. White, lo que
había causado la desconfianza. Cuando fui separada de la obra
y de los documentos, y considerada como enemiga de la verdad,
me sentí terriblemente mal juzgada, y atraje la simpatía de
muchos relatándoles mis pruebas y difundiendo mis
perplejidades. ... Les he pedido a muchas personas que me
expliquen las supuestas inconsistencias en relación con este
don, y sólo unos pocos me han dado alguna luz. Me siento
mayormente en deuda con los pastores Irwin, Olson, y Rupert,
cuya visión espiritual y amables palabras y oraciones me han
ayudado en este momento de necesidad.
... Haré la obra
individual según Dios la abra en mi mente. En el pasado, le he confesado al Hno. Prescott
y a otros que yo había desfigurado la imagen de la Hna. White,
no porque yo era culpable, sino porque la Hna. White lo había
dicho así y porque fui instada a hacerlo, ya fuera que yo lo
viera así o no.
... Hoy me regocijo
en el "Testimonio de Jesús." Doy gracias a Dios de que El
impidiera que la Hna. White siguiera mi contenida y superior
sabiduría y justicia, y de que le impidiera a ella reconocer
editores o autores, y le diera al pueblo la expresión no adulterada de la mente de Dios. Si ella hubiera actuado
como yo deseaba que lo hiciera, el don se habría degradado
hasta una autoría común, su importancia se habría perdido,
su autoridad se habría debilitado, y su bendición se habría
perdido para el mundo. He
considerado sus palabras muy duras cuando dijo que
"influencias satánicas" trabajaban a través de mí, pero hoy
día puedo ver que en el ataque contra mí, yo he sido el
instrumento engañado del dragón que odia los mandamientos de
Dios y el Testimonio de Jesucristo.
... En cuanto a la
reconciliación con la Hna. White, vendrá en el debido tiempo
de Dios. He orado por que sane la brecha entre nosotras, y
algún día las brumas se disiparán. ... He estado fuera del
campamento por cuatro años. Me he resignado a quedarme allí y
soportar mi reproche pacientemente.
FANNIE BOLTON