"LOS MUERTOS NADA SABEN"

UN RE-EXAMEN DE ECLESIASTÉS 9:5, 6
Y EL ESTADO DE LA HUMANIDAD EN LA MUERTE


Jerry A. Gladson, Ph. D.

Ex-profesor de religión en Southern Adventist University, Collegedale, Tennessee, y ahora Ministro Senior de la First Christian Church (Disciples of Christ) en Marietta, Georgia, U.S. A.

Traducido de Proclamation!
Mayo-Junio de 2002




La mayoría de los Adventistas del Séptimo Día puede citar de memoria un oscuro texto en un libro de la Biblia igualmente oscuro:

"Los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol". (Eclesiastés 9: 5, 6). (1)

Los adventistas citan este texto porque lo consideran evidencia bíblica de primera importancia para la creencia de que, cuando mueren, cuando la vida se desintegra, los individuos caen en la inconsciencia hasta que nuevamente son levantados a la vida en la resurrección del día final. (2) Este punto de vista sostiene que, en la muerte, no hay conciencia y ninguna relación con los vivos. En lugar de pasar a recibir su recompensa, ya sea buena o mala, los muertos permanecen en la tumba hasta que resucitan. Eclesiastés 9 proporciona un pasaje clave que se usa para sustentar esta idea adventista de la muerte, la no inmortalidad del alma, un punto de vista conocido técnicamente como condicionalismo. (3)

Sin embargo, en vista del desusado carácter literario de Eclesiastés, me parece un poco extraño que los adventistas continúen dependiendo de este libro de sabiduría para apoyar su posición sobre la condición humana en la muerte.

Hace cincuenta años, los adventistas advertían a sus adherentes que evitaran usar pasajes seleccionados del libro de Job - un escrito similar sobre sabiduría crítica - como apoyo de doctrina. (4) Pero, curiosamente, no hicieron extensiva la misma advertencia a Eclesiastés. (5) La razón de este evidente error hermenéutico no es difícil de ver. Desde el momento en que los Adventistas del Séptimo Día adoptaron la posición condicionalista, aparentemente debido a la influencia de George Storrs (1796-1879), un ex-pastor metodista, este pasaje de Eclesiastés ha sido citado regularmente en apoyo de esta doctrina. Por esta razón, sin una revisión crítica que se hubiese desarrollado naturalmente al madurar la denominación en su erudición, la interpretación de este pasaje ha sido transmitida como parte de la expandida tradición adventista sobre la muerte. Además, Ellen White, en la mayoría de los círculos el principal intérprete de la Escritura para los adventistas, con frecuencia usaba a Eclesiastés 9 en sus discusiones sobre la muerte. (6) En una ocasión, aludiendo a este pasaje, White afirmó que, a menos que una persona negase la posición condicionalista sobre la muerte, se expone a los engaños del moderno espiritismo:

"La teoría que forma el fundamento mismo del espiritismo está en conflicto con las más sencillas declaraciones de la Escritura. La Biblia declara que los muertos no saben nada, que sus pensamientos han perecido; que ya no tienen parte en nada de lo que se hace bajo el sol; que no saben nada de los gozos o tristezas de los que les eran más queridos en la tierra".(7)

Dado el aplastante poder de la tradición adventista, que ahora tiene ciento cincuenta años, el temor al espiritismo, y la corroboradora creencia en la condición inspirada de White, no es de asombrarse que el adventismo jamás haya sentido la necesidad de reexaminar su uso tradicional de Eclesiastés 9. El adventismo simplemente da por sentada la exactitud de su interpretación de este pasaje.

Aunque ha sido ignorada, sin duda inadvertidamente, la cuestión hermenéutica permanece. ¿Es realmente apropiado que los adventistas apelen a Eclesiastés para apoyar la doctrina del estado inconsciente de los muertos? Es un hecho que los adventistas citan muchos otros pasajes, y es en éstos, y no solamente en Eclesiastés, en los cuales confía la denominación. Pero Eclesiastés 9 continúa siendo una referencia clásica a la cual la iglesia continúa apelando. Dedicar un artículo a este pasaje específico, reexaminar su utilidad para apoyar la doctrina, puede parecer de importancia trivial. Sin embargo, los adventistas han puesto en este pasaje un peso considerablemente mayor de lo que hacen generalmente al construir doctrinas, y además han utilizado a Eclesiastés sin tomar en cuenta las especiales consideraciones literarias que hay que tener presente cuando se interpreta un texto de sabiduría enigmático como éste.

Al citar a Eclesiastés no críticamente, ¿han sido presa los adventistas inocentemente del peligro siempre presente que acecha en el método de interpretación de textos de prueba? No es necesario repetir aquí las advertencias, mencionadas a menudo, sobre el método de textos de prueba. Es importante recordar, sin embargo, que la Biblia no puede ser citada en todas sus partes en igual medida, como si fuera un diccionario o un manual, cuando se desarrolla una doctrina. Para un sistema teológico como el adventismo, que hace del estado de la humanidad en la muerte una "verdad de prueba" o una enseñanza doctrinal crucial, la adherencia a la cual es esencial para la membresía en la iglesia (8), se vuelve imperativo el uso preciso de la Biblia en todas sus partes. Para las doctrinas consideradas como criterio para la membresía, debería exigírsele al adventismo un modelo más alto de absoluta exactitud. Por lo tanto, el uso de Eclesiastés en un papel de apoyo principal, sin merecimiento, es de no pocas consecuencias para el adventismo.

En este artículo, echaré un vistazo más de cerca a Eclesiastés 9 en el contexto del libro de Eclesiastés y su entorno de historia social y religiosa para discernir con mayor exactitud el significado de Ecle. 9:5-6 por lo que se refiere a la naturaleza de la muerte. Mi propósito, aunque no es exhaustivo, será poner a prueba el uso que los adventistas hacen de este pasaje. De salida, puede ayudar al lector a reconocer que, personal y confesionalmente, por lo que respecta a la escatología personal de la cual es parte esta cuestión, soy condicionalista y concuerdo en esencia con la posición adventista sobre el estado de la humanidad en la muerte. Por lo tanto, escribo desde dentro de una interpretación condicionalista, y no como crítico fuera de ella. Mi intención en este artículo es, no provocar un cambio en las creencias adventistas, sino instar a la denominación a adoptar un sentido más fuerte de honestidad exegética al interpretar los pasajes bíblicos que la denominación usa para apoyar sus doctrinas.

Los tiempos y la naturaleza de Eclesiastés

Uno de los primeros asuntos por descubrir al interpretar cualquier pasaje bíblico es la intención del escritor. ¿Quiere el escritor ser tomado literalmente? ¿Simbólicamente? ¿Como la expresión de una opinión? ¿Se propone relatar una verdad objetiva? No es fácil decidir la cuestión de la intención en Eclesiastés. Sin duda, Eclesiastés es el libro más extraño de la Biblia. Casi todos los otros textos sagrados afirman que la vida, bajo Dios, está llena de significado a causa de la presencia permanente de Dios.

No así Eclesiastés. "Todo es absurdo y correr tras el viento" ocurre al principio como alguna forma del tema del libro (1:14; véase también el v. 2). Se puede argumentar que esta extraña frase o su equivalente, mencionada veintisiete veces en el libro (9), puede traducirse en varios lugares como "completamente sin sentido ... todo es sin sentido" (v. 2). Tal pesimista sentimiento hace de Eclesiastés, con mucho, casi un desconocido en el panorama bíblico. Reconocemos el libro con bastante claridad como literatura de sabiduría, es decir, como una clase de literatura gnómica dirigida a la observación y el dominio sobre la vida (10). Sin embargo, como Job, Eclesiastés roza los linderos de la sabiduría hebrea tradicional. Eclesiastés hasta desafía los intentos de reducirlo a una estructura literaria ordenada. Su picante ambigüedad frustra a los intérpretes. Quizás esa sea la razón, como no sucede en ningún otro libro del Antiguo Testamento, de que los intérpretes tiendan a leer
en Eclesiastés su propia fe o la falta de ella. Como sucede con la investigación crítica del Jesús histórico, los intérpretes se sienten inclinados a leer sus propias intenciones en Eclesiastés; en las inmortales palabras de Albert Schweitzer, a ver su propio reflejo en el agua del fondo del pozo.

El libro de Eclesiastés desafía las creencias religiosas establecidas. La mayoría piensa que el libro corresponde al grupo de escritores de sabiduría crítica, los verdaderos disidentes de la Biblia (11). El libro pone en duda abiertamente las tradiciones religiosas en general de Israel, y en particular las de la sabiduría hebrea (véase 1:2-15). Aparentemente, el autor pertenecía a la clase de maestros de sabiduría o sabios cuya tarea era observar la vida y destilar de estas observaciones principios para una vida eficiente (véase 12:9-11). A pesar de su posición social y profesional, el autor está en desacuerdo con las suposiciones usuales de esta misma tarea. Lo que eran estas suposiciones puede deducirse del clásico libro de sabiduría, Proverbios: (1) Hay un orden básico (divino) en el mundo: (2) el descubrimiento de este orden es posible por parte la humanidad; y (3) las personas que se ponen en línea con este orden experimentarán una vida positiva (12). Se sigue, entonces, que una vida bien ordenada conduce naturalmente a una recompensa moral positiva, y que la vida desordenada resulta en desastre. Eclesiastés niega de plano esta apreciada conclusión de sabiduría. El hacer lo que es correcto no siempre conduce a una vida positiva; el mal no siempre presagia lo malo. Su observación y experiencia confirma lo opuesto, como sucede a menudo (véase 7:15). Extrañamente, Eclesiastés no parece hacer lugar para la idea de que Dios ha escogido a Israel como pueblo especial y le dio a conocer su divina voluntad (véase 3:11-15). En realidad, en el libro no parece hacer lugar en absoluto para la idea de revelación divina especial. Los seres humanos no pueden conocer nada substancial acerca de Dios, bien por medio de la revelación, bien por medio de la sabiduría (13). Puesto que avanza estas ideas cínicas, escépticas, Eclesiastés ha sido llamado el libro más moderno, si no el más peligroso, de la Biblia.

¿Quién escribió un libro tan extraño y tan poco convencional como éste? ¿Cuál es su intención principal? Estas preguntas conducen directamente a los antecedentes sociales y religiosos de Eclesiastés.

El autor es presentado como "el maestro, cuando era rey sobre Israel en Jerusalén" (1:12). La palabra "maestro" traduce el participio hebreo qoheleth, que a su vez se deriva de qahal, "congregación". La forma sugiere algo así como "el que congrega" o "el que reúne", y por extensión,"el que habla en una asamblea". ¿El que congrega, el que convoca, o el que habla de qué? ¿Una congregación? En ese caso, la traducción en la Septuaginta griega, ekklesiastes, "el que guía una congregación", de donde tenemos el título Eclesiastés, es exacta. ¿O significa el que reúne proverbios y dichos? (12:9). Se dice que el autor se ocupa de "pesar y estudiar y disponer de muchos proverbios" (12:9). Que qohelet evidentemente designa a un hombre y, sin embargo, es femenina en forma indica que la palabra puede ser un título, quizás de un puesto o una función, no un nombre propio. El libro consistentemente presenta al autor, al cual me referiré de aquí en adelante como "Qoheleth", como una persona que busca la sabiduría y registra sus observaciones. A menudo dice; "Vi ...", o su equivalente, y continúa con una observación que debe ser considerada como una respuesta personal a alguna clase de experiencia (véase 1:14; 2:13; 4:4; 6:1; 9:11, etc.). Constantemente evalúa la sabiduría proverbal, y luego expresa sus conclusiones en palabras sencillas (véase 12:9-10). Este libro es la obra de un sabio u hombre prudente, un miembro de la clase de sabiduría en el antiguo Israel, que es responsable de los libros de Proverbios, Job, y quizás algunos de los salmos, así como de los libros posteriores de Sirach y la Sabiduría de Salomón en los Apócrifos del Antiguo Testamento.

¿Quién es este escritor sin nombre, descrito como "el hijo de David, rey en Jerusalén" (1:1, 12)? Recordamos inmediatamente que Salomón es presentado en la Biblia como maestro de sabiduría (véase 1 Reyes 4:29-34). ¿Es Salomón el escritor de Eclesiastés?

La tradición le ha atribuido esa identificación, a pesar de que el libro no hace esa afirmación específica en ninguna parte. "Hijo de David, rey en Jerusalén" podría referirse a cualquier descendiente real de David, aunque tradicionalmente ha sido tomado como una referencia a Salomón. Pero, si el autor quería hacer esta identificación, ¿por qué no salió a decirlo llanamente? ¿Cuál es el significado de su indicación no expresada?

Qohelet se refiere a sus extensos proyectos de construcción, grandes números de esclavos, y enormes rebaños, "más que cualquiera que hubiese habido antes de mí en Jerusalén". Se ufana de "plata y oro y el tesoro de los reyes" y de "muchas concubinas", todo lo cual recuerda la extravagancia de Salomón (2:1-11, véase 1 Reyes 9:14-23). Estos comentarios apuntan nuevamente a Salomón, pero se detienen justo antes de la verdadera identificación. ¿Por qué?

Varias consideraciones militan contra esta implícita identificación salomónica.

El hebreo del libro es de fecha mucho más reciente que la edad de Salomón (siglo décimo A. E. C. [antes de la era común]). Un reciente estudio lingüístico indica que no puede ser anterior al siglo octavo o séptimo A. E. C. (14) Más que cualquier otro libro del Antiguo Testamento, Eclesiastés emplea palabras que han sido tomadas prestadas del arameo, indicando que el autor vivió en una cultura en que se hablaba arameo (15), una condición que no prevaleció en Israel sino hasta después del exilio en Babilonia (siglo sexto A. E. C. y después). Si se escribió durante la época de Salomón, el lenguaje del libro habría tenido que ser actualizado o modernizado en algún momento subsiguiente, tal como nosotros tenemos la King James Version de la Biblia. Aunque esto es posible, es mucho más probable que el lenguaje del libro refleje un tiempo muy posterior al de Salomón.

La persona del rey no se menciona después del capítulo 2, y una nota editorial, como se mencionó arriba, se refiere al autor como a un sabio, no como a un rey, que coleciona proverbios ... sopesándolos y estudiándolos y ordenándolos" (12:9-11) (16). En consecuencia, muchos eruditos creen que la persona de Salomón como rey es un dispositivo literario, un seudónimo, como se sabía bien de la literatura egipcia de sabiduría de ese tiempo. La idea no es que sea tomada literalmente. La sabiduría egipcia, como la enseñanza de Amen-em-het I para su hijo, a menudo pone sagaces enseñanzas en un faraón del pasado (17). En tiempos antiguos, cuando escribir se consideraba más como una tarea comunal, era costumbre escribir obras como ésta en honor a o en memoria de un antiguo notable. Los Apócrifos contienen otro libro de sabiduría que usa el mismo seudónimo en su título: "La Sabiduría de Salomón", que claramente procede del siglo primero A. E. C.

Así que la identidad del autor de Eclesiastés continúa siendo un misterio. La cuestión de quién escribió este libro debe permanecer abierta. (18

Todo esto nos deja con una difícil elección que hacer con respecto a la ocasión histórica del libro. Si el libro procede de la época de Salomón, es decir, el siglo décimo A. E. C. (19), entonces su teología reflejaría la discusión en círculos de sabiduría de ese tiempo. Esto haría al libro más o menos contemporáneo de las primeras porciones de Proverbios y algunos de los salmos (20). Por otra parte, si el libro está fechado en la era post-exílica, por ejemplo, el siglo cuarto o tercero A. E. C. (21), su teología reflejaría discusiones de un período vastamente diferente. Ambas posiciones tienen problemas, pero, cuando se toman en cuenta todas las cosas, esta última era parece la más probable para Eclesiastés.

Eclesiastés, el adventismo, y el significado de la muerte

Aceptando, pues, que Eclesiastés fue escrito por un sabio en la era post-exílica, un sabio que disputa, o que quizás intenta ofrecer un correctivo para la tradición de la sabiduría, tenemos entre manos los primeros factores necesarios para establecer su significado. Como hemos observado, entender correctamente un libro como Eclesiastés desde una perspectiva cristiana involucra cruciales decisiones sobre el propósito del libro, su particular forma literaria del material, y la naturaleza de su lugar entre los libros de la Biblia. Puesto que el género literario de un documento determina cómo debe ser interpretado, ¿qué clase de literatura es Eclesiastés?

Eclesiastés comienza como un testamento real, pero esta forma es abandonada después de 2:23. Después de esto, sigue más la forma general de una instrucción o reflexión (23). "El libro es una especie de diario de un filósofo", escribe Blank, "páginas de la libreta de un artista, pensamientos en voz alta, una reunión de fragmentos literarios publicados sin un plan" (24). En tiempos modernos, podríamos compararlo con el Pensées de Blaise Pascal (25) o el Markings de Dag Hammerskjold (26). Antiguamente, sus comparaciones más cercanas se encuentran entre los textos de sabiduría egipcios y babilónicos, particularmente el "Diálogo sobre la miseria humana", llamado a veces el Eclesiastés babilónico y el "Canto del arpista" egipcio (27). Considerado en su totalidad, Eclesiastés presenta observaciones un tanto al azar sobre la vida de un sabio que reflexiona sobre sus experiencias y extrae conclusiones de ellas. Aunque asume la epistemología experiencial de la tradición de la sabiduría, sus observaciones son personales y, en muchos puntos, diferentes de la tradición normativa de la sabiduría reflejada en Proverbios. Por eso el libro es llamado a menudo sabiduría "crítica", porque sospecha de las conclusiones que la sabiduría fomentaba tradicionalmente. Las observaciones del autor, Qoheleth, son observaciones y conclusiones personales, y no están necesariamente de acuerdo con la interpretación judía o cristiana aceptada. No están investidas de la autoridad del profeta o del sacerdote. Como otras observaciones de sabiduría, tienen el propósito de reflejar la experiencia del maestro, experiencia que debe ser puesta a prueba en la vida del oyente y, de acuerdo con  ello, ser aceptada como válida o rechazada como inválida. Dado este propósito, es inexacto citar las observaciones de Qoheleth sobre la vida como una forma de verdad final, especialmente si estas observaciones están en tensión con el tenor general de las creencias hebreas o cristianas. Este principio se aplicaría a todos los puntos de vista expresados en el libro, así como a la posición de Qoheleth con relación a la vida y lo que sucede en el más allá.

Si las observaciones de Qoheleth han de ser aceptadas como mayormente subjetivas, o, en casos específicos, hasta consideradas como contradictorias para el punto de vista cristiano, ¿cómo es que el libro de Eclesiastés es inspirado? Mi propio punto de vista sobre la inspiración de libros como el de Ecleasiastés (junto con Job y Proverbios) es que estos libros reflejan el conocimiento de Dios que viene indirectamente, más bien que directamente, por medio de la observación humana de la vida y el mundo. Estos libros están más emparentados con lo que los teólogos llaman revelación indirecta o general, como la que podría encontrarse en la filosofía, que con la revelación directa o especial, que ocurre en los profetas. Cuando se aplica a los escritos de sabiduría, inspiración significa más que los libros registran con exactitud las observaciones del autor de lo que significa que los libros reflejan una reflexión objetiva de la realidad. Un buen ejemplo de este mismo fenómeno sería lo que ocurre con muchas de las afirmaciones de los amigos de Job - o hasta de Job mismo (véase Job 4:17-19; 9:13-24). De manera similar, nadie aceptaría los pareceres de algunos salmos de quejas como declaraciones objetivas de cómo deben ser las cosas (véase Sal. 137:7-9).

Si las observaciones de Qoheleth se entienden en esta luz, entonces uno no puede aceptar simplemente sus conclusiones sobre la muerte y el más allá como descripciones de las condiciones reales en la muerte. Ellas son más bien lo que Qoheleth imagina que es la muerte. Uno no puede citar a Qoheleth como autoridad sobre la muerte más de lo que uno puede citar su punto de vista de que nada tiene sentido, o usar un comentario del amigo de Job, Bildad, para demostrar que los seres humanos ¡deben ser considerados como gusanos o lombrices! (Véase Job 25:6).

¿Qué cree Qoheleth que es la muerte?

La falta de espacio permite sólo un breve vistazo. Qoheleth resiente las dificultades y la inequidad de la vida. En consecuencia, prefiere la muerte a la vida. No haber existido nunca en absoluto parece aún más atractivo (4:2). A diferencia de los vivos, alguien que nunca ha existido jamás ha estado expuesto a los males que existen. Por lo tanto, "vale más el día en que se muere que el día en que se nace", porque al lado de la tumba uno capta la amarga realidad, "el fin de todo hombre" (7:1-8) (28). No hay ningún alivio de la muerte. Y puesto que todo termina en sus garras, el problema de la injusticia en la vida es particularmente urgente, pues uno tiene que acumular recompensa para bien o para mal en la vida presente, si es que la va a recibir (8:8-14). Esta "escatología realizada" afecta el punto de vista de Eclesiastés sobre la muerte. Con tan triste perspectiva, el autor naturalmente alaba el disfrute de la vida que uno experimenta todos los días, porque eso es todo lo que les queda a los seres humanos (v. 15).

El capítulo 9 resume y construye sobre estas observaciones. En las palabras de Gordis, es una "expresión apasionada ... que es virtualmente la culminación de lo que precede" (29). La misma "mala" suerte alcanza tanto a los justos como a los impíos. Todos mueren, y en la tumba no saben nada, ni tienen parte alguna "jamás" en lo que sucede en la vida. "Nunca más vuelven a tener parte" en la vida (v. 5b, traducción del autor). Todas sus emociones perecen junto con ellos, y tristemente, también su memoria se pierde (vv. 5-6). "Los muertos se desvanecen en el recuerdo como si nunca hubiesen existido" (30). Para Qoheleth, "el soporte divino para la vida se ha desvanecido enteramente ... la palabra final es el escalofriante llamado de la muerte" (31).

La ética que el autor recomienda aquí y durante todo el libro nace directamente de su visión de la vida. Porque finalmente todo se perderá en la tumba, uno debe tratar de extraer de la vida el mayor disfrute posible. ¡Carpe diem! ¡Aprovecha el día! "Todo lo que te venga a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol [la tumba], a donde tú vas, no hay obra, ni pensamiento, ni conocimiento, ni sabiduría" (vv. 8-10). Si no hay nada más allá de esta vida, es tanto más urgente sacar de la vida placer y significado.

Para el autor de Eclesiastés, así como para la tradición de sabiduría en general, la vida termina con la muerte. No hay nada más allá. El "hogar eterno" de todos es la tumba, cuando "el polvo regresa a la tierra como era y el aliento regresa a Dios que lo dio". Esta inexorable marcha hacia la tumba, a la nada, dice, hace que todo sea "completamente sin sentido" (12:8, traducción del autor).

En un respecto, sin embargo, Eclesiastés sí muestra continuidad con la principal tradición hebrea de sabiduría con respecto a la vida después de la muerte y la resurrección de los muertos. La sabiduría hebrea carece de una visión de la vida futura después de la muerte. En el pensamiento de la sabiduría, la vida transcurre estrictamente dentro de los límites de la mortalidad humana (32). Eclesiastés comparte este punto de vista.

Puede que muchos adventistas se sorprendan cuando se den cuenta de que la idea de una resurrección general - y vida después de la muerte - sólo aparece tarde en el período del Antiguo Testamento (33). Aunque había barruntos de más, la gente del Antiguo Testamento generalmente vivía una existencia vacía de esperanzas individuales más allá de la tumba (34). Hasta algunas de las más conmovedoras imágenes proféticas de la era mesiánica incluyen la muerte como parte de la era futura (véase Isa. 66:20). La idea de una resurrección constituye un buen ejemplo de cómo se desarrollan los principios teológicos dentro de la Escritura, y cómo este crecimiento debe ser tenido en cuenta en una interpretación de las doctrinas de la fe cristiana. Un enfoque basado en textos de prueba, que el adventismo ha fomentado, por lo menos a un nivel popular, obscurece este desarrollo.

Sea como sea, los adventistas han entendido correctamente que el autor de Eclesiastés dice que la tumba pone fin a la vida consciente en este mundo. Sin embargo, no han reconocido la intención de esta declaración. Qoheleth no está expresando objetivamente lo que sucede después de la muerte; está diciendo lo que él cree que sucede. El error de la interpretación adventista en este punto puede ilustrarse por el hecho de que, para Qoheleth, tampoco hay resurrección a la vida eterna (35). Puede que la importancia de esta omisión no sea obvia al principio. Si la posición de Qoheleth con respecto al estado de la humanidad en la muerte, reflejada particularmente en Eclesiastés 9, es aceptada como normativa, entonces su punto de vista sobre la vida después de la muerte, y, por ende, la imposibilidad de la resurrección, también debe ser aceptada como normativa. La idea de la resurrección o la vida eterna está ausente de la escatología personal de Eclesiastés. Uno no puede, de manera consistente, citar este pasaje como autoridad para probar la inconsciencia de los muertos, por una parte, y al mismo tiempo sostener la idea de la resurrección, por la otra. Si el pasaje es "prueba" de la inconsciencia en la muerte, lógicamente también es "prueba" de que no hay ninguna resurrección. Uno no puede citar a Eclesiastés 9 cuando se trata de la inconsciencia en la muerte, para dejarlo atrás cuando vemos que no afirma la resurrección (36). Lo más que se podría decir sería que el autor de Eclesiastés favorece uno de los antiguos puntos de vista hebreos sobre la muerte (37), aunque ésta puede ser meramente su propia opinión. De la misma manera, el autor tampoco parece conocer ninguna vida más allá de la actual. En ambos casos, estamos tratando con las amargas conclusiones de Qoheleth sobre la muerte, no ofreciendo una escatología personal normativa.

Los adventistas del séptimo día no han leído Eclesiastés a la luz de su propia intención. El intento de Eclesiastés no es ofrecer la verdad final sobre la muerte sino más bien captar la reflexión personal de su autor, el sabio. La verdad de Eclesiastés reside en el hecho de que el libro revela adecuadamente la opinión de su autor, no que proporciona la verdad final sobre la muerte.

Aquí vemos un ejemplo de un error fundamental en el método de "textos de prueba" en estudios bíblicos (38). Los textos bíblicos deben ser interpretados a la luz de sus contextos, no ensartados uno detrás del otro como cuentas basándose en ideas preconcebidas. Es inexacto tomar este texto en lo que afirma y al mismo tiempo no respetar lo que niega. Es erróneo citar a Eclesiastés sin prestar atención a su propósito y su desusado carácter literario e idiosincrático. El adventismo ha hecho un flaco favor a la iglesia al arrancar a Eclesiastés 9 de su marco literario e histórico y usarlo - sin justificación - para apoyar una teoría particular de la naturaleza de la muerte.

Eclesiastés y la escatología cristiana

Eclesiastés es un problema, no sólo para el interés adventista en la naturaleza de la muerte, sino también para la fe cristiana. ¿Cómo vamos a relacionar el pesimismo de Eclesiastés con la fe cristiana, con su optimismo que reafirma la vida?

Cínicamente, Eclesiastés encuentra poco o ningún significado en la vida. Hay poca base para una perspectiva positiva. Nada de lo que podamos hacer puede representar ninguna diferencia. En fin de cuentas, nada tiene sentido. Tal es el punto de vista sobre la vida que uno debe tener aparte de Dios, especialmente aparte de Dios revelado en Jesucristo. Sin Dios, simplemente no hay ningún significado último que se puede descubrir. Sin Dios, nosotros - y todos alrededor de nosotros - están destinados a una tumba cósmica. El pesimismo y la perspectiva negativa de Qoheleth sobre el significado de la vida ha alejado a muchos bien intencionados lectores de la Biblia.

¿Por qué una perspectiva tan cínica? Debe notarse que la crítica que Eclesiastés lanza contra las tradiciones religiosas, particularmente las de sabiduría, en sus días constituyen la clase misma de análisis que tienen que confrontar todas las teologías o creencias religiosas para preservar la honestidad de la religión. Por más tenazmente que se sostengan, las creencias, si no se sujetan a la revaluación de tiempo en tiempo, se vuelven caducas y debiluchas. Si la iglesia hubiese tomado a Eclesiastés más en serio sobre este punto, podría haber estado en una mejor posición para relacionarse con el escepticismo contemporáneo (39).

Eclesiastés desafía cualquier intento de hacer encajar el Antiguo Testamento en un marco teológico. Hemos observado que la dificultad es que el libro representa las reflexiones de un sabio que presenta sus propias conclusiones en relación con los temas que comenta. Aunque los cristianos afirman que Eclesiastés es parte de la Escritura inspirada, esta convicción no significa que las observaciones o conclusiones que se hacen en el libro son en sí mismas la verdad final. Si uno sostiene que todo el canon de la Escritura es una referencia mayor contra la cual han de ser medidos los autores individuales y la literatura dentro del canon, entonces la verdad de las afirmaciones de Qoheleth sería decidida en el contexto del canon recibido por la iglesia, es decir, el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Con referencia al punto de vista de Qoheleth sobre la muerte, este criterio significaría - contra el de Qoheleth - que la vida después de la muerte tendría que ser afirmada y, con ella, la resurrección de los muertos. La posición de Qoheleth de que la muerte es el fin último tendría que ser considerada como una de sus más cínicas conclusiones.

Que Qoheleth está avanzando su propio punto de vista sobre esta materia queda confirmado por un escritor posterior en la tradición de la sabiduría, la Sabiduría de Salomón. Fiel a la naturaleza dialogística de la sabiduría, este autor, escribiendo en el siglo primero A. E. C., se enfrenta a Qoheleth e intenta refutarlo. Aludiendo a Qoheleth, cita al "impío" como diciendo:

Con el paso del tiempo, nuestro nombre caerá en el olvido,
y nadie recordará nuestras acciones.
Nuestra vida pasará como el rastro de una nube
y se desvanecerá como neblina
perseguida por los rayos del sol
y vencida por su calor.
Nuestra vida es como el paso de una sombra,
cuando llega nuestro fin no podemos regresar.
Sabiduría de Salomón 2:4-5

Entonces, respondiendo a las ideas de Qoheleth, establece una creencia en la inmortalidad:
          
Las almas de los buenos están en las manos de Dios
y el tormento no las alcanzará ...
abrigaban la esperanza de no tener que morir.
Sabiduría 3:1

¿Qué resulta cuando ponemos a prueba a Qoheleth comparándolo con el resto del canon bíblico? En las primeras partes del Antiguo Testamento, se creía que los muertos estaban en el Sheol, la tumba. Sin embargo, se creía que, mientras estaban en el Sheol, tenían alguna forma de conciencia, lo cual significaba, a veces, que podrían ser traídos de vuelta del Sheol (40). Posteriormente surge el concepto de resurrección de los muertos (41). Junto a esta creencia en la inconsciencia de los muertos y la resurrección aparece la creencia reflejada en la apócrifa Sabiduría de Salomón, la inmortalidad de los justos (42).

El Nuevo Testamento también contiene pasajes que pueden leerse en el sentido de que implican alguna forma de vida que sigue inmediatamente a la muerte y antes de la resurrección, y otros pasajes que implican una inconsciencia en la muerte (43). Puesto que el canon mismo presenta un cuadro mixto, no podemos medir a Qohelet contra él con exactitud. Él representa un punto de vista sobre la muerte que se encuentra en el Antiguo Testamento, pero no es el único. Porque éste es el caso, y porque Qoheleth ha de ser entendido como adelantando sus propias opiniones, es impropio citar a Eclesiastés como autoridad definitiva sobre el estado de la humanidad en la muerte.

Como parte del canon, Eclesiastés no está solo. Es una voz en un coro entero de voces cuyo propósito es que se oigan juntas, como un coro, cada una con su tono de consentimiento o de contraste. Aunque no puedo resolver todos los dilemas relacionados con Eclesiastés, encuentro que es apropiado aquí hacer una observación final que interpreta el libro en su situación canónica de mayor categoría (44).

Decididamente, el canon sería más pobre si Eclesiastés no hubiese sido incluído en él. La primera tradición tanto en el judaísmo como en el cristianismo parece haber sido afirmada otro tanto. En el judaísmo, el libro encontró a su debido tiempo su camino hasta los cinco megilloth, o rollos, señalados para ser leídos en las más importantes festividades judías (45). Se lee Qoheleth en la fiesta de las cabañas, que ahora es parte de los días santos judíos. Eclesiastés puede encontrarse entre los libros que se mencionan como canónicos en la primera lista cristiana de escritos canónicos, la de Melitón de Sardis (c. 190 E. C.). Continúa siendo parte del canon bíblico, y si tomamos la Biblia en serio, tenemos que tomar una decisión al respecto.

En términos de nuestro tema, esto significa que, dentro del canon, Eclesiastés no representa  la revelación teológica final. Eclesiastés no es el punto de vista final sobre la naturaleza de la muerte o de la escatología personal ya sea de Dios o de nada más. Eclesiastés es una reflexión en el camino hacia algo que está más allá de él. El libro no debería ser citado como concluyente sobre este tema u otros temas. Debido a que hay desarrollo dentro del canon bíblico, esto no se refleja adversamente en la inspiración de Eclesiastés. Más bien, Eclesiastés debe ser visto como el viaje de un buscador a lo largo de un sendero que, para los cristianos, llega eventualmente a la cruz y a la resurrección. Eclesiastés es parte del desarrollo de la teología bíblica. Una teología cristiana abarcante toma en cuenta tanto el desarrollo cronológico como los aspectos conceptuales del testimonio bíblico. Por esta razón, esta teología reconoce que, para Eclesiastés, la distante cruz, y por ende, la resurrección todavía no estaban a la vista. Para los cristianos, la revelación de Dios en Cristo domina el panorama. Es el gran Suceso salvador que transforma todas las cosas. En tensión con Eclesiastés, los cristianos creen que Cristo es "el significado de la historia y que la labor humana hecha a su servicio no carece de significado" (46). "La gracia de Dios ha aparecido, trayendo salvación para todos" (Tito 2:11). Y en esa revelación encontramos vida y significado que no están disponibles en Eclesiastés. En Jesús, somos rescatados del pecado, y también de la desolación final. En Jesús, tenemos vida para siempre. Los editores de The New American Bible han percibido esto correctamente:

Estas afirmaciones [de Eclesiastés] se basan en un concepto muy imperfecto de la vida más allá de la tumba. Con la revelación cristiana sobre la vida futura vino la única solución satisfactoria del problema que tanta perplejidad causó al autor (47).

La prematura facilidad con que el Adventismo ha echado mano locuazmente de Eclesiastés 9 como declaración final de la condición humana en la muerte sin referencia al desarrollo sobre este tema en el canon bíblico debería advertir a la denominación contra el convertir temas de debate como la naturaleza de la muerte en "pruebas" de comunidad cristiana. Grandes y buenos cristianos, devotos seguidores de Jesucristo, han sostenido y sostienen muchos y diversos puntos de vista sobre esta cuestión. el adventismo debería admitir esto, y borrar su posición sobre el estado de la humanidad en la muerte de la lista de doctrinas statis confessionis. Por lo menos, la iglesia debería dejar de citar a Eclesiastés 9 para probar su punto.


Notas:

1. A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de la New Revised Standard Version, copyright © 1989 por la Division of Christian Education del National Council of the Churches of Christ en los Estados Unidos de Norteamérica, y usada con permiso.

2. Véase el artículo "Muerte" en la Enciclopedia de los Adventistas del Séptimo Día, ed. D. F. Neufeld (Washington: Review and Herald, 1966), pp. 333-36. La Enciclopedia incluye a Ecle. 9:5, 10 entre los varios pasajes que "apoyan esta posición" (p. 336). Esto es lo que sucede también en las oficiales Creencias Fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día (véase Seventh-day Adventist Church Manual [Rev. ed., Washington: General Conference of Seventh-day Adventists, 1986], art. 25, p. 31); y Seventh-day Adventists Answer Questions on Doctrine (Washington: Review and Herald, 1957), p. 522; Seventh-day Adventists Believe ... A Biblical Exposition of Fundamental Doctrines (Washington: General Conference of Seventh-day Adventists, 1988), p. 352.

3. "Condicionalismo", escribe L. E. Froom, "es la doctrina cristiana de que la inmortalidad, o la vida eterna, se ofrece al hombre sólo en los términos y condiciones de Dios", en contraste con la idea de que la humanidad es "inmortal de manera innata e indefectible" (The Conditionalist Faith of Our Fathers [2 vols.; Washington, DC: Review and Herald, 1966], vol. 1, p. 19). Énfasis Froom.

4. Esta advertencia invita al intérprete de Job a distinguir entre las ideas en el libro que expresan la verdad divina y las que representan los "sentimientos y las opiniones personales" de los personajes. Un ejemplo sería la filosofía del sufrimiento por la cual abogaban los amigos de Job. Esto "refleja la defectuosa manera de pensar de la época" (Seventh-day Adventist Commentary, ed. F. D. Nichol, [7 vols.; Washington: Review and Herald, 1954], vol. 3; p. 495).

5. En una nota aparentemente más bondadosa, el comentarista declara: "Al estudiar el libro de Eclesiastés, es, por lo tanto, de lo más importante diferenciar entre el razonamiento sutil y pervertido al cual se refiere Salomón, y la penetración más clara que llegó con su arrepentimiento" (Adventist Bible Commentary, vol. 3, p. 1060). ¿De qué lado procede Eclesiastés 9:5-6? ¿Aclara el arrepentimiento su mente lo suficiente para que los sentimientos que expresa sean teológicamente infalibles? ¿Qué criterio usa uno para distinguir entre los pensamientos pesimistas y no arrepentidos y su verdad eterna después de la regeneración? A juzgar por la discusión que sigue en el Commentary, del cap. 9 sólo se menciona el v. 11 a este respecto. Según este criterio, esta diferenciación se vuelve crucial en el uso de 9:5-6 para su enseñanza acerca de la muerte.

6. Véase The Great Controversy (Mountain View: Pacific Press, 1911), pp. 546, 551, 560; Patriarchs and Prophets (Mountain View: Pacific Press, 1958), p. 685; Acts of the Apostles (Mountain View: Pacific Press, 1911), p. 289; Christ´s Object Lessons (Washington: Review and Herald, 1900), p. 270.

7. Great Controversy, p. 556. Esto es una paráfrasis de Ecle. 9:5-6, 10.

8. Un miembro de la Iglesia Adventista puede ser excomulgado por "negar la fe en los fundamentos del evangelio y en las doctrinas cardinales de la iglesia" (Church Manual, p. 162). Una de estas doctrinas cardinales (Art. 25, p. 31) es el estado de la humanidad en la muerte. Los evangelistas adventistas enseñan esta doctrina regularmente como "doctrina de prueba", es decir, una verdad que obliga a tomar una decisión a favor o en contra del adventismo. Si uno no acepta esta doctrina, es descalificado de la membresía.

9. Eclesiastés 1:2, 14; 2:1, 11, 15, 17, 19, 21, 23, 26; 3:19; 4:4, 6, 7, 8, 9, 16; 5:5, 8-9, 10; 6:2, 11; 7:6; 8:14; 11:8, 10; 12:8.

10. El libro 4 de Macabeos del primer siglo A. E. C., que incluía como apéndice a la Biblia griega (LXX), ofrece esta definición de sabiduría: "Sabiduría ... es el conocimiento de los asuntos divinos y humanos y las causas de éstos. Esto, a su vez, es la educación en la ley, por medio de la cual aprendemos los asuntos divinos con reverencia y los asuntos humanos para sacar provecho propio" (1:16-17). Aunque esta definición refleja la posterior identificación judía de la ley, o Torah, con la sabiduría, proporciona sin embargo una definición fundamental de sabiduría como el discernimiento y el dominio de la vida. Comp. Prov. 1:2-7.

11. Que la Biblia puede tener "un amplio criterio" lo bastante para incluir literatura que es subversiva puede causar sorpresa a la mayoría de los lectores. Sin embargo, material como el Job, Eclesiastés, y Proverbios 30:1-4 (Los refranes de Agur) ciertamente debe ser clasificado como tal. La Biblia apunta a un cuadro de la humanidad lo más completo posible - incluyendo los agitados pensamientos en los cuales todos nosotros caemos de tanto en tanto. La presencia de tal literatura da a la Biblia una refrescante honestidad que no se encuentra en muchos otros libros sagrados. Para un estudio más completo de esta cuestión, véase mi trabajo "Retributive Paradoxes in Proverbs 10-29" (Ph. D. dissertation, Vanderbilt University, 1978).

12. Véase de Alan Jenks, "Theological Presuppositions of Israel´s Wisdom Literature" (trabajo presentado en la reunión anual de la Asociación Bíblica Católica, St. Paul, Minn., Agosto 1983).

13. R. B. Y. Scott, The Way of Wisdom in the Old Testament (New York: Macmillan, 1971), p. 170.

14. Daniel C. Fredericks, Qoheleth´s Language: Re-evaluating its Nature and Date (ANETS 3; Lewiston, NY: Edwin Mellen, 1988). s

15. Por ejemplo, bǡtel, "dejar de trabajar" (12:3), y "tiempo" (3:1 son expresiones en arameo.

16. Eclesiastés 12:9-11, junto con los vv. 13-14, por lo general se consideran comentarios editoriales, añadidos una vez que el libro está esencialmente completo (véase S. H. Blank, "Ecclesiastes", Interpreter´s Dictionary of the Bible [4 vols.; Nashville: Abingdon, 1962], vol. 2, p. 9).

17. El texto comienza: "El principio de la instrucción que la majestad del Rey del Alto y el Bajo Egipto: Sehetep-ib Re; Wl Hijo de Re: Amen-em-het, el triunfante, hecho, cuando habló en un mensaje de verdad a su hijo, el Todo-Señor" (Ancient Near Eastern Texts [3rded.: Princeton University, 1969), p. 418). Aunque este texto pretende ser la instrucción de Amen-em-het I, el primer faraón de la duodécima dinastía, Amen-em-het I (m. 1960 A. E. C.) murió antes de que el texto se escribiera. Aquí vemos la costumbre de usar el nombre de un prominente individuo fallecido como el seudónimo de un documento posterior.

18. R. K. Harrison, prominente erudito conservador del Antiguo Testamento, también respalda la teoría de que Eclesiastés se escribió mucho después de Salomón con un seudónimo, y lo coloca en la última parte del siglo quinto A. E. C. (Introduction to the Old Testament [Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1969], pp. 1073, 1077). Véase también de E. J. Young, An Introduction to the Old Testament (Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1964), p. 349.

19. El reinado de Salomón está fechado generalmente c. 961-922 A. E. C.

20. Proverbios 10-29 está fechado generalmente en el período pre-exílico o monárquico de la historia de Israel, mientras que muchos de los salmos vienen sin duda de este período, incluyendo salmos generalmente asociados con la sabiduría.

21. Ver, por ejemplo, de Otto Eissfeldt (The Old Testament: An Introduction [trad. P. R. Ackroyd; New York: Harper & Row, 1965], que coloca el libro en el período post-exílico, no más tarde que el siglo tercero A. E. C. (pp. 496-97); véase también de Blank, "Ecclesiastes", (p. 9).

22. Un marco de tiempo post-exílico parece más probable para Eclesiastés a causa del desarrollo histórico de la teología de la sabiduría. Mientras el debate radical del libro con la tradición de la sabiduría habría sido posible en el siglo noveno A. E. C., es mucho más probable que presuponga un tiempo posterior cuando la teología de la sabiduría se había formado más plenamente y por esto estaba sujeta a debate. Vea mi trabajo "Retributive Paradoxes", pp. 344-56.

23. W. Sibley Toner, "The Book of Ecclesiastes", New Interpreter´s Bible (12 vols.; Nashville: Abingdon, 1997), vol. 5, p. 270.

24. "Ecclesiastes", p. 10.

25. Publicado por primera vez en 1670.

26. (Trad. Leif Sjöberg y W. H. Auden; New York: Alfred A. Knopf, 1968).

27. Ver Ancient Near Eastern Texts, pp. 438-40, 467.

28. Un complicación adicional al interpretar pasajes individuales de Eclesiastés queda ilustrada por 7:1-14. Esta parece una serie de aforismos citados por el autor. ¿Concuerda o discrepa con ellos? En una serie de citas como ésta, es difícil discernir la intención del autor. Véase de Robert Gordis, Koheleth: The Man and His World, a Study of Ecclesiastes (3rd ed.; New York: Schocken, 1968, pp. 95-108.

29. Gordis, p. 302.

30. Towner, New Interpreter´s Bible, vol. 5, p. 340.

31. James L. Crenshaw, Old Testament Wisdom: An Introduction (Atlanta: John Knox, 1981, p. 133.

32. Si son incluídos entre los escritos de sabiduría, el Salmo 49 ("Dios rescatará mi alma del poder del Sheol, porque él me recibirá", v. 15) y el 73 ("Tú me guías con tu consejo,y después me recibirás con honor", v. 24), parecen enseñar la vida más allá de la muerte. Estas dos referencias son demasiado vagas, sin embargo, para ser consideradas con confianza como afirmaciones de tal vida. De manera similar, la mención que Job hace de una resurrección (14:10-14; 19:23-27) es mejor considerarlos como desesperación, no como sonoras afirmaciones de resurrección.

33. En Dan. 12:1-3. Aun en Daniel, sin embargo, la resurrección sólo pertenece a algunos, no a todos. Otros pasajes que se citan algunas veces como evidencia de resurrección (e. g., Sal. 17:15; Isa. 26:19; Job 19:25-27) son demasiado ambiguos para sustentar la idea de un concepto primitivo de una resurrección general.

34. Ya en el siglo primero de la E. C. del judaísmo, la idea de la resurrección corporal posiblemente no estaba difundida (Steven Fine, "Why Bone Boxes?" Biblical Archaeolgy Review, 27 [September-October 2001]:41).

35. Bajo Ecle. 9:5, "los muertos nada saben; ni tienen más paga", el Comentario Adventista observa que "esta no es una referencia a las recompensas eternas, ya sea de muerte para los impíos (Apoc. 20:11-15) o de inmortalidad para los justos" (vol. 3, p. 1095). Esta es una admisión tácita de que el pasaje no se aplica a la escatología cristiana.

36. Es interesante que L. E. Froom reinterpreta Ecle. 9:5-6 para hacerlo coincidir con la resurrección general. Hasta la resurrección, afirma, "los muertos nada saben" (v. 5) y no hay 'conocimiento, ni sabiduría, en la tumba, adonde tú vas'" (Conditionalist Faith, vol. 1, p. 361). Froom era uno de los principales oponentes del método de textos de prueba entre los adventistas. El que use Ecle. 9:5-6 de este modo muestra el sutil poder del uso tradicional de este pasaje entre los adventistas.

37. Ver mi artículo, "Re-thinking Life After Death: Confessions of a Troubled Conditionalist", en Proclamation 2/3 (Mayo-Junio 2001) 4-9, para un examen de pasajes y puntos de vista claves.

38. Este problema, como los han demostrado Desmond Ford y otros, reside en la raíz misma de la disputa en la denominación en relación con el significado de Daniel 8:14 y el juicio investigador. Como es bien sabido, Daniel 8:9-14 se refiere al breve reinado del rey seléucida, Antíoco IV Epífanes. Es su profanación del templo en 167 A. e. C. lo que se describe en los vv. 13-14, no del papado muchos siglos más tarde. Esta profanación debía durar aproximadamente tres años y medio, 1,150 días. Si Daniel 8 hubiese sido interpretado dentro de su contexto literario e histórico, jamás habría sido considerado como indicación de que 1844 era la fecha final de la profecía de las 2,300 tardes y mañanas (=1,150 días). Véase de Ford, Daniel 8:14, the Day of Atonement, and the Investigative Judgment (Casselbery, FL: Euangelion, 1980): Daniel Smith-Christopher, "The Book of Daniel", New Interpreter´s Bible, vol. 7, pp. 113-14).

39. Escribe Gerhard von Rad: "Uno hasta se puede preguntar si la iglesia, con el correr de los siglos, si también hubiese permanecido abierta a las perspectivas teológicas del libro de Job [y de Eclesiastés], no hubiese podido confrontar más efectiva y más calmadamente los fieros ataques del hombre moderno" (Wisdom in Israel [Nashville: Abingdon, 1972], p. 239.

40. Ver Isa. 14:9-22; 1 Sam. 28:8-19. El regreso de los muertos del Sheol no era una ocurrencia ordinaria (Job 14:7-22).

41. Ver Dan. 12:1-3; 2 Macabeos 7:9-23.

42. El escritor de la Sabiduría de Salomón parece haber sido influido en esto por la filosofía platónica, que enfatizaba la distinción entre el alma y el cuerpo (ver de Robert Doran, "2 Maccabees", New Interpreter´s Bible, vol. 4, p. 241). Esta misma influencia aparece en el Nuevo Testamento (ver más abajo).

43. Acerca de la posibilidad de la vida inmediatamente después de la muerte, véase 2 Cor. 5:1-5; 1 Pedro 3:18-22; 4:6; Apoc. 6:9-10. Acerca de la inconsciencia en la muerte, véase Juan 5:28-29; 6:39-40; Apoc. 14:13; 20:4-5. Ver mi artículo "Re-thinking Life After Death, pp. 4-9.

44. Esto es esencialmente el método conocido como "crítica canónica", o la interpretación del Antiguo Testamento (y del Nuevo) a laluz de su configuración fnal como canon para la comunidad creyente. En la configuración canónica, "diferentes partes del canon fueron intercambiadas más y más para producir un nuevo ángulo de visión de la tradición" (Brevard Childs, Old Testament Theology in a Canonical Context [Philadelphia: Fortress, 1985], p. 13). Por esta razón, cuando en la iglesia cristiana el Antiguo fue unido al Nuevo, se formó un nuevo ángulo de visión, que partía de la vida y las enseñanzas de Jesús. Esto arrojaba nueva luz sobre la muerte y desarrolló el concepto de una resurrección general, moldeada en la de Jesucristo.

45. En la mayoría de los manuscritos hebreos, es el cuarto rollo, y así se leía en los Tabernáculos. El orden difiere en los manuscritos, sin embargo. En el Codex Leningradensis (siglo once, E. C.), aparece como wel tercero. La Septuaginta griega lo coloca entre Proverbios y el Cantar de Salomón.

46. J. A. Loader, Ecclesiastes: A Practical Commentary (Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1986), pp. 23-24.

47. Ed. R. A. Broderick (Nashville: Thomas Nelson, 1971), n. sobre Ecl. 9:1-10.