CARTA A UN AMIGO
CONCERNIENTE AL ESPÍRITU


Chris Badenhorst


Traducido de Proclamation!
Número de Julio - Agosto de 2008


Estimado Rikki:

Una vez más, aprecio tus comentarios con respecto a nuestro pasado en el adventismo - que constituyó definidamente un obstáculo contra un andar más profundo y espiritual y una comunidad con el Señor. Aunque los detalles de nuestros caminos espirituales son diferentes y únicos desde que abandonamos el adventismo, la dirección general parece ser la misma: experimentar un andar más cercano y más íntimo con Dios. Me alegro de que tú también estés aprendiendo la importancia del diario vivir por el Espíritu y tener comunidad y comunión con Dios por medio de su Espíritu que mora en tu espíritu.

Para efectos de la claridad, me gustaría señalarte que aquí estamos tratando con la casa espiritual subjetiva que nosotros como creyentes estamos construyendo para la gloria de Dios. Esta casa está fundada en el inamovible y objetivo fundamento establecido para ella por Dios hace dos mil años en la muerte, la resurrección, y la ascensión de Cristo al cielo. Es importante que diferenciemos claramente entre el fundamento objetivo de Dios y nuestra casa subjetiva espiritual construida sobre ese fundamento. Sin embargo, esta diferenciación es otro tema para otra ocasión.

Para entender mejor este aspecto subjetivo de la comunión con Dios y la cercanía a Él, y experimentarlas más plenamente, tenemos que entender la naturaleza del hombre, cómo fue creado, y con qué facultades le ha dotado Dios para que el propósito divino para el hombre en su creación pueda todavía cumplirse en las vidas de aquéllos a los que ha redimido. En su primera carta a los tesalonicenses, Pablo hace una clara descripción de la constitución del hombre. Dice: "Y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tes. 5:23b). Basándome en esta descripción del hombre, yo le veo como una trinidad - "espíritu, alma y cuerpo". Algunos teólogos se refieren a esto como a una "tricotomía".

Nuestros cuerpos son el asiento de la conciencia con respecto al mundo. Por medio de nuestros cuerpos físicos, estamos en contacto y tenemos comunión con el mundo físico alrededor de nosotros a través de nuestros cinco sentidos. Nuestra alma, que comprende la mente (con la cual pensamos); las emociones (con las cuales actuamos o respondemos), y la voluntad (con la cual decidimos), constituyen nuestra personalidad - nuestro yo individual. Nuestro espíritu, que consiste de la conciencia y la intuición, es la parte del creyente en la cual habita Dios en la persona del Espíritu Santo. Por medio de esta facultad, somos capaces de conocer a Dios, adorar a Dios, servir a Dios, entrar en una relación con Dios, y tener comunión con Dios.

Desde el principio, Dios tuvo el propósito de que el espíritu del hombre, en el cual mora el Espíritu Santo, controlara su ser por medio del alma. Cada vez que el Espíritu Santo nos da instrucciones con respecto a la voluntad de Dios, lo hace por medio del espíritu. Esta instrucción es trasladada al alma, que a su vez ejercita al cuerpo para que obedezca las órdenes del Espíritu Santo dadas a través del espíritu humano. Así, pues, de acuerdo con el designio original de Dios, el espíritu humano es la parte más elevada y más importante de la constitución del hombre. Por consiguiente, es sumamente importante entender el espíritu humano y su papel en nuestro conocimiento de Dios. Como adventistas, no entendimos lo que la Biblia enseña sobre el espíritu humano porque el adventismo enseña que los seres humanos son puramente seres físicos compuestos de alma (mente/personalidad) y cuerpo, y que el espíritu humano es sólo oxígeno - el aire que respiramos. Como resultado, no teníamos - ni podríamos tener - una íntima comunión con Dios basándonos en una relación dinámica con Él.

Relacionada con su creencia en "cuerpo y alma", está la enseñanza adventista sobre el estado de los muertos: la doctrina del "sueño del alma". Esta doctrina rechaza la enseñanza evangélica de que el espíritu del creyente va a estar con el Señor a la muerte (Ecle. 12:7b). Para justificar este rechazo, el adventismo reinterpretó el significado del espíritu humano como oxígeno - "el aire que respiramos". De este modo, en la enseñanza del adventismo, el hombre es puramente un ser físico que consiste de mente/personalidad (alma) y cuerpo. Esta creencia es también la enseñanza de los Testigos de Jehová.

Pero la Biblia nos dice que estamos compuestos de cuerpo, alma y espíritu. Por supuesto, el espíritu del incrédulo está "muerto" para Dios y las cosas de Dios porque está "separado de la vida de Dios" (Efesios 4:18) y del Espíritu de Dios (Efesios 2:1-3). Pero, cuando una persona es salva, ha "nacido nuevamente de lo alto" por el Espíritu de Dios (Juan 3:1-8). Por esta experiencia, el espíritu del creyente se convierte en "vivo" para Dios y las cosas de Dios porque el Espíritu de Dios mora ahora en su espíritu.  Necesitamos entender que Dios, siendo Espíritu, creó el espíritu humano (Números 16:22; Hebreos 12:9) para que pueda haber comunión entre Dios y el hombre. El "Espíritu" sólo puede comunicarse y tener comunión con nuestro "espíritu". Este hecho es el fundamento para la afirmación de Jesús de que "los verdaderos adoradores adoran al Padre en espíritu y en verdad ... [y que] Dios es espíritu, y sus adoradores deben adorarle en espíritu y en verdad" (Juan 4:23, 24).

La mente no discierne las cosas espirituales

En retrospectiva, se me hizo claro que uno de los problemas con que me encontré en el adventismo fue tratar de descubrir y entender las verdades espirituales por medio del intelecto (la mente) solamente. Sin embargo, por este medio tenía, en el mejor de los casos, sólo una teoría de la verdad en forma de información religiosa (doctrinas). Más adelante, descubrí que la verdad espiritual se recibe por revelación del Espíritu Santo en nuestro espíritu, que ha sido vivificado por Él (1 Corintios 1:6-16). Cuando el Espíritu Santo revela la verdad bíblica a nuestro espíritu, esa verdad no es mero conocimiento o mera información. Más bien, la verdad está viva y dinámica y es el medio por el cual nuestra relación y nuestra comunión con Dios son realizadas.

Esta enseñanza básica de la Escritura parece haberse perdido para muchos cristianos. En todas las principales denominaciones que mi esposa y yo hemos visitado y en cuyos cultos hemos participado, muchos miembros son como los fariseos que pensaban que la verdad podía ser descubierta directamente por medio del intelecto. En esta idea, confundían lo intelectual con lo espiritual. Sin embargo, Jesús reprendió a los fariseos por creer que la "vida eterna" - la vida de Dios - podía recibirse solamente estudiando las Escrituras y atiborrando sus cabezas de información religiosa (Juan 5:39, 40). Yo puedo simpatizar con estos cristianos a este respecto porque una vez yo estuve donde ellos están ahora.

Por otra parte, la iglesia pentecostal y la iglesia carismática yerran a menudo en el extremo opuesto. A menudo, sus relaciones con Dios y su culto hacia Él son motivados por una búsqueda de experiencias emocionales. Los creyentes que buscan "experiencia" por encima de basarse en la verdad como está revelada en la Biblia están confundiendo lo emocional con lo espiritual. Sin embargo, la facultad emocional de una persona no es parte de su espíritu, sino de su alma (su personalidad), lo mismo que su intelecto (la mente).

¿De dónde vino esta confusión entre "alma" y "espíritu"? Creo que la historia de la iglesia podría proporcionarnos parte de la respuesta. Es un hecho que los antiguos filósofos paganos, en sus interminables especulaciones sobre la vida y Dios, comenzaron a preguntar: ¿Qué es el hombre? Llegaron a la conclusión de que el hombre es cuerpo y alma - o cuerpo y mente/personalidad. Sin embargo, los cristianos del siglo primero no tenían interés en lo que creían y enseñaban estos filósofos. Sabían que tenían la vida eterna de Dios en sus espíritus por fe en la obra consumada de Cristo. También sabían que, por esta vida divina, tenían una dulce comunión con Dios.

Durante los siglos segundo y tercero, algunos de estos filósofos paganos se hicieron cristianos. Desafortunadamente, sus ideas, basadas en sus especulaciones, vinieron con ellos y comenzaron a pegárseles a otros cristianos. Esto dio origen a la llamada "filosofía cristiana" - una filosofía que incluía la idea pagana de que el hombre consiste de cuerpo y alma - su singular mente y personalidad. La triste noticia es que la idea del hombre como "cuerpo y alma" permaneció, mientras que la interpretación  de "espíritu" se oscureció. (Continúa en la página 22).

Como resultado de este énfasis en la mente, surgió el intelectualismo en la iglesia, y la gente comenzó a ver la verdad como definida por sus cerebros en vez de a través de una revelación por el Espíritu Santo a sus espíritus. Con el paso de los siglos, esta idea se ha arraigado profundamente en el pensamiento occidental y, desafortunadamente, la fe cristiana ha sufrido espiritualmente a causa de este error. Como resultado, los cristianos han estado erigiendo barreras denominacionales basadas en sus doctrinas que separan a los creyentes los unos de los otros.

Lo que entiendo en la actualidad es que la personalidad del hombre reside en su alma, que consiste de su mente, sus emociones, y su voluntad. Pero el Dios viviente, por medio de su Espíritu, reside en el espíritu del creyente, que ha sido vivificado para Dios y las cosas de Dios en "su nuevo nacimiento y renovación por el Espíritu Santo" (Tito 3:5b). Por medio del nuevo nacimiento, el Espíritu Santo imparte la vida eterna de Dios a nuestro espíritu, y por medio de esta vida de Dios, nosotros como creyentes ahora hemos de vivir y funcionar bajo el dominio del Espíritu Santo. Por otra parte, los modernos filósofos sin dios, como sus contrapartes antiguos, no entienden de este asunto. No podrían comprenderlo, aunque se les deletreara, simplemente porque requiere "discernimiento espiritual" (1 Corintios 2:14).

En vista de lo que he dicho más arriba, es importante que nosotros como creyentes nos apoderemos de esta enseñanza
sumamente básica de las Escrituras sobre el papel de nuestros espíritus para progresar en nuestra relación con Dios y para disfrutar de una íntima comunión con Él. A esto se refería Jesús cuando dijo: "Yo he venido para que (los que creen en Él) tengan vida, y vida en abundancia" (Juan 10:10).

Lo que he dicho más arriba también se aplica a "la guerra espiritual", como he aprendido por experiencia. Como creyentes, no podemos luchar contra Satanás y sus demonios (que son seres espirituales) con nada físico. Pablo afirma: "Porque, aunque vivimos en el mundo, no hacemos la guerra como la hace el mundo. Las armas con las que luchamos no son las del mundo. Por el contrario, tenemos el poder divino para demoler las fortalezas" (2 Corintios 10: 3, 4). Para salir victoriosos contra los poderes demoníacos y las fortalezas demoníacas, se nos amonesta a "ser fuertes en el Señor y en su gran poder y vestirnos de toda la armadura de Dios" (Efesios 6:10, 11). Claramente, esta armadura no es nada físico, sino espiritual, pues el enemigo que confrontamos es espiritual. Lo esencial aquí es que sólo podemos luchar espíritu contra espíritu, de la misma manera que el espíritu puede comunicarse y tener comunión sólo con el Espíritu.

Que Dios te bendiga.
Tu amigo, Chris.

Nota del editor:

Entre los teólogos cristianos hay diferencias de opinión acerca de si los seres humanos comprenden una tricotomía (cuerpo, alma, y espíritu), o una dicotomía (cuerpo y alma o cuerpo y espíritu). Sin embargo, el punto más importante relacionado con este tema es entender que el hombre tiene un espíritu que puede conocer a Dios y nacer de nuevo y discernir la verdad por su Espíritu.

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